Por qué la productividad es diferente en España
odos los años en abril, los gobiernos de los países de la Unión Europea envían a Bruselas su Programa de Estabilidad. Para estimar los ingresos fiscales y el déficit público previsto en los siguientes tres años elaboran un cuadro macro de previsiones. Estiman el PIB, el empleo y el crecimiento de la productividad, que es el PIB dividido por el número de ocupados.
Adam Smith nos enseñó que la riqueza de una nación a largo plazo la determina lo que él denominó la división del trabajo. Después de la aportación del maestro, los economistas hemos denominado a esa variable “productividad por trabajador”, y es la que determina los salarios a largo plazo.
En el Programa de estabilidad el Gobierno reconoce que la productividad por hora trabajada en España hasta 2022 caerá más del 1%. La caída parece ridícula pero lo que debería pasar es que creciera el 1% anual o más si fuera posible si lo que queremos es aumentar los salarios, las pensiones y aumentar el presupuesto en sanidad y educación. ¿Habías leído esta noticia antes en el algún medio?
La crisis económica ha dejado paso a la crisis política e institucional y han bastado cuatro años de fuerte crecimiento del empleo, gracias a la política ultra expansiva del BCE, para que los españoles dejemos de hablar de economía. El mundo vive la mayor revolución tecnológica de su historia en las dos últimas décadas. Por lo tanto, la caída de la productividad indica que las empresas españolas, en promedio, no se están adaptando a la era de la tecnología global.
España es un caso único mundial en el que el crecimiento de la productividad es anticíclico. En las fases expansivas la productividad se estanca o cae y en las fases recesivas aumenta exponencialmente por la destrucción masiva de empleo. En eso también somos un caso único en el mundo en el que en las últimas tres recesiones desde 1975 la tasa de paro ha superado el 20%.
La productividad en España tiene un comportamiento dual y lo determina el tamaño de la empresa. Las empresas mayores de 50 trabajadores españolas tienen niveles de productividad similares a sus homólogas en la OCDE. Son empresas que han sabido adaptarse a la era de la tecnología global. El problema es que representan un porcentaje menor del total de empresas que en los países que tienen más renta por habitante. La baja productividad de la economía española se concentra en empresas pequeñas, especialmente en las micropymes de menos de 10 trabajadores que suponen casi el 90% del total y que tienen una productividad la mitad que las micropymes alemanas.
Los empresarios españoles tienen baja cualificación, comparado con el promedio de la OCDE y de los que menos gastan en formación y capital humano. Las organizaciones empresariales se han convertido en fábricas de excusas y lamentos culpando a los gobiernos del problema. En el país donde nació Inditex, la única empresa europea que ha entrado en el índice Global Titan 500 mundial, esas críticas no son creíbles. Amancio Ortega fue autónomo y ha creado 140.000 empleos. España necesita un plan estratégico para salir de la maldición del “que inventen otros” de Unamuno. Y es necesario que empresas y estado cooperen conjuntamente en ese plan…