La incertidumbre es el peor enemigo
Con la investidura en el aire y la formación de gobierno en estado gaseoso, al sector sanitario le convendría tener un marco estable y, sobre todo predecible, para poder seguir aportando valor.
La formación de Gobierno es el primer frente que tendrá el sector sanitario en el horizonte de próximo 2020. Del resultado saliente dependerá la evolución de una actividad que atrae empleo de calidad, inversiones millonarias y estabilidad en la balanza comercial. Pero no todas las ramas de este sector tienen las mismas urgencias y, sobre todo, las mismas demandas.
La industria farmacéutica quiere volver a trabajar en un pacto por la sostenibilidad como el que suscribió durante dos años consecutivos con el Gobierno del Partido Popular. Con la llegada del PSOE, la renovación del pacto se ha demorado sine die y no parece que la llegada de otros partidos con un ideal poco realista como el de desarrollar una farmacéutica pública allane un camino que es bueno para todos. Ordenar un crecimiento para que no suponga un lastre en comparación con el crecimiento de un país debería ser tarea de cualquier gobierno que quiera dejar un legado responsable.
Más allá del terreno político, la industria tiene ante sí un panorama prometedor en el ámbito científico. La medicina personalizada no puede perder ni un segundo más en instalarse en nuestro país y las compañías farmacéuticas tienen el reto de desarrollar unos fármacos personalizados que salven vidas.
La sanidad privada es otra de las ramas del sector que peor panorama vislumbra con un gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos. La cruzada contra la gestión privada de los segundos es un hecho y el PSOE, que otrora no dificultaba su desarrollo, ahora se ha subido al carro. Ambos partidos se encomendarán a quien haga falta para dificultar la labor de estas compañías, que por otra parte permiten al Sistema Nacional de Salud mantener una salud de hierro a pesar de la crisis. La única buena noticia es que la iniciativa más lacerante, derogar la Ley que permitió el desarrollo del sector, no será derogada.
Junto a este panorama, la sanidad privada también tiene el reto de asumir a una sociedad cada vez más demandante. De su capacidad de adaptación y de la labor de sus profesionales dependerá la adaptación de la sanidad del futuro.
Y no se puede dejar de hablar del mañana sin hacer referencia a la cronicidad, esa enfermedad silente que avanza a la misma velocidad que envejece nuestra población. Todos y cada uno de los eslabones de la cadena sanitaria tienen un papel determinante, pero quizá nos deberíamos acordar del farmacéutico. Miles de boticas, sobre todo las situadas en la España vaciada, son el consultorio de salud más cercano para muchos españoles.
Quizá el Gobierno debería empezar a ser consciente de esta realidad y comenzar a pagarles a estos agentes del sistema por su labor, más allá del medicamento que dispensen.