Las lecciones de economía que un padre dejó a su hijo y que la mayoría aprendemos tarde en la vida – deGerencia.com
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Las lecciones de economía que un padre dejó a su hijo y que la mayoría aprendemos tarde en la vida

Quizás muchos de ustedes son padres o están muy cerca al suyo en este día. El mío se despidió el 13 de febrero de 2007 antes de entrar al quirófano para una operación de corazón. Ese martes fue una noche donde recordamos grandes momentos juntos, que sin planearlo, se convirtieron en lecciones sobre la vida, el dinero y el futuro.

Recuerdo que mi padre siempre me decía que para lograr cualquier cosa es importante trabajar duro, ser perseverante y tener sentido común. Esa última noche en el hospital fue de confesiones, me dijo que la frase que siempre había utilizado la leyó cuando era estudiante de secundaria y le servía de inspiración. Lo único que esperaba era que la frase de Thomas Alva Edison pudiera tener el mismo efecto.

Mi padre me enseñó a sentir orgullo de todos mis logros, “lo que cuenta es lo que aprendes después que lo intentas”, decía siempre cuando le confesaba que algo había salido mal.

Como geólogo e ingeniero de minas, mi papá viajaba todo el tiempo. Durante una madrugada cuando lo acompañaba por el desierto de Coahuila, me dijo que aunque debía creer en los valores y recompensas por trabajar con dedicación, debería comprender que no todo el éxito en la vida es resultado de ese trabajo y que no toda la pobreza se debe a la pereza.

Siempre me decía que debía ser capaz de hacer todo lo que me imaginara, cuando quisiera, donde estuviera y durante todo el tiempo. Cuando obtuve mi primer salario como reportero de la sección de economía en una televisora local, mi padre me advirtió que si me lo proponía, con ese dinero tendría la capacidad de controlar el tiempo. Al principio no entendí, hasta que supe que la verdadera felicidad no se obtiene solo al comprar cosas materiales.

Pude ahorrar para comprarme mi primer auto, me sentí emocionado, pero ese sentimiento de tenerlo se desvaneció con el tiempo. La pandemia de coronavirus me hizo recordar que al contar con un trabajo que quiero, un horario flexible que me permite interactuar desde casa, puedo obtener esa felicidad de la que mi padre me habló.

Unas semanas después tuvimos una nueva plática al terminar una comida. Me dijo que debería empezar a guardar parte del dinero que ganaba ya que tener suficientes ahorros me permitiría obtener tiempo y opciones en caso de una emergencia. En tono de burla, mi padre me dijo que ese dinero ahorrado me permitiría “envejecer de manera más lenta que el resto de las personas” y si continuaba con el esfuerzo de ese ahorro, “sería capaz de retirarme en el momento que yo quisiera, incluso mucho antes que tuviera mis primeras canas”.

Lograr la independencia económica es el sueño de muchos y quizás también el tuyo. El objetivo final es tener el control de cada dólar que ahorramos para poseer un control de nuestro futuro.

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Mi padre me enseñó el valor de cada dólar ganado. Aunque nunca me faltó nada y siempre me apoyó en compañía de mi madre, nunca me consintió ni un solo capricho. A la edad de 12 años, pedí a mis padres unos zapatos deportivos nuevos, me dijeron que solo podría conseguirlos trabajando. Solo tenía ahorrado $10 dólares en mi alcancía. Mi padre me dio $15 dólares más. Me advirtió que no los gastará, me dijo que los invirtiera y una vez que los multiplicará podría comprarme esos zapatos que tanto deseaba. Junto a mis ahorros utilicé el crédito que mi padre me otorgó para comprar golosinas. Decidí venderlas en un parque cercano al terminar las jornadas como Boy Scout.

Recuerdo que regresé a mi padre el dinero que me había prestado y las ganancias las invertí en la compra de mas dulces y chocolates para seguir vendiendo durante varias semanas. Dos meses más tarde, además de comprarme aquellos zapatos, pude financiar mi primer viaje como explorador a los ríos subterráneos en las Grutas de Cacahuamilpa, en el estado de Guerrero en centro de México.

Aprendí que no siempre puedes tener todo lo que quieres, hasta que entendí lo que cuestan las cosas. Sin saberlo, mi padre me había enseñado a ahorrar e invertir el dinero para para alcanzar metas cada vez más altas.

El éxito no siempre viene de las grandes acciones, es necesario hacer lo correcto cuándo todos los demás están perdiendo la cabeza, dice una de las frases de Napoleón. Al administrar el dinero es una situación similar, tratas de evitar los errores que se conviertan en deuda y luchas siempre por librarte de ellas.

A pesar de los sueños, mi padre me decía que siempre viviera con menos de lo que obtuviera. Vivir con menos fue una de las herramientas más poderosas que me regaló para poder tomar el control de mis ingresos, especialmente cuando dejé la casa de mis padres para ir a la universidad.

Mi padre me dijo que si pensaba ganar más de $50,000 dólares al año al terminar mis estudios, necesitaba gastar solo $40,000 para ser feliz, “serás el más rico que aquel que gana $100,000 dólares anuales pero necesita $150,000 dólares para ser feliz. Cuánto ganas no determina cuánto tienes, y cuánto tienes no determina cuánto es lo que necesitas“.

Aún recuerdo los días en la Universidad. El tercer año de estudios fue tan difícil que pensé en dejar la escuela. Mi padre me dijo: “todo tiene un precio”, y el precio de tu carrera es el tiempo que le dedicas al estudio lejos de la familia y de tus amigos. Todo tiene un precio que vale la pena pagar“.

Alguna ocasión Warren Buffett dijo en una entrevista que el verdadero éxito en la vida llega cuando el número de personas que quieres tener realmente te aman. Creo que Buffett tiene razón, invertir dinero en el crecimiento personal, en estudios, en contribuir a la comunidad contribuye a encontrar esa felicidad. Algunos estudios incluso señalan que gastar dinero en experiencias como los viajes te pueden hacer más feliz que adquirir artículos en un centro comercial.

Aún me falta mucho por aprender, pero siempre tengo presente que esa última noche en la que conversé con mi padre me dio el consejo más importante cuando me dijo: “Nunca aceptes de forma ciega ningún consejo que alguien que dé. Ninguno de nosotros somos iguales y no tenemos todas las respuestas correctas. Nunca aceptes el consejo de una persona sin antes analizarlo y aplicarlo en tu vida, en tus objetivos y en las circunstancias que estés enfrentando. Hijo siempre estaré aquí contigo“.

La mañana siguiente me dio un beso, me abrazo y entró al quirófano. Fue la última vez que vi a mi padre con vida, ese abrazo sintetizó todos los recuerdos que viví con él, mi primer maestro que me dio lecciones de economía para enfrentar toda vida .



  • Ver original en La Opinion
  • Publicado el lunes junio 22, 2020


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