El éxito ¿es relativo?
Sentirse exitoso es algo incuantificable e incluso indescriptible, se puede tratar de hacer todo tipo de metáforas pero difícilmente las palabras describirán la sensación que produce. El éxito es una meta que debe repetirse tantas veces cuanto sea necesario. No hay límites para experimentarlo.
El éxito produce orgullo, satisfacción y felicidad, pero a la vez produce insatisfacción, desdén, envidia y frustración para quienes solo pueden observar en terceros su presencia y, en algunos casos hasta en las personas que lo experimentan. Pero ¿qué es el éxito?
De acuerdo al diccionario Larousse la palabra éxito debe ser entendida de cuatro formas distintas: 1. Resultado, en especial feliz, de una empresa o acción emprendida, o de un suceso 2. Cosa que supone un éxito o resultado 3. Aceptación de una persona o una cosa por parte de gran cantidad de gente 4. Circunstancia de obtener lo que se desea en el ámbito profesional, social o económico. Siendo este último concepto el que más se usa.
Pero pocas veces se le asocia con la connotación inicial que tuvo en algún momento de siglo XVIII, donde se le consideró sinónimo de Préstamo. La palabra éxito proviene del latín exitus que significa salida o resultado, también se deriva de exire que significa salir (exit en inglés) por lo que forma parte de la familia etimológica del verbo ir, como también lo señala el Larousse.
Así pues que, el éxito, al menos como palabra, parece contener un significado más amplio y complejo que el que se le da en la rutina del lenguaje diario y, por ende, no necesariamente debería ser asociado únicamente al reconocimiento y al dinero como usualmente se hace.
Ser exitoso depende de muchos factores y puntos de vista que pueden curvar el sentido lógico y emotivo que encierra la palabra para adaptarse a las circunstancias que la invocan. En la película The Family Man (Hombre de Familia) 2000, puede observarse como el Director Brett Ratner muestra su peculiar concepto del éxito cuando transforma la vida de un hombre adinerado y solo, representado por Nicolas Cage, en un padre sacrificado y dedicado esposo. Pero este concepto anti-estereotipo ya había sido explorado en la película With Honors (Con Honores) 1994, donde Alex Keshishian, su director, invita a cuestionar los paradigmas asociados al éxito relacionándolo más con la capacidad del desarrollo de la sensibilidad humana que al record académico y su impacto económico.
Ser exitoso depende principalmente de los valores y principios que se le adjudiquen a esa palabra y a la visión que se posea de sí mismo, mientras que estén perfectamente alineados a la esperanza o plan de vida que se posea. Por ejemplo, si el sueño es alcanzar el más alto nivel académico en una carrera, sacrificando todo lo que socialmente se considera lógico y necesario para auto-realizarse, y la meta se logra ¿quién está autorizado para cuestionarlo? El éxito es la salida, la acción de ir tras lo que se desea y se espera, de alcanzarlo. Nadie puede delimitar sus fronteras porque al fin y al cabo el éxito es una experiencia personal.
Ahora bien, ser exitoso no necesariamente significa obtener un resultado bueno o favorable, se puede tener éxito y generar daño, o tener éxito y ser completamente efímero y estéril. Por ejemplo, Adolf Hitler (1889-1945) tuvo éxito en buena parte de su campaña, como líder y como estratega, pero las consecuencias de sus logros causaron el holocausto. ¿Eso lo hace menos exitoso? La respuesta es no, él tuvo éxito en lo que se propuso.
Algunas personas se sienten presionados por el éxito, conciben sus vidas vacías y sin sentido porque no han logrado alcanzar los estándares generalmente aceptados con relación al éxito, cuando en realidad esa sensación de insatisfacción y frustración son consecuencia de una conceptualización exagerada y, hasta cierto punto, comercial y manipulada de lo que ha de comprenderse por ello.
En la escena social el éxito se asocia a la comodidad de la vivienda, elegancia y sofisticación de los medios de transporte, ostentación de riquezas y tecnología. En el campo laboral se relaciona con el reconocimiento, la posición jerárquica y el nivel de mando y en el campo educativo con los títulos de grado y postgrado que se puedan alcanzar en determinadas carreras. Pero en realidad, tales elementos rara vez se conjugan en una sola persona cuyo sentimiento de satisfacción y paz le permita experimentar una vida sin complicaciones.
Esa visión limitada del éxito lo que ha generado es una conducta orientada a satisfacer alguna de las tres versiones anteriores, y otras tantas, a costa de lo que sea; si se carece de posibilidades académicas o laborales se recurre al azar para lograr satisfacer el estereotipo social generando con ello una prospección a la ludopatía. Si se trata en el área laboral, son tales las presiones que ejerce la imagen del éxito asociadas a ese escenario, que existen personas capaces de sacrificarlo todo por lograr la aceptación y el reconocimiento en su trabajo, suprimiendo a tal punto su vida social y familiar que terminan por convertirse en verdadero adictos al trabajo y menoscabando su salud física y psicológica. La ausencia de títulos y grados ha inspirado la adquisición y comercialización de éstos de manera inmerecida y totalmente referencial, incluso la alusión a los mismos aún cuando en realidad no se posean, alimentando así la mitomanía y la certificación ilícita, por ejemplo.
Pero cabe preguntarse ¿acaso tener éxito en una sola área es suficiente para considerarse exitoso?
Nuevamente dependerá del individuo que lo experimente. Desde un punto de vista muy particular tener éxito en una única área no transforma a la persona en un individuo de exitoso, aunque no se puede negar que ha sobresalido si se le compara con aquel que no lo ha experimentado.
Sin embargo, a modo de reflexión, podría decirse que una persona exitosa debería ser aquella que logre conjugar el equilibrio entre cada uno de los escenarios que explora, pero, sobre todo, que su éxito, entendido como su salida, jamás reste valor a la sociedad, comunidad o ambiente donde se desempeña, ni a terceros ni a sí mismo, pues de lo contrario lo que es un éxito para él, en el contexto en que le sea reconocido, sería una desgracia para otros y esto generaría desmérito en el resultado final. Por ende el éxito es sustancialmente relativo.
Por otro lado, la única persona moralmente autorizada y certificada para calificar el éxito o el fracaso de un individuo es él mismo, pues, como ya se señaló, se trata de un elemento tan particular que sólo quien lo experimenta puede establecer el grado de satisfacción y la sensación de logro que ello le genera. El resto está asociado más a paradigmas y estándares que no necesariamente se ajustan a las expectativas que poseen todas las personas. Pueden ser válidas para inspirar pero también frustrantes al no satisfacerse como la mayoría lo exige.
El éxito dependerá más de lo que se espera de sí mismo que de lo que piensen y acuerden terceros. No obstante, es prudente señalar que el éxito deja de poseer connotación personal cuando el individuo decide someterse a un escenario normado y regulado, en ese caso habrán de cubrirse las expectativas de terceros para poderlo experimentar como ellos lo han establecido.