Los pecados ejecutivos y la nueva ética en las universidades de la región
Las severas turbulencias en los sistemas financieros y en las cuentas soberanas que afectan al orbe desde 2008 también se han dejado sentir en las universidades. No tanto en lo económico como sí en su credibilidad y reputación que, a saber, son de sus activos más importantes.
La afirmación no es gratuita, pues no son pocos los que señalan con el dedo a las escuelas de negocios, culpándolas de haber formado a los profesionales que, sin muchos escrúpulos y aprovechando una regulación deficiente, tienen una buena cuota de responsabilidad en la génesis de la mayor crisis desde la Gran Depresión.
De hecho, en Estados Unidos reaccionaron a este clima y en varias y prestigiosas casas de estudio rodaron cabezas: en Harvard, Chicago Booth y Stanford fueron reemplazados los decanos en los años posteriores a que se desatara la debacle. Asimismo, en un intento por sobreponerse al descrédito, han reforzado las clases de ética y de responsabilidad social.
Latinoamérica no ha quedado al margen de este fenómeno y se han introducido cambios sustanciales. Por ejemplo, Miguel Alzola, profesor de ética y responsabilidad social de la Escuela de Negocios de la Universidad Torcuato di Tella, en Argentina, expone que âvemos un proceso de creciente expansión de programas y contenidos de éticaâ.
Lo que gatilló esta situación fue, en primera instancia, el escándalo de Enron (2001), aunque la crisis iniciada en 2008 forzó la profundización ética, apunta. Y agrega que esto no sólo ha derivado en más horas de clases obligatorias, sino que, además, en una mayor publicación de manuales y artículos en ediciones especializadas de management.
Alberto Willi, director de la Dirección de Formación Humanística de la IAE Business School, perteneciente a la Universidad Austral de Argentina, indica que a la ética siempre se la entendió âcomo una materia más. Se la trabajaba desde actitudes particulares, como qué hacer en una licitación pública o con los regalos empresarialesâ.
Añade que, sin embargo, las críticas en Estados Unidos y en Europa âdemuestran que el desafío está en cómo integrar la dimensión ética en el día a día y en las distintas materias. Creo que hacia allá estamos yendoâ…