El \»efecto Serendepity\»
La isla de Ceilán, antiguamente conocida por Serendip, tenía tres príncipes, según un antiguo cuento persa. Éstos solucionaban los problemas más estrambóticos por caminos totalmente opuestos al que la razón empujaba. De ahí Horace Walpole extrae la teoría de la casualidad: ocurre en la búsqueda de la solución de un problema, que resuelve otro que no se estaba estudiando en ese momento. Newton y su manzana, Fleming y las botas mohosas y así muchos de los grandes avances de la humanidad se deben a este \»efecto Serendepity\». En economía, a veces, y no siempre con igual fortuna, se ha dado por llamar a este efecto, \»cuando en el problema está la solución\».
Veamos. Las crisis despejan y eliminan del mercado, como si de una selección natural se tratara, a los empresarios y empresas más débiles, o a quienes no tenían los deberes bien hechos, o no habían tomado las debidas precauciones, o no habían optimizado la actividad empresarial. Éstos, generalmente, estorban a los vocacionales y especialistas del sector y los ponen en peligro. Normalmente son los \»ignorantes imitadores\», especie pseudoempresarial muy peligrosa. En países como el nuestro, existen por otra parte, una casta adherida al poder, que hace negocios a su sombra, especialistas en la obtención de prebendas, o de uso de información o concesiones privilegiadas, rayando siempre en los límites delgados que separan la decencia de la indecencia. Esto, en crisis, se resiente y como no hay \»alma\», suelen desintegrarse y retirarse a disfrutar de sus rapiñas, aliviando la desleal competencia que sin duda hacen a los empresarios legales que no reciben esos favores.
Elimina también las presiones alcistas de los propietarios de los terrenos, los excesivos beneficios de los constructores, cuando los haya, y los excesivos intermediarios, funcionariales, financieros y de servicios, que ahogan a las operaciones entre particulares y entre ellos y las empresas. Estimulan el ahorro y la mejor asignación de recursos, así como la optimización de las producciones, de las rutas de transporte, de tiempos y métodos de ventas, así como de reparto y logística.
Generalmente, y una vez soltado el lastre innecesario o de exceso, las empresas sólidas y bien estructuradas, creadas con espíritu de consolidar y permanecer, salen reforzadas, ya que les elimina también al competidor \»suicida\», que quiere conquistar el mercado sin el control riguroso de los costos de la unidad vendida.
Por otra parte, se trasladan y desvían los flujos monetarios, que anegan sectores olvidados o poco solicitados por la imposibilidad de atender a todos los segmentos con los salarios menguados. Si ya no se compran casas ni autos, que asfixian a la economía de las familias, se dispone de más masa monetaria para otras actividades, comer mejor, salir fuera, comprar muebles, vacaciones o en vestir y vivir un poco la vida.
Por último y sin ser exhaustivo, en las crisis se reducen los consumos de carburantes, se accede al transporte publico en mayor medida, y se baja la dependencia, el gasto e incluso la contaminación. ¿Quién da más? ¿Viva la crisis? No exageremos.
Nada más que nuestros gobernantes, adormecidos en las molicies del ocio, aprovechen la penosa situación, complementen estas derivadas de la crisis con flexibilidad laboral, disminución de impuestos para que las personas tengan más disponibilidad monetaria y muevan la economía, quiten trabas a aperturas de empresas, eliminen falsos intermediarios y zancadillas burocráticas desincentivantes a la concesión de licencias o de financiación de ideas innovadoras, cesen de proteger a sus amigos, liberalicen toda la economía y algunas cosas más, y la recuperación, amigos, está servida.
Convertir un drama en un éxito a veces es posible y siempre necesario.