Los errores al predecir el futuro
Peter Thiel ha señalado que queríamos coches voladores, pero en su lugar obtuvimos 140 caracteres. Sólo tiene razón en parte. Durante décadas, las visiones futuristas mostraban a las familias cotidianas viajando en coches voladores, y es cierto que aún hoy seguimos atascados en el suelo. Sin embargo, eso no se debe a que seamos incapaces de construir uno. De hecho, el primero se inventó en 1934.
El problema no es tanto de ingeniería como de economía y seguridad. Podríamos construir un coche volador si quisiéramos, pero hacer uno que pueda competir con un automóvil normal es algo totalmente distinto. Además, en muchos aspectos, 140 caracteres son mejores que un coche volador. Los coches sólo nos permiten viajar por la ciudad, Internet nos ayuda a abarcar todo el mundo.
Eso ha creado mucho más valor del que podría crear un coche volador. A menudo no conseguimos predecir el futuro con exactitud porque no tenemos en cuenta nuestra capacidad de sorprendernos, de ver nuevas posibilidades y tomar nuevas direcciones. Interactuamos entre nosotros, colaboramos y cambiamos nuestras prioridades. El futuro que predecimos nunca es tan emocionante como el que finalmente creamos.
1. El futuro no se parecerá al pasado
Tendemos a predecir el futuro extrapolando el presente. Así, si inventamos un coche y luego un avión, parece natural que podamos combinar ambos. Si la familia tiene un coche, tener uno que vuele puede parecer el siguiente paso lógico. No miramos un coche y soñamos, por ejemplo, con una computadora. Así que en 1934 soñamos con coches voladores, pero no con computadores.
No sólo los optimistas caen en este error fundamental, sino también los pesimistas. En Homo Deus, el autor e historiador Yuval Noah Harari señala varios estudios que demuestran que los trabajos humanos están siendo sustituidos por máquinas. A continuación pinta un cuadro distópico. «Los humanos podrían volverse militar y económicamente inútiles», escribe. ¡Qué horror!
Sin embargo, el panorama no es tan oscuro como parece. Pensemos en el apocalipsis del comercio minorista. En los últimos años, hemos visto un número sin precedentes de cierres de tiendas minoristas. Esos puestos de trabajo han desaparecido y no van a volver. Podemos imaginarnos a miles de empleados del comercio minorista sentados en casa, preguntándose cómo pagar sus facturas, tal y como predice Harari.
Sin embargo, el economista Michael Mandel sostiene que los datos cuentan una historia muy diferente. En primer lugar, muestra que los puestos de trabajo ganados por el comercio electrónico superan con creces los perdidos por el comercio minorista tradicional. En segundo lugar, señala que el sector del comercio electrónico en su conjunto, incluidos los centros de distribución con salarios más bajos, tiene un salario medio de 21,13 dólares por hora, que es un 27% más alto que los 16,65 dólares que gana el trabajador medio del comercio minorista tradicional.
Así que no sólo hay más gente trabajando, sino que también se lleva más dinero a casa. El apocalipsis del comercio minorista no sólo no es una tragedia, sino que es una especie de bendición.
2. La próxima gran cosa siempre empieza pareciéndose a nada
Toda tecnología acaba alcanzando sus límites teóricos. Compra un computador hoy y verás que las especificaciones técnicas son muy parecidas a las de hace cinco años. Hoy en día, cuando sale una nueva generación de iPhones, los críticos destacan más la cámara que la velocidad del procesador. La verdad es que la ley de Moore ha terminado.
Esto parece trágico, porque nuestra capacidad de aumentar exponencialmente el número de transistores que podemos meter en una oblea de silicio ha impulsado el avance tecnológico en las últimas décadas. Cada 18 meses, más o menos, ha salido una nueva generación de chips que ha abierto nuevas posibilidades que los empresarios han convertido en emocionantes nuevos negocios.
¿Qué haremos ahora?
Sin embargo, no hay que preocuparse realmente. No hay un undécimo mandamiento que diga: «Computarás con unos y ceros» y el fin de la ley de Moore dará paso a tecnologías más nuevas y potentes, como la computación cuántica y la neuromórfica. Éstas se encuentran todavía en una fase incipiente y puede que no tengan impacto hasta dentro de cinco o diez años, pero probablemente impulsarán el futuro durante las próximas décadas.
La verdad es que la próxima gran cosa siempre empieza pareciendo nada. Einstein nunca pensó que su trabajo tendría un impacto práctico durante su vida. Cuando Alexander Fleming descubrió la penicilina, nadie se dio cuenta. Del mismo modo, el futuro no es digital. ¿Y qué? ¡Será aún mejor!
3. Son los ecosistemas, no los inventos, los que impulsan el futuro
Cuando los primeros automóviles salieron al mercado, se llamaron «carros sin caballos» porque eso es lo que todo el mundo conocía y estaba familiarizado con ellos. Así que parecía lógico que la gente los utilizara de la misma manera que utilizaba los caballos, para hacer un viaje ocasional a la ciudad y para trabajar en el campo. Pero no fue así, porque conducir un coche no se parece en nada a montar a caballo.
Así que primero la gente empezó a dar «paseos dominicales» para relajarse y ver a la familia y los amigos, algo que sería demasiado agotador para hacerlo regularmente a caballo. Las gasolineras y las carreteras asfaltadas cambiaron la forma de distribuir los productos y las fábricas se trasladaron de las ciudades del norte, cercanas a los clientes, a los pequeños pueblos del sur, donde la tierra y la mano de obra eran más baratas.
A medida que aumentaba la capacidad de viajar, la gente empezó a mudarse de las ciudades a los suburbios. Cuando los consumidores pudieron cargar fácilmente la compra de una semana en sus coches, las tiendas de la esquina dieron paso a los supermercados y, finalmente, a los centros comerciales. El automóvil cambió mucho más que la forma de desplazarse de un lugar a otro. Cambió nuestra forma de vida de una manera que era imposible de predecir.
Si observamos otras tecnologías importantes, como la electricidad y los computadores, encontraremos una historia similar. Son los ecosistemas, más que los inventos, los que impulsan el futuro.