Sobre el salario mínimo
La política económica española en todos sus aspectos experimentó grandes cambios a partir de 1957-1959. En el año 1962 tuvieron lugar dos alternaciones muy importantes. Por una parte, la estatificación del Banco de España, hasta entonces una perturbadora entidad privada. Por otra, la llegada al Ministerio de Trabajo de Jesús Romeo. Soy testigo de cuando señaló a su equipo que cambiaría la política salarial de Girón, de modo radical, sobre todo después de que el profesor Torres mostrase que su prácticamente postrera, pero muy alta subida de salarios, había originado un descenso de la participación de los trabajadores en la renta nacional, y que la realidad del Mutualismo Laboral imponía una reestructuración de la Seguridad Social. Y dentro de la nueva política laboral, que había llegado el momento de implantar en España el salario mínimo. Después de debates internos, y con enviados del Fondo Monetario Internacional, se decidió que éste fuese de 60 pesetas, la cotización en aquel momento del dólar.
A partir de entonces se puso en marcha esta nueva realidad laboral que Phelps Brown y Hopkins, en «A perspective of wages and prices» (1981) consideran que el problema inmediatamente acuciante era el de superar las contradicciones económicas que yacen en el enlace entre movimientos salariales, empleo y precios, e incluso aquello que Samuelson, en su «Economics», parte 3, capítulo 20, escribirá: «¿De qué le sirve a un joven obrero negro que a su patrono se le obligue a pagarle 1ââ¬â¢6 dólares por hora, si tal obligación dificulta a ese joven a encontrar trabajo?»
Desde 1962 en España se ha echado mano de un mensaje que yace en la Escuela de Friburgo: no puede la libre competencia crear situaciones que alteren la dignidad de la persona humana. Por eso el sistema económico aceptó abandonar medidas opuestas a la jornada de ocho horas, al descanso dominical, o la imposibilidad de trabajo de los niños, y la actividad empresarial ha acabado por encajarlo con medidas empresariales que han concluido por incrementar la productividad. Concretamente, la actual política económica española colabora con la política salarial, pues la obtención de grandes ventajas en la apertura al exterior, la subida del PIB y la rebaja del paro, hacen que la aporofobia se retire ante las medidas actuales sobre salario mínimo…