La necesidad y la trascendencia de ser selectivos
Hemos sido muy afortunados, a estas generaciones nos ha tocado vivir en una época gloriosa en la que podemos aprovechar —como nunca en la historia— oportunidades y detectar posibilidades. El entorno hace que las opciones se nos desborden y hay tantas cosas que podemos hacer, tantas alternativas que tenemos a disposición para elegir que nuestra capacidad de decisión se puede nublar ante la diversidad de elecciones. De hecho, estamos enfrentando tantas cosas buenas que al contrario de lo que podríamos pensar, el factor decisivo se nos complica. ¿Qué elijo? La mayoría de las personas se sienten abrumadas: tienen una multiplicidad de cosas por hacer y tiempo limitado para concretarlas.
Es un hecho, la mayoría de las personas se sienten desbordadas. Son demasiadas tareas y poco tiempo para llevarlas a cabo. ¿No nos repetimos constantemente que querríamos que el día tuviera más de veinticuatro horas? Luchamos acabar con las tareas domésticas y profesionales, por leer las noticias y las novedades. No dejan de surgir como olas, nuevas tareas y responsabilidades. Sentimos que jamás lograremos ponernos al día y que siempre estaremos atrasados, incluso si tenemos ayuda.
Por eso es tan relevante ser selectivos. Necesitamos entender que lo importante no es empezar una infinidad de proyectos sino terminarlos bien. Elegir adecuadamente implica ser capaces de seleccionar aquello que tendrá mayor impacto y posibilidades de ser finalizado con éxito. Para ello, debemos de conocer bien cuáles son las competencias con las que contamos para poder desarrollar una idea, transformarla en un proyecto que pueda llevarse a buen puerto.
No es tan difícil. Una persona promedio que desarrolla el hábito de establecer con claridad sus prioridades para completar tareas importantes superará a un genio creativo e innovador que está ideando maravillas que no consigue completar. Esto es una verdad del tamaño del planeta. Recientemente, una persona que asistió a una plática en la que me tocó ser ponente me recomendó un libro con un título muy simpático: “¡Tráguese ese sapo!”, de Brian Tracy. La propuesta me resultó interesante.
Tracy plantea que un sapo es una tarea mayor e importante que tendemos a postergar y es una actividad que de hacerla rápido y bien, traerá efectos positivos en el presente y en el futuro. Propone la siguiente regla: “Si tiene que tragarse dos sapos, tráguese primero el más feo”. En otras palabras, lo que el autor quiere decir es que, si tenemos delante un par de tareas importantes, deberíamos empezar por la mayor y por la más dura. Sostiene que al disciplinarse para empezar inmediatamente con lo más difícil y perseverar hasta completarla, haremos un hábito de terminar una cosa antes de iniciar la siguiente. En segundo lugar, Tracy dice que “si tiene que tragarse un sapo vivo, de muy poco sirve sentarse a contemplarlo mucho rato”.
Efectivamente, la clave para alcanzar altos niveles de rendimiento y productividad es desarrollar hábitos perdurables para enfrentar la tarea principal cada mañana. Si tenemos la costumbre de tragarnos el sapo antes de hacer cualquier cosa, sin estar dándole vueltas al problema, en vez de contemplarlo, lo resolveremos.
El hábito se traduce en algo sencillo: deja de hacerle al cuento y ponte a hacer lo que debes. Para usar un lenguaje más actual, tragar sapos es algo así como orientarnos al logro. Conseguir resultados relevantes se destaca como una conducta visible y congruente que abarca más allá del terreno profesional, a la vida en forma integral de una persona. Va desde arreglar los cajones del clóset hasta ordenar la cubierta del escritorio, empieza con manejar un auto limpio y continua con la concreción de proyectos que han estado durmiendo el sueño de los justos y que urgen.
En nuestro mundo en general y en el terreno profesional en particular, nos pagan y nos promueven por lograr resultados concretos y medibles que se traduzcan en una contribución valiosa. Para ello hay que estar enfocados y entender la necesidad de ser selectivos. Sin embargo, recientemente se ha puesto de moda decir que debemos ser multitaskers, nos han hecho creer que podemos y debemos de traer miles de bolas entre manos y ser como los malabaristas del circo que pueden estar actuando en tres pistas al mismo tiempo mientras hacen girar pelotas en el aire.
Con tristeza, podemos comprobar que en muchas ocasiones las bolas terminan en el suelo y la gente confundida. El fracaso en la ejecución es el mal que se padece cuando la gente confunde el logro con la actividad. Creen que pueden estar en una reunión mientras chatean por teléfono y redactan un informe. Desde luego, ellos terminan haciendo nada o peor aún, ejecutando mal todo. Así no se consiguen los resultados requeridos.
Nuestros viejos nos dijeron con gran sabiduría que el éxito en la vida y en el desempeño profesional está determinado por la clase de hábitos que desarrollamos. Poner atención es de máxima importancia ya que esto nos lleva a establecer las prioridades en forma adecuada. Los beneficios son de amplio espectro. Cuando entendemos la necesidad de ser selectivos, superamos las indecisiones y encaramos las tareas en forma más efectiva poniendo todas nuestras habilidades mentales y físicas al servicio de aquello que debemos realizar.
Por el contrario, cuando estamos haciendo dos o más cosas al mismo tiempo, no hacemos una cosa ni la otra. Me ha tocado estar en reuniones en las que los asistentes están enfocados en la pantalla de su teléfono o de su computadora sin poner atención en lo que se está comunicando. Evidentemente, el desempeño de estos equipos de trabajo se ve mermado porque después están preguntando aquello que ya se les había explicado.
Si somos selectivos quiere decir que somos personas capaces de elegir aquello que será mejor. Por lo tanto, se podrá decidir si es mejor atender lo que me dicen en una pantalla o lo que me están explicando en una reunión. Es mejor guardar el teléfono y enfocarse o decidir no ir a la junta y atender la urgencia telefónica que tratar de hacer dos cosas y terminar sin hacer nada. Ser selectivos requiere disciplina para focalizarse y concentrarse. Una persona que entiende esta necesidad y ejerce esta opción demuestra determinación, orden, dominio y capacidad de decisión. ¿No es esa una buena fórmula de éxito?
Los seres humanos tenemos una capacidad virtualmente ilimitada para aprender y desarrollar virtudes, habilidades y hábitos. Seleccionar de entre las buenas, las mejores puede llevarnos a elegir el carril en el que se puede avanzar más rápido y así pisar el acelerador a fondo. Pero, una a una: escogiendo lo que es relevante. Priorizando. Para ser un profesional efectivo debemos entender la necesidad de ser efectivos. Si no, podemos terminar como el payaso de circo que tiró las pelotas en todas las pistas.