De cuarentena, trabajo en el hogar y otras yerbas
Estar en cuarentena nos ha dado una oportunidad de reflexionar sobre temas que habitualmente constituyen “temas de culto” por llamarlo de alguna manera. Temas que sólo son abordados por organizaciones como la nuestra, el SACRA, Sindicato de Amas de Casa, porque refieren a ese mundo que todos y todas compartimos cotidianamente pero de cuya organización, tarea y resultados nos ocupamos principalmente las mujeres, me refiero al hogar.
La noticia de que no podríamos movernos de nuestros hogares excepto para hacer las compras indispensables, en nuestra vecindad, o para cuidar a nuestros padres, primero estimada en unos días, luego ampliada a catorce días y actualmente ya por el mes de cumplimiento, nos tomó un tanto desprevenidos, sin comprender exactamente las implicancias que tendría.
A medida que avanza se va poniendo negro sobre blanco cómo es el asunto: el tiempo de teletrabajo se solapa con el tiempo de cuidado (tender camas, limpiar baños y pisos, desinfectar, programar las comidas, organizar las compras, lavar la ropa, eventualmente plancharla) en una especie de tiempo líquido, como dice mi compañera del gremio de docentes. Pero ojo, además están los niños y niñas y las tareas escolares, por no mencionar que por alguna extraña razón los desperfectos domésticos se acumulan, y por primera vez nuestros compañeros varones están a full en la casa. Y qué decir del hecho de que convivimos 24 horas –sin interrupciones- con nuestros seres queridos, con los que estábamos acostumbrados a vernos unas cuantas horas al día (porque ellos iban a la escuela, al trabajo, al sindicato, al teatro, a las compras, en fin, a diversas actividades y también porque nosotras teníamos las nuestras), pero ni siquiera en vacaciones la convivencia es 24×24.
Yo diría que es momento para reflexionar sobre algunos temas:
Por deformación profesional voy a empezar con la valorización del trabajo doméstico. Desde hace 37 años nuestro sindicato retomó un proyecto de Eva Perón para valorar económicamente el trabajo del hogar y que ser ama de casa deje de ser “un no trabajo” para obtener la valoración que se merece. En ese camino luchamos por salario, jubilación, obra social y sindicato para las amas de casa. Luchamos por que se entienda que no es la realización del trabajo doméstico lo que hace que las mujeres tengamos menos autonomía económica que los varones, sino la falta de consideración y valoración concreta de ese trabajo.
No tenemos conciencia social de que ese esfuerzo ya se está haciendo, y lo hacemos las mujeres. Los servicios que pueden aliviar esos trabajos son escasos y caros, sean centros de cuidado infantil, lavaderos o servicios de comida.
Por tal motivo, desde 1995 trabajamos para que a través de las Encuestas de Uso del Tiempo se tenga información objetiva respecto de cuánto es la contribución del trabajo no remunerado que hacemos las mujeres a la riqueza nacional. En 1998 hicimos la primera encuesta en Capital Federal a más de 1500 mujeres y encontramos resultados que se verificaron en todas las posteriores: más del 90% de las mujeres hacemos trabajo en el hogar, la tarea doméstica es la que más tiempo demanda a las mujeres comparada con el trabajo remunerado y con cualquier otra actividad, el tiempo total de trabajo de las mujeres se compone de un tercio remunerado y dos tercios sin remuneración, por decir sólo algunos resultados). En 2013 el Indec hizo la primera encuesta nacional que ratificó esos resultados, incorporando información sobre los varones: por cada tres mujeres que hacen tarea, sólo dos varones lo hacen y por cada hora que las mujeres dedican a las tareas de cuidado (sean las domésticas o de cuidado directo de personas), los varones dedican la mitad. Lo cual nos coloca en la situación de que el total de trabajo no remunerado que sostiene el funcionamiento de los hogares argentinos es realizado por las mujeres en un porcentaje que ronda entre el 75 y el 80%.
La cuarentena puede servir para que todos y todas observemos cuánto implica el “no trabajo” del hogar, y cuánto importa el trabajo de la empleada en casas particulares, para pensar juntos cómo esa tarea debe valorizarse, remunerarse y asegurar que podamos tener, finalmente, de manera regular, el derecho de los restantes trabajadores a nuestros propios ingresos y a un retiro digno para la vejez. Muchos de nuestros compañeros varones seguramente están hoy aportando a ese esfuerzo familiar y descubriendo el maravilloso y laborioso mundo del hogar.
Ya la moratoria previsional que jubiló mujeres en una proporción mayor que el 80%, y la Asignación Universal por Hijo y por Embarazo que amplió y democratizó el acceso al salario familiar a muchas familias que no tienen inserción formal en el empleo, pero sobre todo le dio a casi dos millones de madres jóvenes la posibilidad de administrar esos recursos, al ser cobrada directamente por la madre. Gran decisión que cambió la vida de muchas mujeres en nuestro país. Porque se pasó de las palabras a los hechos, ya que todos sabemos que salir del círculo de la violencia doméstica tiene como gran escollo la dependencia económica.
Para quienes tienen en la familia chicos en edad escolar el desafío es enorme, agrega estrés a esta convivencia permanente y forzosa, porque no somos docentes, porque hay que hacerse cargo de trasladar la rutina escolar de algún modo al hogar, porque comprendemos que también nuestra contraparte en las escuelas está haciendo un gran esfuerzo –con resultados desparejos- para que nuestros niños no se desconecten de la actividad escolar.
Pero comprendamos la necesidad de dar a los chicos y a los grandes algún orden en ese sentido, la conveniencia de que continúen de algún modo su actividad educativa y la necesidad de darles a los docentes una dinámica de trabajo desde su hogar incorporando tecnologías de educación a distancia sobre las que tienen –también- un manejo desparejo. Tengamos un alerta en el sentido de que este proceso no está sustituyendo los meses que los chicos no tengan escuela, que está bueno que no se esté recargando a la familia ni a los docentes con una exigencia que se mida académicamente, sino que de conjunto aportemos a armar una rutina productiva para nuestros hijos, acomodada a la propia rutina de nuestros trabajos remunerados y no remunerados.
Una palabra especial para el esfuerzo que se hace desde Educación y desde cada docente para este desafío inesperado, especialmente pensando que esas y esos docentes son, seguramente, también madres y padres que cuando se “sacan” el delantal de la escuela, se “colocan” el delantal de la cocina.
En todo caso valoro enormemente que ese esfuerzo del sistema educativo es para realizar solidariamente, con mucha comprensión y creatividad para mantener viva la inquietud y curiosidad de los niños y su deseo de aprender cosas nuevas. El sistema irá resolviendo los temas institucionales de otorgamiento de créditos y títulos, y seguramente encontrará una manera creativa y efectiva de hacerlo.
No me gustaría dejar de señalar que todas aquellas profesiones y oficios que han sido declarados –y sobre todo son- indispensables como las de salud, higiene urbana, seguridad, transporte, función pública en los tres poderes y en todas las jurisdicciones, etcétera, son desempeñadas por personas que enfrentan cuando llegan a su hogar el desafío de encontrar a su familia y vecinos en cuarentena y que también aparecen –cómo no- algunas expresiones mezquinas de “sálvese quien pueda” que reaccionan con temor frente a quienes tienen la obligación de circular. Vaya para ellos también nuestro reconocimiento.
La recomendación respecto de establecer rutinas, organizar las tareas, diferenciarlas entre las responsabilidades familiares y las del empleo es una recomendación necesaria, pero debe ser hecha no sólo a las familias y a las trabajadoras y trabajadores sino sobre todo a quienes son empleadores y jefes para que se comprenda precisamente lo extraordinariamente excepcional que es este momento: que no siempre tenemos la comodidad para desempeñarnos en casa, que la conectividad y la disponibilidad de computadoras, internet, teléfonos inteligentes también es despareja.
El trabajo doméstico en su versión remunerada y no remunerada tiene que ser incorporado al análisis económico porque es constitutivo del bienestar de la Nación –¿o alguien piensa que es mejor vivir sin tener familia, vivir sin higiene o alimentarse inadecuadamente?- y porque su aporte a la economía es cualitativa y cuantitativamente muy importante. Cualitativamente porque construye valores, identidad y cultura y cuantitativa porque el valor de esos bienes y de esos servicios ya tiene una cuantificación económica y es muy significativa.
Para terminar, estas reflexiones están destinadas a que durante la cuarentena y en el futuro podamos repensar la organización del trabajo incorporándole variables que hasta ahora se han observado muy poco y que, al revés de lo que algunos piensan, esta experiencia sirva para incorporar un concepto de trabajo más integral, para incorporarlo en las decisiones sobre condiciones de trabajo y remuneraciones, no como algo periférico sino constitutivo de la vida misma en comunidad. Eso seguramente nos permitirá fortalecer la riquísima experiencia que en materia sindical tenemos las y los trabajadores en Argentina.
La autora es secretaria general del Sindicato de Amas de Casa de la República Argentina