Por qué el compromiso de pobreza cero es incumplible
El presidente Mauricio Macri parece haber descubierto que bajar los niveles de pobreza es una tarea ciclópea. A lo que se suma que el método de medición que se utiliza hace que cualquier cambio circunstancial en las estadísticas provoque una inmediata y dramática reclasificación en el índice. Una décima de punto en algunos de los indicadores mensuales puede gatillar el temido titular «Aumentó la pobreza», ni qué hablar de una maxidevaluación.
En términos políticos es una fotografía peligrosa. Debe recordarse que el mandatario hizo dos promesas únicas y contundentes que se subsumen en una: bajar la inflación y lograr la ansiada pobreza cero, finalmente causa y efecto que se confunden en un solo resultado, en un índice resbaladizo e inasible que cambia a cada momento.
Se puede retroceder todo lo que se quiera en el tiempo, hasta llegar a la década del veinte (con el oasis de Alvear), para arribar siempre a la misma conclusión: Argentina es un vivero infinito de pobres. Disimulada a veces tras repartos temporarios de subsidios directos o indirectos, en el formato de deuda externa o interna —luego impagables y defaulteadas—, en la adulteración de las mediciones, en las empresas del Estado mussolinianas, en el regalo de jubilaciones también impagables, en el aumento de salarios sin correlato alguno con la productividad, la pobreza ha estado ahí acechando como un vampiro inmortal y aterrador.
La simplificación ideológica, interesada o ciega, casi siempre, acusa a los ricos productores y empresarios de ser culpables y beneficiarios de tal situación. Concepto bastante absurdo, porque difícilmente a ellos les convenga no tener consumidores. Distinto sería acusar a los ricos prebendarios y coimeadores, a los ricos sindicalistas, a los ricos políticos, imputación que tendría mucho más asidero.
Observando sus cifras, Argentina luce como un país con una población mucho más grande que la que correspondería de acuerdo con lo que produce y comercia. Con lo que está confinado aparentemente a tener que sacarles a los que trabajan y producen para dárselo a quienes no lo hacen, a tener 40% de marginalidad laboral y de todo tipo como sistema, o a condenar a la sociedad a altos impuestos para ofrecer un falso empleo público que reemplace al inexistente empleo privado digno, o algún sucedáneo carísimo e ineficaz.
Los inmigrantes desde 1930 en adelante no se parecían en su mayoría a los que había soñado Alberdi, traían el anarquismo (paso previo a la protesta gremial), no tanto la laboriosidad, y eso se fue agravando en términos de agregados de riqueza hasta hoy. Pero así suelen ser todas las inmigraciones masivas. La más pura teoría económica dice que un aumento poblacional por cualquier causa siempre genera un aumento y una mejora en la actividad económica. Ello porque los nuevos habitantes representan una demanda adicional que, a su vez, requiere de trabajo adicional, con lo que se crea una demanda laboral que realimenta positivamente a toda la economía…