Suspirar por un milagro
La vida es una competencia que nunca se acaba, nacer vivo y bien es la primera victoria del ser humano. A partir de allí, la competencia será la norma de una trayectoria prolongada si así se quiere, la voluntad es el primer ingrediente, competir y ser competitivo, tener capacidad para competir. En las empresas y en general en todos los campos de la acción humana, quien aspira a ser líder se sumerge en una competencia permanente. La sociedad nos condiciona para competir, la idea de competencia impregna nuestra vida cotidiana haciendo natural que nos veamos unos a otros como competidores en el trabajo.
La competencia consiste en el libre ejercicio de la preparación, en el desarrollo de las destrezas y en el desarrollo de la propia inteligencia. Las personas que desde su infancia se preparan para competir, aprovechan sus propios recursos y si no los tienen se las ingenian para disponer de ellos y se enfrenta a los demás con las mismas intenciones: ganar. El futuro líder tiene bien fijos sus objetivos, sabe que el esfuerzo debe ser constante y que para triunfar se requiere mucho más que solo la voluntad y el deseo.
El futuro líder enfrenta retos y los vence: el exceso de confianza, los vicios, el conformismo y la poca visión intelectual. Sin actitud de vencer, los esfuerzos resultan vanos para llegar a ser de los mejores, debemos creer que podemos y debemos hacer todo lo que se requiera para poder. Los fracasos que no faltan en el camino, más que frustración, le dan a la persona decidida a alcanzar el éxito, el impulso que se requiere para redoblar los esfuerzos aunque el tiempo invertido desgaste, aunque la tensión se multiplique y aunque la victoria parezca que se aleja a pesar de los intentos de alcanzarla.
La competencia va acompañada de responsabilidad, el derrotismo no cabe con quien se convierte en líder, la preparación y el desarrollo son constantes, nunca terminan porque el líder no debe fallarse a sí mismo ni desilusionar a sus subordinados. El estancamiento nunca será parte de un buen líder.
Cuanto más asciende una persona en una organización, tanto más difícil es su deber, el ascenso es la satisfacción personal y los subordinados y la propia organización son la razón de existir del líder. A mayor rango en la organización, mayor el mando y mayores las responsabilidades.
La competencia también significa hacer a un lado a los ineptos y ellos, con su autolimitación, toman el espacio profesional que les corresponde. La competencia estimula con sus buenos resultados a quienes mayormente se empeñan en ser algo más que una persona estancada en un destino gris. El éxito en la competencia va ligado directamente a la tenacidad y al arrojo cuando éstos se cimentan en la buena actitud y el carácter. Para tener amplias expectativas de éxito, se deben dejar de lado los condicionamientos mentales nocivos que impiden desarrollar las mejores cualidades físicas, morales e intelectuales.
El peligro en la carrera de ser líder, se presenta cuando en nuestros intentos nos estancamos o nos quedamos varados en algún punto de la ruta del ascenso. Cuando eso sucede, uno tiende a conformarse y cuando es rebasado por otros que han trabajado más y han sabido consolidar su estrategia, el conformismo se transforma en preocupación hasta el punto de ser una carga difícil de superar. Pero cuando se dispone de un criterio maduro y de convicciones firmes, así como de un alto sentido de la responsabilidad y la dignidad, la voluntad de volver a continuar el ascenso haciendo lo necesario, permanece inalterable.
Si por el contrario, la persona carece de madurez de criterio, convicciones firmes, responsabilidad y dignidad, ante el estancamiento y el hecho de ser rebasado por otros, se convierte para la organización en un enfermo que contagia, al que nada le satisface y que incurre en desacuerdos y murmuraciones constantes respecto de sus obligaciones.
En estos casos puede ser que el líder rezagado haya alcanzado su nivel de incompetencia y por ello debe realizar un esfuerzo mayor que lo destrabe y lo reintegre a la fluidez jerárquica profesional. El nivel de incompetencia no significa que la persona ya no funciona, sino que alcanzó su tope y tiene la opción de tomar una actitud que le permita permanecer allí siendo eficiente con quienes manda y lidera.
Por otra parte, si queremos seguir siendo líderes eficientes y no logramos un progreso significativo en nuestra evolución, seremos poco dignos de confianza. El mando y el liderazgo exige a quienes lo ejercen constancia en lo profesional y cultural, ambición de metas y mucho esfuerzo y dedicación. El líder tiene que estar preparado siempre para los cambios y tiene que aprender a calcular sus posibilidades.
El líder debe cubrir un perfil y conocimientos que coinciden en todo aquello que está obligado a saber para cumplir sus deberes, sin saberlo todo y poderlo todo él solo. La nesciencia-saber lo que profesionalmente se está obligado a saber- es indispensable en el líder, en su ausencia, se cae en el riesgo de cometer necedades.
Se dice que competir lleva implícito ganar o perder, triunfar o ser derrotado. Si creemos que competir es sinónimo de igualdad es caer en un error. Si un grupo de profesionales han tenido la misma educación y las mismas oportunidades de tener éxito, las diferencias en ascensos y prestigio se justificaran por los propios talentos y habilidades de cada individuo.
La competencia es muy necesaria, sin ella el aliciente hacia la excelencia quedaría relegado a un solitario y frío rincón. Competir es sano, sin menoscabo del esfuerzo que ello implica. Risas, júbilo, dolor y lágrimas, son todo parte de la competencia y de la vida misma. La competencia, aunque a veces silenciosa, domina irremediablemente y para bien nuestro destino como personas, Catón dice que La falta de competencia es la principal causa de la incompetencia.
La competencia no es soñar ni jugar a la suerte, es dedicar todo el esfuerzo a la preparación y dejar lo fortuito para quienes encallados en las esperanzas, suspiran por un milagro.