El especulador filántropo
¿Puede un hombre tumbar una divisa? George Soros sí. Su influencia está a la altura de su fortuna. Este inversor vale 14.500 millones de dólares, según la revista Forbes, y aunque en los últimos 30 años ha donado más de 8.000 millones a grupos de derechos humanos, sanidad y educación, es más conocido por sus controvertidas apuestas contra el Banco de Inglaterra y el baht tailandés. El legendario gestor de hedge funds ha decidido esta semana poner fin a una carrera de cuatro décadas en Wall Street. Cerrará su fondo Quantum, devolverá 1.000 millones que pertenecen a inversores externos y se centrará en gestionar la fortuna familiar. Quantum es víctima del endurecimiento de la legislación estadounidense, que obliga a los fondos que gestionen activos por encima de 150 millones de dólares a registrarse ante la SEC (la CNMV española) y a someterse a un mayor control por parte del organismo regulador antes de marzo de 2012.
Soros -el 12 de agosto soplará 81 velas- saltó a la primera plana en septiembre de 1992 por su ataque a la libra esterlina: vendió en un día 10.000 millones y forzó al Banco de Inglaterra a devaluar la moneda. En el camino, se embolsó 1.000 millones de dólares. Más tarde, habría intentado repetir la jugada con el euro. A principios del pasado año, los mercados vieron su firma tras el ataque de varios hedge funds de Wall Street al euro. Una apuesta de 8.000 millones de dólares contra la divisa europea, la mayor acumulación de posiciones cortas en la moneda única desde su lanzamiento. Lo cierto es que Soros no confía en la supervivencia del euro. Y no solo por la crisis griega. «Si Europa tiene una moneda común necesita un Tesoro común», ha declarado el financiero.
La gran experiencia del hijo de Tividar y Erzebat Schwartz, judíos no practicantes, fue sobrevivir al holocausto, según relató en primera persona en Mi filantropía. Tenía 14 años cuando los alemanes ocuparon su Hungría natal y Soros lo recuerda como los años más felices de su vida. Su padre, un abogado apasionado del esperanto, el idioma universal, que había pasado por una experiencia similar durante la Primera Guerra Mundial, organizó la resistencia. Una actitud ejemplar. Preparó identidades falsas para su familia y amigos. De ahí le viene el apetito por el riesgo. «Me atrae enfrentarme a problemas aparentemente insolubles», confesaría.
En 1947, la familia se trasladó a Inglaterra, huyendo del comunismo. Allí George asistió a la London School of Economics. Fue el descubrimiento del filósofo vienés Karl Popper, al que Soros consideraría su mentor espiritual. La obra La sociedad abierta y sus enemigos -una defensa de la democracia, la libertad deexpresión y el respeto de los derechos individuales- jugaría un papel determinante en las actividades del inversor a lo largo de su vida. Hoy, su red de fundaciones Open Society trabaja en más de 70 países para «construir democracias vibrantes y tolerantes cuyos Gobiernos son responsables ante sus ciudadanos», asegura Soros en su página web.
El Soros financiero se forjó en la firma británica de intermediación Singer and Friedlander. Cuatro años después, estaba listo para ir en busca del sueño americano. Empezó a trabajar como corredor de Bolsa en Wall Street, pero su plan inicial no era establecerse permanentemente en América, sino ahorrar 500.000 dólares en cinco años y regresar a Europa. Cambió de idea cuando encontró trabajo como gestor de carteras en el banco de inversión Arnhold y S. Bleichroeder Inc., donde adaptó las teorías de Popper. Tenía más talento para operar en los mercados que para la filosofía, de modo que comenzó a aplicar su famosa teoría de la reflexividad a la inversión. Le ayudó a predecir, entre otras cosas, la aparición de las burbujas financieras.
Soros, desde 1961 ciudadano estadounidense, creó a finales de los sesenta el Fondo Doble Águila para Bleichroeder con 4 millones de capital, 250.000 dólares de su propio dinero. Cuatro años después, junto con su asistente Jim Rogers, fundó Soros Fund Management, el embrión de Quantum. El fondo, que en 1980 valía 381 millones, cuenta en la actualidad con activos de 25.500 millones. No todo han sido éxitos en su carrera. Fue condenado en 2002 por los tribunales franceses por abuso de información privilegiada en la compra de acciones de Société Générale. Otro de sus sonados errores fue la apuesta por Lehman Brothers en el verano de 2008, en plena crisis hipotecaria.
Soros también tuvo intereses en España, a través de Medgroup, propietaria de varios proyectos turísticos y que entró en concurso de acreedores. Se desprendió el pasado año de su participación del 45%, cansado de la situación del sector inmobiliario en España, informó el presidente de la compañía, Jordi Robinat. Una carrera de recompensas y sinsabores. Ahora, el octogenario inversor inicia su retirada. No está dispuesto a someterse al escrutinio de la SEC, prefiere cultivar su imagen de filántropo. Una labor que le ocupa desde hace más de 30 años. Su dinero ha ido a garantizar la educación universitaria en Sudáfrica, promover la democracia en las exrepúblicas soviéticas o financiar las operaciones del Grameen Bank, el banco de los pobres, en la India. Un poco menos magnate, un poco más magnánimo.