¿Por qué fracasa el teletrabajo en España?
Otra de las respuestas clásicas se centra en las denominadas razones estructurales. La morfología de nuestro tejido productivo, volcada en sectores muy vinculados al turismo y las actividades inmobiliarias, anclaría al trabajador a su centro de trabajo. Pero este factor, solo y por sí mismo, no justifica tal divergencia. Existen otras razones, de mucho más peso y con raíces más profundas, que explican este gran desfase. Y todas ellas gravitan alrededor del mismo concepto: nuestra obsoleta cultura laboral.
Es poderosamente llamativo como el estudio Deep View destaca la mala percepción que tienen los trabajadores españoles del teletrabajo, hasta el punto de ser el único país donde se constata una opinión negativa. El principal motivo de queja gira sobre su concesión, en demasiadas ocasiones efectuada bajo criterios poco profesionales. Por ejemplo, otorgándose a cambio de prolongar la jornada laboral o incrementar la disponibilidad horaria, o como una suerte de favor que debe devolverse más adelante.
Más allá de la evidente ilegalidad de muchas de estas prácticas, este uso inapropiado del teletrabajo, ya sea por mala fe, por incapacidad o por ignorancia, acaba destruyendo su esencia (no lo olvidemos nunca: se trata de una forma de organización del trabajo que facilita la conciliación) y generando un lógico rechazo entre las personas trabajadoras.
Y por último, está la arraigada y tan poco beneficiosa tendencia al presencialismo y al control visual de la actividad. Una práctica estrechamente vinculada con la desconfianza hacia el trabajador y su capacidad de autogestión. Pues bien, debemos tenerlo claro: si por algo se caracterizan aquellos países donde triunfa el teletrabajo es por desplegar una cultura de gestión laboral basada en la confianza y en la libertad con responsabilidad. Se trata de una concepción de las relaciones laborales donde la persona trabajadora es autónoma por definición, donde su desempeño está sujeto a objetivos empresariales predefinidos, razonables y alcanzables. Por supuesto, sin desdeñar el control y la vigilancia, pero siempre bajo un enfoque que prioriza el hacerlo bien despreciando el dónde lo haces. Esta es la clave, la razón fundamental que explica el fracaso del teletrabajo en nuestro país y por qué no triunfará hasta que exista un profundo y radical cambio en la mentalidad laboral española.