Definiendo la integridad
Entrando en Google con los términos integridad y directivos, surgen cerca de dos millones de resultados. Entre los diez primeros y para mi sorpresa, hay todavía conexiones a artículos que escribí hace unos 8 años; pero, a eso voy, también aparece como primero de todos un documento de la Fundación CEDE (Confederación Española de Directivos y Ejecutivos), bastante más reciente (2011) y relevante:
Integridad del Directivo. Argumentos, reflexiones y dilemas. En él se ofrece un concepto de integridad que puede resultar llamativo, y lo enfocaremos tras unos párrafos introductorios.
Hace tiempo se publicaron, sí, en revistas impresas e Internet, algunas reflexiones mías sobre la integridad, tras interesarme por el concepto durante varias semanas. Mi deseo de profundizar en él había surgido al final de los años 90, cuando leí Estrategia emocional para ejecutivos, de Robert K. Cooper y Ayman Sawaf. Este libro me llevó a Stephen L. Carter, y a su visión de esta fortaleza. Las formulaciones del experto norteamericano parecían penetrantes y precisas, alineadas con el sentir más extendido; de modo que le cité en artículos, sin dejar de acudir también a testimonios de influyentes personas de nuestro país.
Para Carter, laureado experto en Derecho y Ética, la integridad recordémoslo ya, aunque brevemente exige distinguir entre lo que uno, en reflexión moral, considera justo o correcto y lo que considera incorrecto o inicuo, y elegir luego lo primero, aunque suponga algún coste personal; exige además mantenerse abiertamente en esa elección, aun en condiciones adversas y ante posibles presiones o tentaciones. Este conocido experto sostiene que la integridad resulta cara ( integrity is expensive), y no faltará quien piense que así es acaso un lujo, y que la corrupción viene, en cambio, pareciendo un buen negocio.
Creo que ciertamente venimos relacionando la integridad con la moral y la ética, y, tal como señala el diccionario de la RAE, tenemos por íntegras a las personas rectas, probas, intachables, honradas; a personas, desde luego, alejadas de lo que entendemos por corrupción. Pero también llegué a otro prestigioso experto, el canadiense Ray F. Carroll: La integridad es un rasgo de carácter que abarca las virtudes cardinales, o sea, la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza. Asimismo sostenía Carroll que la integridad no solo exige decir la verdad, sino también descubrirla.
Y vayamos ya, como les anticipaba, al oportuno documento de la Fundación CEDE, que decía venir a clarificar el concepto de integridad. En él se ofrecen textos de diferentes expertos, comenzando, en el primer capítulo, con Michael C. Jensen, profesor emérito de Harvard. En su testimonio se sostiene que la integridad consiste en hacer honor a la palabra dada al margen del análisis coste-beneficio, lo que parece vincular esta fortaleza con el compromiso, la coherencia, la confiabilidad.
En Internet pude encontrar enseguida más información sobre la visión de Jensen. El profesor de Harvard explicaba atención que la integridad no tiene nada que ver con lo bueno o lo malo, sino con la palabra dada. Esta es, y él lo admite así, una particular forma de entender la integridad; una formulación que se distancia de consideraciones éticas o morales, para enfocar el valor de lo dicho. Si lo entendí bien, la integridad se alinearía de este modo con la confiabilidad, aunque no con la ética.
En los siguientes capítulos del documento de la Fundación CEDE, otros expertos (la mayoría, profesores y directivos de nuestras escuelas de negocios) ofrecían sus respectivos puntos de vista sobre la integridad o temas relacionados, y sí parecían vincular esta fortaleza con la ética; pero, al llegar al último capítulo, tras el testimonio de Isidro Fainé (presidente de la Fundación), se volvía sobre la figura de Jensen, para insistir en su particular concepción de la integridad.
Enseguida podía leerse: La integridad no es una virtud relacionada con la ética, la moral o la legalidad, sino que es una actitud positiva (fuera del contexto normativo de la ética y la moral) que conduce a unos mejores resultados en los propósitos perseguidos. Propósitos que desde el punto de vista individual se pueden orientar hacia la felicidad y, desde el punto de vista de una organización, hacia unos mejores resultados económicos.
Luego se recordaba que el enfoque conceptual de la integridad gira alrededor de hacer honor a la palabra; pero la argumentación continuaba: Lógicamente puede que surjan imprevistos por los que no podamos mantener la palabra, pero, para Jensen, se puede seguir siendo íntegro si se expresa claramente que no se puede mantener porque las circunstancias cambian, y se procura arreglar los daños que este cambio pueda producir. Aquí no faltará quien piense que se trata de que los directivos y ejecutivos puedan seguir siendo íntegros, mantengan o no su palabra, y se hallen dentro o fuera de la ética.
Unos meses antes de la aparición de este documento de la Fundación CEDE, Michael C. Jensen había recibido (mayo de 2011) el premio Economics for Management Lecture Series, que anualmente concede el IESE y la Fundación BBVA. Según se lee en la página web del IESE, El nuevo modelo de integridad al que el profesor emérito de la Harvard Business School ha dedicado sus treinta últimos años de investigaciones le han hecho merecedor del galardón. Al parecer, en el acto de entrega Jensen recordó que el gran error de la sociedad actual ha sido considerar la integridad únicamente como una virtud, es decir, con un enfoque moral o ético.
En algunos ámbitos de nuestro país, parece valorarse ciertamente la visión (separada de la ética) que de la integridad nos ofrece Jensen; pero no faltará quien, dado el nivel de corrupción que se atribuye a nuestro sistema, prefiera reforzar, en lo público y lo privado, la vigencia de principios morales y éticos. Quizá se puede asignar diferentes significados a la fortaleza de que hablamos, la integridad; pero convendremos en que se habría de reducir, si no se pudiera eliminar, la corrupción en la actividad empresarial, en la política, y allá donde aparezca.