La economía italiana pone a prueba los planes populistas
Paolo Bastianello, consejero en una compañía de equipos para la refrigeración de alimentos de Padua, en la región del Véneto italiana, lleva meses preocupado por su negocio. «Parece como si la economía se estuviese estancando», explica el ejecutivo de 65 años. «No hay un ambiente de optimismo, existen demasiados signos de nerviosismo en el mundo».
Los datos oficiales conocidos ayer confirmaron las premoniciones de Bastianello. La economía de su país, uno de los puntos problemáticos de la UE, se contrajo por segundo trimestre consecutivo. El retroceso del 0,2% en los tres últimos meses de 2018 implicó la entrada del país en recesión, y reflejó la falta de un crecimiento estable desde hace más de dos décadas.
Las débiles cifras de la economía italiana se engloban dentro de una ralentización más generalizada en Europa, y llegan en un mal momento para el Gobierno populista de coalición de Roma, cuyas políticas expansionistas se basan en unas previsiones de crecimiento que los observadores consideran muy optimistas. Los planes de gasto, que van mucho más allá de los planeado por el anterior Gobierno de Italia, alarmaron a los inversores y provocaron un conflicto con la Comisión Europea antes de llegar a un compromiso al finales del año pasado…