La economía gig es “una vuelta al pasado laboral”
Las plataformas de ventas de servicios como Uber, Task Rabbit, Lyft o Postmates, tienen como tarjeta de presentación una imagen tecnológica con la que operan una parte de su oferta pero con excepciones la mayor parte de la irrupción que proponen no es tanto del sistema de transporte o el servicio de entregas sino del marco laboral.
“Más que una irrupción es un movimiento acelerado al pasado, los trabajadores están perdiendo derechos y protecciones colocándose en posiciones muy vulnerables y de explotación”, explica la profesora de sociología de Mercy College, Alexandrea Ravenelle en un libro que se publica este mes llamado Hustle and Gig.
Ravenelle, que habló por teléfono con este diario, ha entrevistado a más de 80 personas, casi todos mileniales, que trabajan para Airbnb, Uber, TaskRabbit, y otras Apps para indagar qué ocurre en la vida de quienes hacen posible que la tecnología se trasforme en un servicio tangible. Lo que ha encontrado es que estas empresas tecnológicas, favorecidas por los inversores de capital (venture capitalists) porque minimizan el costo del trabajo, erosionan los derechos laborales que se han ido consolidando desde la revolución industrial al calificar a su mano de obra como contratistas.
Estas empresas promocionan la flexibilidad en el trabajo y el dinero fácil. Para Ravenelle, el mensaje de que uno “puede ser su propio jefe, crear su propio horario de trabajo, controlar su cheque salarial es solo marketing y los trabajadores se dan cuenta cuando llegan como se dan cuenta que están expuestos a increíbles riesgos, están explotados y expuestos a conductas como agresiones sexuales. No es el sueño empresarial que las empresas dicen que es”.
La socióloga Alexandrea Ravenelle, autora de Hustle and gig./Cortesía
Esta autora, que ha usado los servicios de Task Rabbit, empezó a hacer indagaciones una vez que uno de los trabajadores le contó que en una ocasión fue contratado para hacer un recado que terminó consistiendo en enviar medicamentos a China por correo algo que podría tener consecuencias legales y puso a este trabajador en una situación más que incómoda. “Cuanto más hablaba con conductores de Uber, asistentes de task rabbit o quienes rentan sus casas en Airbnb más me daba cuenta de que había explotación, peligro para los trabajadores y reducción de sus derechos”.
Esta socióloga dice que ninguna de las personas con las que ha hablado se ha visto como emprendedores o empresarios y más bien la sola pregunta les hacía reír. “Muchos de ellos se ven con empleados sin beneficios, como trabajadores con tiempo parcial. Quienes se ven como empresarios son los que tienen mucha capacidad y dinero, gente que tiene $20,000 o $30,000 para alquilar un hotel. “Son los menos, la amplia mayoría se ve como un trabajador a tiempo parcial”, asegura.
Estos empleados no tienen días por enfermedad, carecen de seguro médico, protecciones como compensación laboral o por discriminación, contribución de su empleador a la Seguridad Social, licencias familiares, vacaciones o 401K, entre los beneficios más básicos. Algunos de ellos, como quienes manejan un carro para una plataforma, tienen que hacer inversiones en su carro que pueden ser importantes en cuantía.
“Es cierto que los empresarios y los emprendedores trabajan muchas horas, pero tienen más libertad”, tercia Ravenelle quien recuerda que los trabajadores en las plataformas tienen que adherirse a las líneas de actuación que les imponen las plataformas, responder a los clientes en un cierto periodo de tiempo, aceptar una cuota de tareas y tener unos precios que son tasados o no pueden ser muy elevados si compiten con otros trabajadores porque no pueden ser empleados. “Eso no es emprendedurismo”, sentencia.
“Cuando los trabajadores reciben su paga y empiezan a calcular las comisiones que pagan se dan cuenta de lo barata que es su labor”, afirma Revenelle. Más barata aún si además de concentrarse en el cheque se añade el hecho de que se carece de beneficios.
Esta socióloga recuerda lo que pasó con Kitchensurfing, una plataforma para contratar a chefs de cocina, cuando cerraron. “Les dijeron a los chefs que podían ser empresarios, que podían tener un restaurante sin el problema de contar con un local, labores de oficina, sin mercadotecnia, y cuando cerraron, estas personas que habían invertido miles de dólares para hacer catering se encontraron con nada. Perdieron la plataforma, las facturas, las críticas, la reputación…”.
Portada del libro Hustle and Gig sobre las implicaciones de esta forma de trabajo por tareas./Cortesía
Revenelle dice que no entiende por qué estas plataformas no tratan a sus empleados como parte de su plantilla o W2 en vez de trabajadores independientes o 1099. “Se llaman empresas tecnológicas para parecer más complejas y complicadas pero el trabajo lo hacen quienes manejan o prestan su servicio”. La socióloga dice que pueden ser trabajadores con flexibilidad de horario como la mayoría de los que lo son.
De acuerdo a esta autora y después de haber conocido a los actores de esta industria, hay tres tipos de trabajadores: los que tienen éxito (que tienen capital también) y son una minoría, los que están completando su salario y los que están intentando mantenerse a flote que en su mayoría son indocumentados o personas que llevan mucho tiempo desempleada.
Regulación para el gig
El Senador demócrata Mark Warner lleva tiempo tratando de dar vida a la red de seguridad que se desvanece para quienes pasan a ser trabajadores independientes. Para ello ha hecho varias propuestas entre ellas la de una ley que facilite los préstamos hipotecarios a quienes estén autoempleados.
Una de las más importantes pasa por crear un programa que pueda crear un método para que las plataformas de la economía gig contribuyan a un fondo de beneficios que los trabajadores puedan tener independientemente de donde trabajen.
La otra propuesta tiene como objetivo que las entidades que ofrecen hipotecas valoren el riesgo de distintas maneras y no se centren con tanto rigor como hasta ahora en el documento W2 que presenta el salario de un empleado en nómina. Los independientes tienen otro documento, el 1099, que no es con el que la banca saca su alfombra roja.