Estas son las razones por las que puede ser preferible invertir en índices en vez de en acciones
Acertar con una inversión muchas veces es cuestión de suerte, pero en la mayoría de las ocasiones, y tomando como resultado una media de todas las decisiones de inversión en el medio/largo plazo, la mayoría de las veces la rentabilidad obtenida es cuestión de una estrategia de inversión bien planificada.
Invertir en acciones, o sus equivalentes colectivos como los fondos de inversión, requiere tiempo, conocimientos y dedicación; al menos para que sepamos con cierta garantía en qué estamos invirtiendo, y si verdaderamente tenemos opciones de ver una jugosa ganancia en forma de revalorizaciones. Pero hay otra opción que, aunque puede dar menores réditos que algunas acciones en concreto, ofrece una rentabilidad mucho más segura, al menos 100% a salvo de quiebras fulminantes, o extinciones empresariales. La opción es invertir en índices.
Toda decisión de inversión requiere un análisis profundo: si no, es mejor acudir a los índices
Por estadística, para la mayoría no suelen ser buenas decisiones de inversión aquellas que acuden al calor de una burbuja. Tampoco lo son aquellas que se limitan a tener el dinero criando polvo (y rentabilidad ajena) en la cuenta del banco. Y si bien es cierto que cada tipo de inversor en cada momento de su vida tiene unas necesidades para sus ahorros, lo cual se ha de traducir en una forma distinta de invertirlos, no es menos cierto que en los mercados, la rentabilidad más segura está en el largo plazo. La seguridad está fuera de fiebres del oro que dejan siempre más damnificados que nuevos ricos, y requiere tomarse su tiempo para analizar cada balance, cada empresa, cada mercado.
Pero no todo el mundo tiene el tiempo (o las ganas) de escudriñar cada apunte contable de las empresas cotizadas que son un posible destino de inversión. Algo similar ocurre con unos fondos de inversión que muchas veces requieren igualmente un análisis profundo, al menos para saber si tienen una buena gestión, y si su estilo de gestión se adapta a nuestras necesidades. Centrándonos en analizar para ese inversor medio, sin tiempo o conocimientos para análisis más allá de unos minutos al día, siempre tenemos ahí a los índices.
¿Y cómo invertir en índices? Bueno, pues la verdad es que para invertir en un indice como tal, la mejor opción son los fondos cotizados o ETFs que los replican. Este producto financiero que ya revolucionó en mercado de inversión hace unos años, conjuga unas muy bajas comisiones de gestión, negociación en tiempo real como las acciones, y además reparten dividendos. Realmente, además respecto al tema de hoy, los ETFs sobre índices son una excepcional fórmula para optimizar la ecuación rentabilidad/esfuerzo+tiempo.
Con ello, para que la rentabilidad acuda a su extracto de cuenta de valores ya sólo falta que el índice tome la senda alcista. En este último punto en concreto, que al final es el quid de la cuestión, sólo podemos recomendarle en términos generales que lean con frecuencia medios salmón serios como nosotros, para poder medirle el pulso al mercado en cada momento que toque tomar una decisión de inversión.
Pero hay base empírica para poder decir que los índices son la mejor fórmula de inversión
Bueno, base empírica haberla hayla, pero siempre bajo las premisas anteriores de necesitar una fórmula de inversión que optimice ese canje rentabilidad/esfuerzo+tiempo. Porque obviamente, una buena inversión en las acciones que más se revaloricen en el mercado siempre va a arrojar más rentabilidad. Al fin y al cabo los índices sólo son un promedio ponderado de las acciones que lo componen, y matemáticamente siempre va a haber acciones con una rentabilidad superior a la del índice, pero no lo olviden: también va a haber otras tantas acciones con un rendimiento mucho más pobre que la de los selectivos (y no selectivos).
Es más, habrá acciones (e incluso empresas completas) que desaparezcan de la faz de los mercados, arrojando un siniestro balance de pérdidas del 100% para los inversores más sufridos y sufridores. Y es justamente ahí donde nos gustaría incidir en el tema de hoy: precisamente invirtiendo en índices está usted totalmente a salvo de este fatídico (pero no infrecuente) evento de defunciones empresariales.
Y retomado la pregunta que daba entrada al último título: sí, sí que hay base empírica para afirmar que los índices son la mejor fórmula de inversión desatendida. La base empírica requiere un analisis algo extenso del ciclo de vida de un índice selectivo. Y aunque realmente necesitamos un índice senior para que la muestra temporal tenga algo de rigor, los resultados van a ser igualmente dignos de tener en cuenta.
¿Tiene sentido analizar lo ocurrido en el caso de invertir en Ibex o en acciones?
Cuando el Ibex-35 fue lanzado al mercado, en Enero de 1992, estaba compuesto por unas compañías que eran el fiel reflejo de la realidad económica que se vivía en el momento. Principalmente eléctricas y bancos, en sectores fuertemente regulados, mostraban la realidad de una economía como la española, que estaba en pleno proceso de profunda transformación. Si bien muchas de aquellas empresas siguen cotizando de alguna manera en los mercados, tras numerosos procesos de fusión o adquisición, hay algunas que han desaparecido de la faz de la tierra (y de la «Terra»).
Tras arrancar en 1992 algo por debajo de los 3.000 puntos, en sus pocas décadas de vida, nuestro flamante Ibex-35 ha arrojado una rentabilidad hasta nuestros días de alrededor del 300%. Puede ser que no les parezca demasiado para más de dos décadas de vida, pero no deben olvidar que esto es tan sólo una muestra de principio a fin, y lo realmente interesante está en la rentabilidad agregada de la inversión contrarian que se adelanta a la psicología de masas, y recoger los frutos de invertir en momentos de pánico, y desinvertir en momentos de euforia. Ahí no hace falta que les digamos que la rentabilidad es mucho más jugosa, pero el tema de hoy requiere hacer hincapié en otro aspecto más relevante.
Lo que tal vez los lectores más ávidos de percentiles no ven es que, después de 26 años de vida, el Ibex-35 sigue ahí. Lo cual no es poco si uno observa el ir y venir de diferentes compañías en los mercados. El Ibex-35 nos ha puesto (moderadamente) a salvo de las dos principales crisis bursátiles y económicas más importantes que han coincidido con su corto ciclo de vida.
Y, aunque el Ibex se ha teñido de rojo pasión de forma importante, se ha acabado recuperando de ellas y alejándose de los mínimos. Resulta obvio decir que nuestro selectivo aún está pagando los platos rotos de la burbuja inmobiliaria, pero habrá que ver dentro de unos años, ya que no hay que olvidar que esta crisis posiblemente va a ser la más grave que habremos vivido en nuestras vidas. Y si no está de acuerdo con éste párrafo y le parece que un Ibex a 10.400 es poco habiendo caído desde los casi 16.000, compare con lo que queda del dinero que muchos ahorradores invirtieron en constructoras o inmobiliarias en el momento álgido de la burbuja.
A salvo de las crisis (que no indemne), y con renovadas fuerzas tras ellas
Las crisis de las que les hablamos tal vez ahora ya no estén tan frescas en la memoria popular, pero les aseguro que ambas han sido muy dramáticas para nuestra socioeconomía (espero que al menos tengan presente la última de ellas). Estamos hablando de aquella crisis «.com» que asoló los mercados, y de la más reciente y terrible crisis inmobiliria española.
En la primera de estas debacles, la crisis «.com», debemos recordar cómo hubo cotizaciones relacionadas con la tecnología que subían como un auténtico cohete: Telefónica la primera de ellas, a pesar de ser un gigante. Pero hubo otros protagonistas en este desastre. Debido al tamaño de nuestro selectivo doméstico, sólo podemos hablar de uno de estos protagonistas «natos .com», no como en el caso de otros mercados como el estadounidense y su nutrido NASDAQ.
Este protagonista «nato .com» es Terra, la malograda compañía que abanderó la burbuja .com en España, y que llegó a superar en capitalización bursátil a la propia ENDESA con apenas activos y poco más que un portal genérico de internet. La compañía, que en otros tiempos fue el estandarte de la nueva economía, fue excluída de cotización en 2005 con una bajada del 98% desde máximos, y habiendo volatilizado los ahorros de innumerables pequeños inversores. Sin embargo el Ibex-35 sigue ahí.
La otra gran crisis a la que ha sobrevivido con réditos el Ibex-35 es la ya más «fresca» crisis inmobiliaria española. Debido a la generalización de la burbuja dentro de la realidad económica española, además del peso relativo siempre importante que el sector de la construcción ha tenido en la economía de España S.A., en este caso tenemos muchos más protagonistas. La estrella fulgurante de esta burbuja fue la efervescente inmobiliaria Astroc, chicharro sobrecalentado donde los hubiese, pero que arrojó rentabilidades que parecían fruto de un cohete que no iba a parar de subir nunca (como el precio de los pisos). Pero acabó bajando (¡Y cómo lo hicieron!), tal y como algunos vaticinamos.
Compañeros de viaje de Astroc fueron la mayor parte (por no decir todas) del resto de las contructoras e inmobiliarias. Tras los años de sequía del mercado inmobiliario, las víctimas han sido varias. Desapariciones, quiebras, fusiones por supervivencia han poblado el sector tanto de empresas cotizadas como de no cotizadas. Empresas como FCC que en su día era un ejemplo empresarial de gestión y rentabilidad, han acabado depauperadas y en una situación de debilidad, que les ha acabado sacando de una forma u otra del selectivo del mercado cotizado.
El análisis del caso nacional del Ibex-35 lo hemos hecho porque debemos hacerlo, pero esa muestra temporal de la que les hablábamos antes, para el caso de nuestro familiar Ibex-35, no alcanza los mínimos estándares de rigor estadístico que algunos nos exigimos: es un índice demasiado joven. De hecho, como les decía, el Ibex-35 como tal vió la luz allá por 1992, lo cual nos distancia de su creación unos escasos 26 años.
Este plazo realmente no es mucho en términos relativos cuando se lo compara con la longevidad y los ciclos de vida empresariales, ni tampoco para el ciclo medio de rentabilidad para los ahorros acumulados a lo largo de una vida laboral completa. La cuestión es que esta comparación va tan justa tan justa en plazos que no permite una comparación más extensa, para así poder descartar eventos cíclicos y/o azarosos del mercado y la economía. Y precisamente hoy tratamos el tema de la inversión en el largo plazo, con un horizonte temporal de una vida laboral.
Pero la muestra «truncada» del Ibex-35 se torna reveladora en otros selectivos más senior
Por fortuna, tenemos a nuestro alrededor otros índices con más historia que el nuestro, y que cotizan en un sistema económico muy similar al europeo y al español. Efectivamente, les estoy hablando del compañero Dow. El DWIJ, o Dow Jones Industrial Average, es un selectivo que se creó a finales del siglo XIX, más concretamente en 1896. Aparte de que resulta innegable dónde está la cuna del capitalismo popular, es interesante analizar aquellas 12 empresas que entraron a formar parte del índice en su lanzamiento, y saber qué ha sido de ellas en la actualidad.
Business Insider ya hizo recientemente este ilustrativo ejercicio de análisis en este artículo. Como habrán podido ver, y como era de esperar, la realidad económico-empresarial que mostraba el análisis de la composición del índice huele a naftalina. Y es totalmente lógico, puesto que aquel Dow original refleja una socioeconomía de hace casi 125 años. Efectivamente esta es una composición realmente histórica. Pero vayamos al tema del análisis de hoy, y veamos si en este periodo de muestra habría sido más adecuado invertir en el índice, o en acciones…