China quiere cambiar calidad por cantidad en su crecimiento – deGerencia.com
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China quiere cambiar calidad por cantidad en su crecimiento

Después de crecer durante las dos últimas décadas a un ritmo frenético, la ralentización de China supone una oportunidad para mejorar su modelo económico, basado hasta ahora en las manufacturas de bajo valor que han inundado el mundo, la inversión extranjera atraída por su barata mano de obra y el gasto público en infraestructuras que han modernizado al país. Así ha quedado de manifiesto durante el XIX Congreso del Partido Comunista, que concluyó esta semana renovando la cúpula del régimen y encumbrando al presidente Xi Jinping al nivel de Mao Zedong, el «padre de la patria».

Al margen de estas similitudes por su poder absoluto y su culto a la personalidad, ahí se acaban los paralelismos entre ellos. Mientras Mao propugnaba el comunismo a ultranza y la revolución permanente, Xi anuncia una «nueva era del socialismo con características chinas». Un eufemismo para referirse al capitalismo salvaje, y además de Estado, que ha regido la economía china desde la apertura emprendida tras la muerte de Mao por el dirigente reformista Deng Xiaoping. Heredando su pragmatismo, resumido en su famosa sentencia «Gato blanco, gato negro, lo importante es que cace ratones», Xi Jinping intenta adaptarse a los nuevos tiempos reformando los pilares de la economía china, pero manteniendo el mismo sistema. Tal y como anunció en su discurso inaugural del Congreso, el objetivo es que China sea en 2035 «una sociedad modestamente acomodada» y «un poderoso país socialista moderno» a mediados de este siglo.

Muchos expertos no creen en las previsiones del Gobierno chino y estiman que el crecimiento real del país podría ser del 4%

Para ello, propuso «situar la calidad en primer plano y priorizar la rentabilidad» impulsando «la eficacia y la productividad», ya que «nuestra economía ha pasado de la etapa de crecimiento acelerado a la de un desarrollo de alta calidad». A pesar de esta transformación, Xi Jinping reconoció que «aún no se han solucionado algunos problemas relativos al desequilibrio e insuficiencia del desarrollo, su calidad y rendimiento siguen sin ser altos, la capacidad de innovación no es lo suficientemente fuerte, el nivel de la economía real está por elevarse y la protección del entorno ecológico constituye una ardua tarea y un largo camino». Además, recordó que «en cuanto a las condiciones de vida del pueblo, persisten múltiples puntos débiles, la erradicación de la pobreza es una dura tarea y hay disparidad entre las ciudades y el campo y entre las regiones, así como entre las masas, que se enfrentan a dificultades en ámbitos como el empleo, la educación, la asistencia médica, la vivienda y los servicios a la vejez».

Sorprendentemente, el presidente chino evitó fijar una previsión de crecimiento económico para los próximos años, como se había hecho en otros cónclaves anteriores. En 2015, durante el V Pleno del Comité Central para trazar el Plan Quinquenal 2016-2020, el régimen se marcó crecer al 6,5% anual para doblar en esa fecha el Producto Interior Bruto (PIB) de 2010. Una meta factible pese a la desaceleración de la economía china, que crece a su nivel más bajo de los últimos 25 años. Para este ejercicio, el objetivo es que se eleve «alrededor del 6,5% o más si es posible», según anunció el primer ministro, Li Keqiang, en marzo durante la Asamblea Nacional Popular, la reunión anual del Parlamento orgánico del régimen. Hasta septiembre, la subida acumulada fue del 6,9%, pero muchos expertos dudan de la fiabilidad de las cifras chinas y creen que el crecimiento real podría estar en torno al 4%.

Amenazas a la economía
«La omisión de nuevos objetivos persigue que llevamos a cabo mejor nuestros principios de desarrollo, ya que tenemos que atajar las desigualdades mejorando la calidad, la eficiencia y los factores de crecimiento», explicó en una de las reuniones del Congreso el viceministro de Finanzas, Yang Weimin, según informa la revista «Caixin».

Pero la sostenibilidad de este crecimiento se ve amenazada por los problemas que amenazan a la economía china, como la lentitud en la reforma de empresas estatales, la excesiva deuda de los bancos y gobiernos locales y la reducción de la sobrecapacidad de algunos sectores industriales, como el carbón y el acero.

«El objetivo es asegurar que los campeones nacionales sea fuertes financieramente y estén bajo el control del Partido»

Para Craig Botham, experto en mercados emergentes de Schroders, «las expectativas para la política económica de 2018 y en adelante son más de lo mismo. Es decir: una consolidación del poder, tanto político como económico (en parte a través de fusiones de empresas estatales); un intento de librarse del problema de la deuda actual, mediante la canalización del crédito al consumidor y a las nuevas industrias mientras las compañías públicas no rentables se cierran de forma gradual; y parches para mantener el crecimiento en niveles aceptables, probablemente de entre el 6 y el 6,5%». En su opinión, expuesta en un comunicado, «puede que esto funcione algún tiempo, pero, dada la trayectoria actual, esperamos que alrededor de 2020 empiecen a surgir preocupaciones significativas». Sin esperanza en que haya cambios en la próxima Asamblea Nacional, que se celebrará en marzo, Botham achaca el fracaso de las reformas anunciadas en el Tercer Pleno de 2013 a que «el presidente Xi es un pragmático que valora el crecimiento y la estabilidad sobre la eficiencia y la reforma».

Coincide con él Kim Catechis, responsable global de Mercados Emergentes de Martin Currie, filial de Legg Mason. A su juicio, «la reforma de las empresas estatales seguirá, pero al final defraudará a los observadores extranjeros más optimistas. El objetivo es asegurar que los campeones nacionales sean fuertes financieramente y estén bajo el control del Partido. La inyección de capital privado será bienvenida como un modo útil de reducir la deuda, pero no de diluir el control estatal».

Los retos de Pekín
Las desigualdades sociales, la reducción de la pobreza, la reforma de las empresas estatales, la elevada deuda de los gobiernos locales y la sobrecapacidad de algunos sectores industriales muy contaminantes, como el carbón y el acero, son los principales retos a los que debe hacer frente el régimen chino. Haciendo gala de su espíritu reformista, el primer ministro Li Keqiang anunció en 2013 una amplia batería de cambios para abrir más la economía china y dirigirla hacia un modelo basado en el consumo y los servicios, y no tanto en las manufacturas y la inversión extranjera y estatal. Pero sus planes liberales se han encontrado con la oposición de la vieja guardia del Partido Comunista, que controla los grandes monopolios estatales, como el sector energético y petrolero, los bancos, las telecomunicaciones y las infraestructuras. Eclipsada por el personalismo del presidente Xi Jinping, la labor de Li Keqiang al frente de la economía china se he visto difuminada hasta reducir su figura a la de mera comparsa.

«Hay bastante contraste con los dos últimos congresos del Partido, cuando las esperanzas en las reformas y cambios eran altas. En esta ocasión, el Congreso no es un evento, al menos para los mercados», analiza en un comunicado Robin Parbrook, experto de Schroders sobre Bolsas asiáticas. A su juicio, «si el Gobierno central elige ejercer más control sobre las finanzas de las autoridades locales y la banca en sombra (que presta dinero al margen del sistema), esto debería tener un efecto inmediato en la reducción del riesgo de crisis financiera en China». Si sus predicciones son correctas, este «control mejorado del Partido sobre las empresas estatales, los gobiernos locales y el sistema financiero, incluyendo la banca en la sombra, hará la vida de los inversores más fácil y predecible».

Para Jeik Sohn, director de Inversiones de M&G, «las empresas públicas en fase de reforma son una de las principales causas del problema del endeudamiento de China, pero resultan baratas». Por ese motivo, advierte de que «estas compañías podrían convertirse en una trampa de valor», ya que «llevará años alejarse de esta situación». Aunque Sohn destaca que «el camino hacia el equilibrio económico ha sido gradual y accidentado, por intentar desapalancar la economía china y reducir el riesgo financiero mientras se abren los mercados y se fomenta un crecimiento de calidad», reconoce que «las autoridades chinas han conseguido evitar un aterrizaje forzoso»…



  • Ver original en Diario ABC
  • Publicado el domingo octubre 29, 2017


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