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La vida en un pueblo fantasma

Vivir en la ciudad irlandesa de Adamstown, a pocos kilómetros de Dublín, es tranquilo. Quizás muy tranquilo. La que una vez fuera símbolo de un apogeo económico sin precedentes es ahora casi un pueblo fantasma, monumento del fracaso del sueño irlandés.

Uno de los legados del boom inmobiliario que impulsó vertiginosamente el crecimiento económico de Irlanda desde los 90 hasta el inicio de la crisis en 2007 fue la proliferación de complejos residenciales que ahora están prácticamente vacíos. Como en Adamstown.

Son las diez de la mañana de un día de semana y soy el único pasajero que se baja del tren. Esta reluciente estación tiene cinco plataformas, aunque durante la mayor parte del día sólo se detiene aquí un tren por hora.

Las barreras automáticas están levantadas. Cuando paso, un aburrido y solitario empleado asiente con la cabeza desde el único kiosco que se encuentra abierto.

Al final de las escaleras puede verse una placa de metal con letras doradas: «Estación de Adamstown, inaugurada oficialmente el 16 de abril de 2007 por Bertie Ahem», el ex jefe de gobierno de la República de Irlanda.

Abril de 2007 fue uno de los últimos meses donde prevaleció el optimismo. Una época en la que todavía se podía respirar esperanza, justo antes de que el llamado «tigre celta» cayera fatalmente enfermo.

Desde mediados de los años 90 Irlanda comenzó a enriquecerse. Las compañías multinacionales contrataban personal, se abrían nuevos negocios, llegaban inmigrantes de Europa del Este y muchos irlandeses regresaban a su país para participar de las ganancias del auge económico.

La ciudad necesitaba nuevas casas para la población creciente y así fue como en 1998 se esbozaron los planes para fundar una nueva gran ciudad. Diez mil hogares para albergar a 25.000 personas.

El lugar geográfico no podía ser mejor, una campo verde al lado de la principal vía ferroviaria, a menos de 15 minutos de Dublín y cerca de la carretera que conecta la capital con el noroeste del país.

En 2006, en el momento más álgido de la burbuja inmobiliaria, las primeras propiedades salieron a la venta.

Repitiendo una escena común de la época, potenciales compradores hacían largas filas para ver los inmuebles. En los primeros dos días se vendieron 330 viviendas…



  • Ver original en BBC Mundo Economía
  • Publicado el domingo mayo 13, 2012


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