El Síndrome del Director Exitoso
Hace un tiempo ya me contactó un conocido, que quería armar como una alianza estratégica conmigo, y me invitaba a participar en proyectos en conjunto. El mencionado era (es) un profesional de alto reconocimiento, una persona muy capaz, formada y con una impecable carrera corporativa, lo que lo llevó a liderar equipos de trabajo en varios países, en ámbitos de importantes toma de decisiones, y con responsabilidades grandes (y resultados exitosos demostrables). En conclusión, un CV, una trayectoria impecable.
Hicimos una prueba, de trabajar juntos, para una propuesta. ¿Con qué me encontré? Con una persona muy (demasiada) acostumbrada a mandar, a liderar, a decidir, a decir que hay que hacer … pero a la hora de “hacer”… poco y nada.
Fue un ejemplo claro, de lo que llamo “El Síndrome del Director Exitoso” (síndrome: conjunto de fenómenos que caracterizan una determinada situación).
¿A qué se debe este síndrome? Mi teoría (humilde percepción) es que la persona que alcanza esos niveles de Olimpo, su paso siguiente es seguramente en un puesto similar … en otro lado, o es el retiro. Cuando un gerente alcanza ese nivel de dirección, de jefatura, se muestra muy cómodo en ese rol, que lo hace tal vez muy bien, pero le cuesta volver al llano, a la operación, al hacer, al conocido “barro”. Embarrarse ya no es atractivo para él, pero no sólo eso, ya perdió la gimnasia, las ganas, la capacidad de hacerlo. En este otro plano, se muestra con características demasiado lejanas para la tarea, en lo que resulta incompetente. Es como que ahora es bueno para la alta dirección, pero solo para eso: más abajo, hoy es sólo un gerente mediocre, vago, mal humorado y soberbio.
En definitiva, las mieles de la dirección son tan atractivas, que de alguna manera pueden atrofiar la capacidad de un gerenciamiento más terranal. ¿Es esto universal, una verdad absoluta? Claro que no, pero los ejemplos de este síndrome son muchas para no confiar algo en este parecer.