La vida después de la globalización
El fin de la globalización está cerca, declara Michael O’ Sullivan en su libro The Levelling. Allí estima que el mundo está saliendo de un periodo de 30 años de integración global y entrando a una nueva era de disrupción populista. En las páginas de su libro O’Sullivan se concentra en ver la manera de evitar los oscuros escenarios que podrían ocurrir de ahora en adelante.
El autor propone crear estructuras intelectuales que puedan ayudar a insuflar nueva vida a la política y la economía.
Arranca con un episodio ocurrido durante la primera guerra civil en Inglaterra a mediados del siglo 17. En aquel momento en que comenzaba a desarrollarse el gobierno representativo, los soldados del victorioso ejército de Oliver Cromwell participaron en una serie de debates sobre la forma de una constitución política. Los Debates Putney, llamados así por la comunidad del sudoeste de Londres donde tuvieron lugar, representan un hito histórico con relevancia actual, dice O’Sullivan.
El grupo mayoritario eran los «levellers» (niveladores), que abogaban por la igualdad y el lenguaje sencillo y ayudaron a redactar el primer plan para una democracia constitucional, conocido como los «acuerdos de la gente» y de quienes deriva el título del libro. Los levellers presentaron una serie de argumentos para reparar el contrato de confianza entre los representantes elegidos y sus electorados. Básicamente, sus demandas eran menos corrupción, mejores acuerdos comerciales y alivio de la deuda. O’Sullivan ve un paralelo entre aquel momento de la historia y hoy, solo que ahora se presenta a escala global, con los que manejan el mundo.
Proceso «nivelatorio»
Casi cuatrocientos años más tarde, O’Sullivan anticipa un proceso «nivelador» del poder económico y político entre y dentro de los estados. «Con la democracia bajo ataque, habría que seguir el ejemplo de los niveladores», sugiere.
El autor dice que al igual de lo que ocurrió en el siglo 17, en el actual hay crisis de gobernanza y de crecimiento económico. Ambos procesos tienen en común el disloque económico, el cambio y la creatividad.
A partir del caso de los levellers, hace un análisis de la vida después de la globalización. Pero como los eventos de Putney no sirven como marco referencial para entender este mundo, el autor ofrece soluciones para el descontento político y económico y las llama «acuerdo moderno de la gente» escrito sobre las redes sociales por ciudadanos de muchos países. Propone una conferencia global para tratar la deuda y producir una Westphalia de las finanzas, un guiño al tratado de Westphalia del siglo 17 que creó un sistema internacional basado en estados soberanos.
Son ideas creativas, pero el autor no presta demasiada atención a las dificultades de hacer que funcionen. Del mismo modo, cuando reclama otro tratado global para prohibir que los bancos centrales empleen la flexibilización monetaria obligatoria –excepto en condiciones predeterminadas de gran estrés económico y de mercado– la idea parece condenada a no poder arrancar.
O’Sullivan es vago en la explicación de cómo este ambicioso acuerdo podría convertirse en realidad excepto para decir que serían los bancos centrales o sus «patrones políticos» los que harían la negociación.
En el caso de la Reserva Federal, el banco central más importante del mundo, no está para nada claro cómo ocurriría eso o si sería una buena idea. El presidente de Estados Unidos tiene prohibido por ley firmar tal acuerdo en nombre de la independencia del Banco Central (la Reserva Federal). El Congreso ya ha limitado los poderes de la Fed para combatir la crisis para impedir una repetición de los tan impopulares rescates a los bancos en 2008. Sumar más limitaciones podría dejar a la Fed demasiado débil para combatir una nueva crisis.
O’Sullivan hace muchas de las observaciones que normalmente se hacen sobre el periodo que siguió a la crisis financiera: mucha desigualdad, crecimiento económico inducido por las finanzas y votantes desencantados. El sistema, dice, ya debería haber limpiado todo eso.