¿Por qué contratar a un mentor en las pymes?
Es un secreto a voces: más del 75% de los emprendedores que se atreven crear su empresa, ya sea micro, pequeña o mediana, tienen la idea, tal vez el capital, cuentan con muchas expectativas pero desconocen cómo hacer del negocio algo constante, rentable y prometedor, más allá de los clichés que existen asociados a las prácticas exitosas.
Lo ideal sería ser un experto en todo, conocer al detalle cualquier emprendimiento y, más aún tener acceso a la experiencia de una forma expedita, como lo ilustra aquella escena de la película de ficción Matrix (1999) donde uno de sus personajes (Trinity) le pide a otro (Tanque) que le envíe información de cómo volar un helicoptero militar y éste, desde un ordenador, la descarga directamente en ella convirtiéndola en toda una piloto.
Pero la realidad dista mucho de la fantasía, si bien es cierto que la información está en todas partes, no es menos cierto que el conocimiento y la experiencia se adquieren con el tiempo, a través del ensayo y error y situaciones complejas y variadas que ponen a prueba la capacidad de respuesta, el intelecto, la inteligencia y la adaptabilidad, sin dejar por fuera la toma de decisiones y la capacidad de asumir riesgos.
¿Puede una micro, pequeña o mediana empresa darse el lujo de experimentar por ensayo y error? No lo creo. Se sabe que el 80% de las nuevas empresas no superan los tres años a causa del uso del ensayo y el error para afrontar el mercado y que del 20% restante sólo la mitad llegan a los cinco años de ejercicio continuo. Es simple, improvisar puede ayudarnos una vez, pero no lo hará siempre y dejar el destino de una empresa, con todo lo que ello significa en materia de inversión (tiempo, dinero, esfuerzo) a planes basados en supuestos sin ninguna base y alimentados por una corazonada, no sólo es irresponsable sino inmaduro, sin dejar de señalar que tal cosa equivaldría a apilar el dinero y quemarlo.
Resulta más económico, practico, aleccionador y rentable contar con la ayuda de un mentor, y he dicho mentor, no un coach sin pretender restarle importancia a esta figura, pues el mentor tiene como finalidad transferir el conocimiento practico y experiencias a quien tutorea ofreciéndole su punto de vista el cuál está basado en situaciones reales vividas y conocidas por él, más allá del conocimiento teórico o académico que haya podido acumular, mientras que el coach orienta sus esfuerzos a desarrollar las competencias de cada individuo haciéndolo descubrir la fórmula que necesita, pero jamás dándosela.
Un mentor ofrece la oportunidad de aprender de una persona exitosa, de primera mano y en tiempo real, lo que debe hacerse y lo que no, a la par de contar con alguien que facilite el entendimiento, agudice los sentidos y oriente el desarrollo de competencias para futuros retos y situaciones.
La presencia de un mentor en los primeros años de las PYMES no puede considerarse un gasto sino una inversión, como lo es la publicidad en medios, la presencia en el mercado objeto y la adquisición de equipos relacionados con la actividad comercial que se llevará a cabo. Como es una inversión puede medirse en el tiempo, incluso se puede establecer el ROI (retorno sobre la inversión) y conocer su impacto en la rentabilidad del negocio y su permanencia, crecimiento y fortalecimiento de marca en el mismo.
Las PYMES deben tener presente que, al inicio siempre es prudente contar con personas experimentadas y conocedoras de cómo que pueda impulsar y alimentarlas, sin que ello signifique que puede existir la necesidad de este tipo de figuras en empresas con cierto tiempo en el mercado o que se consideren sólidas, pues, aunque no se estime una necesidad inmediata, el mentor siempre partirá de la premisa propuesta por Richard Farson en su libro Administración de lo absurdo que, parafraseándola, nos sugiere una vez que encuentre la manera perfecta de hacer las cosas, deséchela y comience de nuevo.