El arte de emprender
Los emprendedores viven a diario muchas situaciones similares a las que enfrentan los artistas, por eso ambos tienen tantas actitudes en común. Enfrentar a las críticas son situaciones que los unifica. Otra capacidad que los aúna es la virtud de generar algo que antes no existía, sea un cuadro o una industria; una canción o una disrupción; un poema o una innovación. Ambos se enfrentan al riesgo, la crítica y al fracaso… mientras construyen su camino al éxito.
Los artistas son emprendedores de la cultura y los emprendedores son artistas de los negocios. Ambos tienen en común lo siguiente:
Salir de la zona de confort
Artistas y emprendedores pueden tener miedo ante la incertidumbre que genera el futuro pero eligen salir de la comodidad. Ambos se arriesgan y van superando obstáculos a fuerza de pasión, constancia, ensayo y sudor. Como decía el genial Pablo Picasso, “La inspiración existe pero tiene que encontrarte trabajando”.
Manejo del fracaso
Cuando un chiste no hace reír, una canción no logra emocionar o el teatro está semivacío, el artista maneja el fracaso tomando inspiración para crear un proyecto superador. El cómico, el cantante, el escritor o el actor tienen la capacidad de reconocer el fracaso para no volver a repetirlo. En el ecosistema emprendedor es parecido. Los jóvenes empresarios que prestan atención a los fracasos, aprenden de ellos. El éxito genuino llega cuando se superan los momentos difíciles.
Gestionar la presión y administrar las inseguridades son dos aspectos sobresalientes de artistas y emprendedores.
Equipo
Músicos, actores, pintores, escritores y artistas de todas las manifestaciones de la cultura tienen un grupo de soporte que los retroalimenta y a quienes pueden acudir a pedir opinión, guía y consejo cuando sienten que están fuera del camino de donde deberían estar.
Con los emprendedores pasa lo mismo. Necesitan mentoreo, networking, aceleración y compartir inquietudes con otros emprendedores.
Reconocer límites
En este punto, los artistas le sacan algo de ventaja a los emprendedores, porque en general poseen la capacidad de reconocer cuando su obra llega a su fin. Un pintor sabe cuándo más pintura arruinaría su creación o el escritor que se da cuenta que agregar capítulos de más pone en riesgo su libro.
Los emprendedores, en cambio, suelen perder objetividad y les cuesta diferenciar cuando algo está bien o mal y también tienen dificultades para reconocer la conveniencia de parar un proyecto o continuarlo.
Deberían recordar, tal como hacen los artistas, que muchas veces menos es más.
Persistencia
El artista y el emprendedor tienen realidades que se parecidas: crean algo, lo llevan por un camino y fracasan para volver a crear algo nuevo y así seguir adelante. Ambos saben que no siempre es conveniente seguir adelante con una idea si ésta es mala y también conocen los beneficios de aprender del error. No tienen problemas en repintar un cuadro, reescribir una canción o dar un golpe de timón para virar el negocio.
Conclusión
El emprendedor es como un artista. Los dos necesitan crear obras por tres grandes motivos: vivir, crecer y realizar su pasión.
Si creas una empresa y no funciona solo tienes que cerrar, aprender y recomenzar. El mercado es como el público que no le gusta una película y luego ve otra del mismo director y le encanta; es ese mismo mercado que puede hacerte triunfar cuando recomiences ajustando los errores del pasado.