Un mercado laboral sin salario mínimo es posible
Con la subida del salario mínimo que vimos en el año anterior se ha manifestado una pésima evolución del mercado laboral en 2019 (caída del desempleo del 1,2% en el interanual de diciembre), y de ahí se forja un debate sobre la eficacia de establecer un salario mínimo en la legislación.
A pesar de que la gran mayoría de los países cuentan con un salario mínimo, lo cierto es que podemos encontrar diferentes ejemplos de países que han abandonado la idea de impulsar un salario mínimo desde el Gobierno.
Y no, no estamos hablando de países tercermundistas sino países que cuentan con las rentas per cápita más altas del mundo y con mercados laborables que se encuentran en pleno empleo.
En nuestro entorno tenemos sin salario mínimo a Suiza, Suecia, Finlandia, Noruega, Austria, Italia e Islandia que entendieron perfectamente los peligros que entraña fijar centralizadamente un nivel de productividad mínimo para acceder al mercado laboral legal.
En las siguientes líneas examinaremos las razones que han llevado a la no implantación del salario mínimo y si podemos aprender algo de sus experiencias.
Un salario mínimo vinculado a la capacidad del sector como alternativa
La productividad de los diferentes sectores en una economía es totalmente dispar entre sí. Fruto de ello, puede ser medianamente entendible enfocar un acuerdo desde el punto de vista sectorial, con acuerdos entre representantes de trabajadores y empresarios, y no establecer un salario mínimo centralizadamente que sea igual para todos los trabajadores de un país.
Pensemos que aquellos sectores menos productivos tenderán a incrementar el desempleo cuando el salario mínimo suba como hemos visto ya en el sector agrícola en el último año que en España ha sido el gran perjudicado por la subida del SMI.
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En los países nórdicos podemos identificar salarios mínimos establecidos por la industria o través de contratos de negociación colectiva. En muchos de estos países que carecen de salario mínimo, sus trabajadores están vinculados al sindicado y ellos negocian una tarifa salarial de referencia para el sector.
Sin ser una solución óptima ya que la verdadera negociación colectiva debe ser dentro de una empresa para que se adapte a la realidad de la misma, sin lugar a dudas, representa toda una mejora frente a la imposición de un salario mínimo por parte del Gobierno.
En estos países, todos los partidos están de acuerdo en que el salario mínimo es una pésima idea debido a que, desde el punto de vista de partidos más vinculados a la derecha ideológica es una vía de estatismo en el control salarial contra la libertad empresarial y, desde el lado de la izquierda ideológica, se percibe como un modo de atar a los sindicatos y rebajar su poder de negociación dentro de una industria o sector en la que operan.
Además, los acuerdos marcados vienen determinados por indicadores macroeconomicos. De esta manera se persigue un equilibrio entre desempeño económico de un sector y compensación laboral. El caso de los sectores vinculados a las exportaciones prima mucho el papel de la competitividad frente al mercado externo y este es el parámetro clave que marca las condiciones laborales, entre ellas el salario.
¿Cómo funcionan los países sin salario mínimo?
En estos países, la mayoría de sus trabajadores están bajo el paraguas de un sindicado. Estos sindicatos negocian el esquema salarial de referencia en nombre de los trabajadores participantes para que el gobierno no tenga que hacerlo. Dado que cada industria puede requerir medidas muy diferentes de sus empleados, tiene sentido que el salario mínimo varíe de una empresa a otra.
En Suecia, por ejemplo, casi todos los ciudadanos suecos pertenecen a uno de los aproximadamente 60 sindicatos y 50 organizaciones de empresarios que negocian las tasas salariales para el trabajo por hora regular, salarios y horas extras. De ahí se extrae que estadísticamente, el salario mínimo tiende a rondar cerca del 60-70% del salario promedio en Suecia.
En el caso de Dinamarca, es similar al anterior y, además, es extremadamente fácil despedir a un empleado. Esto suena contradictorio, ¿por qué sindicatos tan fuertes aceptarían tales condiciones? Hay una respuesta fácil a esto, y es el siguiente principio: proteger a los trabajadores, no a los trabajos. De ahí se acuñó el término flexiguridad que permite ajustes rápidos para las empresas y protección al trabajador desempleado.
En Suiza vimos una propuesta de salario mínimo legalmente rechazado en 2014. El voto decisivo en contra de un salario base de 3.270 euros fue promocionado como evidencia de que los suizos no quieren o necesitan la intervención del gobierno, lo que podría causar que los trabajadores con salarios bajos pierdan empleos si Los empleadores no pueden pagar más.
Sin embargo, como todos los países enumerados en este artículo, Suiza depende en gran medida de los sindicatos y las organizaciones de empleados para negociar salarios justos para cada industria, lo que significa que el 90% de los suizos ganaban más que el mínimo propuesto de todos modos.
Tasas de desempleo más bajas que la media de la Eurozona
Fijar el precio mínimo en uno de los factores productivos, en este caso el trabajo, lleva a la no asignación de la oferta y por lo tanto a un exceso de ella que se traduce, si hablamos del mercado laboral, en un mayor desempleo.
A excepción de Italia que tiene ciertos problemas económicos vinculados a problemas estructurales como la falta de competitividad, un crecimiento económico raquítico desde la introducción del euro, la alta morosidad bancaria y los constantes déficits, el resto se países sin salario mínimo cuenta con tasas de desempleo envidiables.
En Suecia y Finlandia nos encontramos con una tasa de desempleo entre el 6% y el 7%, en Austria, Noruega, Dinamarca e Islandia estaría alrededor del 4% y en Suiza cae hasta el 2,5%.
No parece que en estos países exista un caos laboral por no establecer un salario mínimo en su legislación, sino que se muestra unas mejores tazas desempleo que la media de la Eurozona que se encuentra en el 7,4% y sin punto de comparación con España cuya tasa se ubica en el 13,7% (aunque el salario mínimo solo es una parte del problema del mercado laboral español).