Este no es el fin de la moda
Es una verdad que quizá sea difícil de imaginar en un mundo devastado por las enfermedades y la inseguridad económica, impulsado por el racismo y el descontento, pero nos pondremos ropa para salir de nuevo.
No estaremos vestidos para el anonimato del hospital o la fuerza de trabajo esencial, el calor y el dolor de la protesta, la anomia en el supermercado o el parque, sino para la catarsis de la siguiente etapa. Estaremos vestidos con V mayúscula. Es tanto historia como naturaleza humana.
“Saldremos de esta, como si acabáramos de vivir una guerra”, dijo Li Edelkoort, quien se dedica a los pronósticos de tendencias. “Los edificios siguen ahí, pero todo está en ruinas. Querremos dos cosas: seguridad y bailar”.
“Anhelaremos algo nuevo, renovar nuestras personalidades”, comentó. “Ropa excéntrica, ropa romántica”.
Y, por eso, tras meses en los que la muerte de la moda se proclamó en voz alta y constantemente, una semana en la que una vez más se vio obligada a enfrentar su papel en la preservación de la desigualdad, el motor de la industria ha comenzado a cambiar de velocidad una vez más, en Europa y Asia, aunque en Estados Unidos todavía no, pues las tiendas siguen cerradas.
Hasta ahora, nos hemos enfocado mucho en el “sistema”. Ha habido mucha angustia por la necesidad de cambiar e inquietud por las compras. ¿Las personas querrán hacerlo de nuevo?
Esa es la pregunta incorrecta.
Lo que deberíamos preguntar es esto: cuando volvamos a interactuar con un mundo marcado por el dolor y nos veamos —todo el cuerpo, no solo de los hombros hacia arriba—, ¿qué vamos a querer ponernos?
Suena ridículo: ¿a quién le importa qué nos pondremos cuando hay tantas tragedias y destrucción económica, cuando las viejas heridas que aún no habían sanado se han desgarrado otra vez? Sin embargo, la raíz de esa pregunta es tan cíclica como la historia: ¿cómo se verán nuestras identidades poscrisis?
La cuestión de la ropa
¿Qué querremos que nuestra ropa transmita acerca de las personas en quienes nos hemos convertido y lo que estas experiencias complicadas han implicado? Son las respuestas de esas preguntas lo que nos llevará a las tiendas otra vez, lo que permitirá que las fábricas funcionen de nuevo, mucho más que las precauciones provisionales de seguridad o los cambios en los desfiles de moda y las entregas de ropa que actualmente están discutiendo los conocedores de la industria.
Esos cambios no tienen nada de malo; muchos son encomiables, aunque todavía sean solo un esbozo. El circo de la moda es una máquina atrofiada y necesita actualizarse, sin mencionar algo aún más importante: debe afrontar el tema de la raza y la representación en las contrataciones y las cadenas de suministros. Los desfiles serán completamente digitales al menos hasta septiembre, si es que se organizan este año (muchos diseñadores —como Dries Van Noten— no creen que ese será el caso). El Consejo Británico de la Moda y el Consejo de Diseñadores de Moda de Estados Unidos publicaron en conjunto un comunicado en el que se instaba a terminar con las extravagancias de las precolecciones de viaje.
Se han emitido “cartas abiertas” a la industria, firmadas por varias tiendas minoristas y diseñadores en su mayor parte independientes, con las que se han hecho compromisos para lograr una buena organización de las entregas de las tiendas, según las estaciones, con el fin de vender abrigos en invierno y trajes de baño en verano, y para que las ofertas tengan lugar después de las grandes temporadas de dar regalos, no antes.
Y hablando de tiendas: se están reabriendo (o lo estaban haciendo antes de temer los daños de las manifestaciones) con estaciones de gel antibacterial, distanciamiento social, protecciones de plexiglás y desinfección constante. Aun así, las tiendas minoristas siguen declarándose en bancarrota y los números empeoran cada vez más.
Necesitar comprar más mallas no resolverá el problema; esas podemos adquirirlas en línea. (Además, ¿nadie se ha dado cuenta de que lo que necesitamos está en otra parte?).
Será el impulso irracional y emocional de un… algo. El instinto de reconocimiento que implica considerar una nueva manera de presentarte. Una que diga: “Sí, he cambiado. Sí, las cosas son distintas. Ahora surgimos en un nuevo mundo”.
Depende de la moda definir ese algo, porque ese algo será la manera en que la historia recuerde lo que ocurrió a continuación. Hará lo que siempre hace la ropa, es decir, simbolizar un momento y darle una forma visual. La materialización de esa forma es la pregunta existencial que enfrentan los diseñadores en este momento.
Pero hay una apuesta: no serán los pantalones deportivos. No será el conjunto negro de los antifa ni las camisetas hawaianas por las que han optado recientemente los anarquistas de la extrema derecha…