La fascinante vida de Maya Swarovski, la millonaria dueña de los cristales que se enamoró de la Argentina
Murió en Marbella el 1 de octubre. Tenía 82 años. Ese fue su último lugar de residencia. Pero podría haber sido en cualquier otro lado. En este caso, la calificación no es un lugar común. Maya Swarovski era una ciudadana del mundo. En las últimas décadas repartió sus días entre Marbella, Palm Beach, la ciudad austríaca de Wattens y San Martín de los Andes. Argentina era parte de su vida. Una parte importante.
La despedida fue tenue, en sordina. Sin el estrépito que tuvo parte de su trayectoria en la década de los noventa, cuando brilló con espectacularidad. Se había retirado de los focos hacía años. Los tiempos habían cambiado, ella también. En el último tiempo la salud flaqueaba y la memoria la abandonó. Su vida supo de emociones, aventuras, placeres, apuestas y algunas amarguras.
Al casarse con uno de sus herederos, integró una familia legendaria, los Swarosvki. En 1895, Daniel Swarovski desarrolló una máquina de corte eléctrico del cristal que lo haría millonario. Sobre esa invención se basó un imperio que aún hoy, a más de un siglo de sus primero..s negocios, goza de una excelente salud. Daniel fue el patriarca e iniciador de una dinastía que ya va por la quinta generación.
Los cristales Swarovski son parte hace décadas del jet-set, del mundo exclusivo, de las estrellas. Había cristales Swarovski en el vestido de Marilyn Monroe el día del Happy birthday Mr. President cantado seductoramente a Kennedy, hay en el Kremlin, los lució Maria Callas en la Opera de Nueva York, adornan algún accesorio de autos de lujo. Están en joyas, arañas, vestidos, semáforos, implementos, binoculares, telescopios, zapatos y, también, en cada evento exclusivo que se realice alrededor del planeta. Grandes artistas, diseñadores, modelos y actrices lucen sus creaciones.