Los líderes tienen que ser optimistas
En un sobre amarillo con letras negras muy grandes se leía la frase: los líderes tienen que ser optimistas. Se trataba de una promoción de una conferencia de un conocido político norteamericano, actualmente consultor y conferencista empresario.
Seguimos con las recetas, me dije con una sonrisa forzada. No estoy muy de acuerdo con este tipo de afirmaciones que se basan en absolutismos que niegan pedazos del ser humano. Los opuestos existen y deben ser reconocidos e integrados, no negados, no reprimidos. Los opuestos se complementan.
Considero que el liderazgo es un camino de vida elegido, no una técnica ni una programación mental y mucho menos el resultado de una conducta basada exclusivamente en el voluntarismo. Se trata, desde mi percepción y experiencia, de una decisión personal de ser protagonista de la propia vida. Es un largo camino sin llegada, con innumerables finales y comienzos. Una sucesión de muertes y nacimientos. Vamos abandonando viejas creencias y adoptando otras que con el tiempo, a lo mejor, serán nuevamente abandonadas.
Se trata, insisto que desde mi punto de vista, de la aceptación del optimismo como parte de un todo en el que existe el pesimismo. El uno sin el otro carece de existencia. Algo así como la luz y la oscuridad, el bien y el mal. Tenés que ser bueno, nos decían en casa cuando éramos niños.
Es una actitud consciente, reconociendo también la existencia de aquello que opaca los brillos ilusorios de un optimismo que puede ser que no logre sostenerse en los hechos.
La historia, universal y local, está llena de líderes optimistas que al tiempo (cuando consideramos la historia social, todos los tiempos son cortos) se convirtieron en leña para críticos y adversarios. Incluso, son muchos los que despectivamente se refieren a ellos como aquellos loquitos sueltos. En estos momentos me viene a la mente Nelson Mandela y su ENORME camino de liderazgo. Para tener hay que hacer y para hacer, indefectiblemente hay que SER.
Acceder a nuestro optimismo sin reconocer nuestro pesimismo puede resultar de escasa eficacia. No se trata de algo que podamos lograr sin recorrer nuestros caminos internos para ir descubriendo quiénes somos. Esto, justamente, tiene que ver con ir logrando ser líder de uno mismo. Una vez esto, no antes, podremos aventurarnos a liderar a otros.
En un presido había varios internos picando piedras. Al preguntarles que hacían, todos contestaban quejosamente: acá estoy, picando piedras…. Uno de ellos, contestó: estoy construyendo iglesias. Pedazo de diferencia, ¿no?
Mi conexión con el optimismo es muy grande. Estoy convencido de que si en las organizaciones, públicas y privadas, se motiva el liderazgo personal de sus miembros, nuestro mundo será mucho más habitable que el actual, en el que supuestamente abundan los líderes optimistas