El estrés laboral, la pandemia del Siglo XXI
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define el estrés como el conjunto de reacciones fisiológicas que prepara al organismo para la acción. Es la respuesta de un organismo frente a un cambio en el mundo exterior que le rodea. No es un concepto nuevo, se padece desde la prehistoria, pero ya en 1029, el fisiólogo estadounidense Walter Bradford Cannon introdujo el término estrés en su disciplina como una situación amenazante, una reacción lucha-huida.
También el endocrino húngaro Hans Seyle desarrolló en 1932 el concepto el estrés como la tensión física o emocional que sufre el cuerpo. Y la Real Academia Española (RAE) habla de estrés como la tensión provocada por situaciones agobiantes que originan reacciones psicosomáticas o trastornos psicológicos a veces graves.
Pero el estrés no siempre es nocivo y perjudicial, sino que en muchas ocasiones es el motor que impulsa a la acción o a lograr metas en la vida. Es lo que se llama, afirma el Víctor Vidal, investigador del estrés laboral e inspector de la Seguridad Social, el eustrés, “el bueno, que causa placer y ayuda a la reactivación del organismo de manera positiva, porque estimula la actividad y la energía”. Pero el que debería hacer saltar todas las alarmas, sobre todo en el mundo de la empresa y de momento no lo está haciendo, es el distrés, “el que disgusta, el que rompe la armonía entre el cuerpo y la mente, el que altera, este es una amenaza”. Y este tipo de estrés el que los expertos consideran la pandemia del siglo XXI. “Porque produce enfermedades, y la que no está la agrava, porque se abusa del tabaco, del alcohol, se sigue una mala alimentación, no se hace ejercicio…”, afirma este experto, que considera un error que la sociedad haya normalizado el término estrés.
“Lo utilizamos como algo habitual, y se ha obviado que hay línea directa relacionada con el cáncer de mama o de colon, por ejemplo. Es cinco veces peor que el alcohol y el tabaco”, afirma Vidal, que pone como ejemplo de buenas prácticas a Japón, que ha puesto el distrés como el mayor problema de salud de la población, dado que es una patología que afecta a profesiones con una elevada carga de tensión, como pueden ser los brokers, los ejecutivos sometidos a demasiada presión o cualquier profesional agobiado por la obtención de determinados objetivos. “El estrés aparece cuando valoramos una situación amenazante y no nos sentimos con recursos para afrontarla. Por ejemplo, cuando se exigen muchas tareas y no se sabe cómo hacerlas o son muy difíciles. Es decir, percibimos una descompensación entre las demandas y los recursos”, explica la psicóloga Elisa Sánchez, coordinadora del grupo de psicología y salud laboral del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid.
De hecho, según Vidal, más del 80% de las enfermedades actuales está relacionado con el estrés, ya que afecta a todas las células del organismo y destruye sobre todo las células cerebrales. Además, el estrés produce ictus, infartos, insomnio, patologías dermatológicas, pérdida de peso, diabetes, alteraciones hormonales y cardiacas, disminuye la defensas… La retahíla no acaba ahí, dice Vidal, que también apunta hacia el elevado número de suicidios, sobre todo entre la gente joven, “desbordada por las elevadas cargas de trabajo”. Ante todo esto, solo cabe poner barreras, pero de manera urgente.
Para gestionarlo de una forma adecuada, apunta la psicóloga Sánchez, el primer paso a seguir es saber identificarlo, “conocernos a nosotros mismos, qué situaciones nos hacen sentir amenazados y cómo reaccionamos ante ellas”. Porque las emociones, incluidas el estrés no son negativas, son un aviso de cómo estamos percibiendo esa situación. Por tanto “reconocerlo, no negarlo, sino aceptarlo sería lo primero”. Lo siguiente sería afrontarlo de forma positiva, buscando soluciones. Por ejemplo, planificando mejor las tareas, y también los descansos,” no por trabajar más horas somos más productivos, además nuestra salud se puede ver afectada”. También es importante buscar recursos, bien aprendiendo lo que necesitamos para desempeñar adecuadamente el trabajo, además de revisa creencias y autoexigencias, “como tengo que hacerlo todo perfecto a la primera, necesito controlarlo y supervisarlo todo”.