El tesoro en nuestra pirámide
No me cabe duda que es cierto que en Venezuela tenemos un tesoro en la base de la pirámide -C.K. Pralahad y S. L. Hart. Se trata de 21 millones de personas -clases socioeconómicas D y E según el Pulso Nacional de Datos- ansiosas por participar activa y productivamente en la vida económica de un país que los tiene excluidos.
La inclusión no se trata sólo de hablar de ellos, de darles subsidios, asignaciones especiales, trabajos eventuales y que sigan siendo pobres, sino de sacarlos de la pobreza impulsando su incorporación a los circuitos económicos de generación de riqueza, de productos y servicios, en el múltiple rol de diseñadores, productores, empleados, obreros y consumidores, para así despertar su potencial y que puedan escalar social y económicamente. La aspiración de tener una mejor calidad de vida es un sueño universal, y los sectores pobres de nuestro país no son una excepción.
Está a la vista que la manera en la que se ha venido tratando el tema de la eliminación de la pobreza (gobiernos, ONG´s, organismos multilaterales) no ha dado resultados pues la cantidad de pobres sigue en aumento. Hace falta un nuevo enfoque orientado a la innovación que reconozca las verdaderas necesidades de nuestras clases carenciadas.
Para articular cualquier nuevo enfoque hay que comenzar abriéndoles los caminos para informarse y comunicarse. Esto no es venderles cosas o ideologías, sino permitirles participar libremente en el intercambio de ideas y posibilidades, a través de conceptos 2.0 basados, por ejemplo, en tecnologías inalámbricas -95% de la población venezolana tiene acceso a telefonía celular- y en la televisión satelital, para que puedan contar con información amplia y no contaminada tanto para saber qué quieren, como para que reconozcan la variedad de oportunidades que cada vez más se les van presentando, a nivel local y global.
Quien quiera comunicarse asertivamente con la base de la pirámide, debe tener un buen mensaje que demuestre comprensión de las necesidades de los pobres y orientación a la solución de una manera fiable y sincera. De hecho esta comunicación no suele ser fácil y normalmente debe contarse con la participación de miembros de las mismas comunidades tanto para el caso de la promoción de bienes y servicios como para el desarrollo, por ejemplo, de una campaña electoral. Se trata de un mercado muy exigente y cualquier intento de engaño podría llegar a dar al traste con la credibilidad, ya que el boca a boca funciona muy rápidamente y por encima de los esfuerzos mediáticos. Se les podrá prometer y no cumplir algunas veces, pero no todas las veces.
Hay que estar claros: en cualquier ámbito de la vida de Venezuela el éxito pasa irremediablemente por tomar en consideración a ese gran contingente humano. Tomemos como ejemplo dos ámbitos, el económico y el electoral.
En lo económico, si con seis o siete millones de personas impulsando el país tenemos unos resultados posibles, imaginemos lo que significaría contar con veintisiete millones de personas empujando hacia adelante nuestra Venezuela.
Uno de los nuevos ángulos a explorar es el reconocimiento de que son un inmenso mercado consistente en el 80% de la población venezolana que debe ser desarrollado y que requiere de la participación de un actor que hasta ahora había sido un tímido participante y que está llamado a ser el punto de palanca más importante de la inclusión social: la empresa privada.
Hace falta la convergencia de acciones de gobierno, a través de políticas públicas que disparen un gasto focalizado y grandes proyectos de infraestructura, y el convencimiento de que el sector privado es el ingrediente crítico para aliviar la pobreza promoviendo la creación de puestos de trabajo de calidad y convirtiendo a estos segmentos en parte de su negocio medular, en vez de ser relegados sólo a las iniciativas de responsabilidad social corporativa.
En lo electoral, en la medida que tengan más acceso a los recursos económicos y de información y logren migrar hacia arriba en la pirámide, pasarán a tener un peso diferente en el proceso de toma de decisiones; del voto asistencial-clientelar pasarían al voto opinión enriqueciendo la calidad institucional del país y por supuesto demandando resultados más tangibles y menos virtuales por parte de los gobernantes.
La disminución de ranchos y el aumento de empleos en la empresa privada serían los indicadores más claros y contundentes de que estamos llegando a la base de la pirámide.
Un tesoro no se convierte en tal hasta que no es encontrado.