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Cómo la familia debe apoyar a un desempleado

En los primeros tres meses del año hubo 539.740 personas desempleadas en Chile. Cada uno de esos desocupados tiene una familia, ya sea la de origen, es decir, padres y hermanos, o la propia, con pareja e hijos. En cualquiera de los dos casos, los seres queridos que están alrededor de la persona sin trabajo deben apoyarla, ya que pasar por un periodo largo de cesantía acarrea grandes crisis.

«Un papel fundamental de la familia es ‘segurizar’ al desempleado respecto de sí mismo, de su valor personal, profesional y laboral. Cuando las personas se sienten a sí mismas como capaces, logran pensar la realidad con mayor claridad y enfrentan cualquier proyecto de manera aportativa y no desde la desesperación. En la medida que la persona se perciba apreciada por su pareja, familia, amigos y comunidad, tendrá la oportunidad de entregar otros aspectos de sí misma a quienes la rodean, contrarrestando los efectos psicológicos que produce el desempleo. El apoyo de la familia y amigos es esencial en la afirmación de la identidad como persona integral, más allá del rol laboral. Con ello, si el sujeto es capaz de creer en sí mismo nuevamente, podrá asumir una postura más resiliente, será capaz de aprender de errores pasados y descubrir caminos inexplorados», afirma Susana Arancibia, psicóloga y docente de Trabajo Social de la Universidad del Pacífico.

Según la especialista, el desempleado pasa por cuatro fases psicológicas bien marcadas. La primera consiste en que el sujeto experimenta el shock inicial por el despido, escepticismo ante el hecho y una confianza e ilusión de que todo saldrá bien, al ver esta etapa como algo muy temporal. Luego, cuando las semanas transcurren, el desocupado decae y surge con fuerza la percepción de fracaso, mostrándose rabioso y ansioso.

«En la segunda etapa la familia pasa a jugar un rol fundamental. El apoyo incondicional es muy importante, entendiendo que la cesantía es una crisis que afecta a todo el grupo familiar, directa e indirectamente. Una forma concreta de ayudar es no ‘enganchar’ en las conductas rabiosas o demandantes que puede presentar la persona cesante, ya que de lo contrario los conflictos escalan de una situación laboral y económica a aspectos de índole relacional-personal», aconseja Arancibia.

Ya en la tercera fase, el cesante se reconoce a sí mismo como desempleado, vivenciándolo como un fracaso personal. Generalmente el individuo se aísla y evidencia síntomas depresivos. En la cuarta y última etapa, la desesperanza se apodera del panorama, ya que la persona se siente incapaz de encontrar un trabajo.

«En la tercera y cuarta etapa la familia y el individuo ya han asumido el desempleo como parte de la existencia. Esto implica, por una parte, que a pesar de las dificultades, aprenden a satisfacer las necesidades mínimas de supervivencia y, por otra, asumen la situación como una incapacidad personal, contexto que permite la desvalorización y propicia condiciones para la depresión. Si esta etapa no se enfrenta unidos como familia, es probable que surjan problemas anexos como estrés, violencia y, en el plano más complejo, el quiebre familiar», advierte la especialista.

Cómo superar los problemas económicos en familia

La cesantía no sólo trae consigo cuestionamientos identitarios, sino también de tipo económico. Según la psicóloga y asistente social, lo mejor es enfrentar juntos el problema monetario, aunando fuerzas y recursos para salir adelante.

«Cuando uno de los miembros proveedores del grupo familiar está cesante es fundamental abordar el tema como familia, ya que es necesario realizar los ajustes económicos que permitan sobrellevar la crisis de la mejor forma. Además, la familia opera como un mecanismo regulador y protector ante las amenazas que implica este escenario, principalmente a niveles de salud, físico y emocional. Cuando se funciona a nivel grupal es posible generar una mayor cantidad de estrategias que cuando se intenta asumir la carga de manera individual. A través de este proceso, los hijos, sin la necesidad de que los padres expresen sus angustias, pueden aprender que la vida no siempre opera como uno quisiera y que a pesar de la adversidad siempre es mejor dar la pelea como grupo unido», señala Arancibia.

Más allá de las dificultades financieras que el desempleo puede ocasionar, es importante el apoyo de la familia en planos más allá que la validación laboral y el rol de proveedor de dinero.

«Muchas veces los adultos tienden a sentirse culpables del estado de cesantía, sentimiento que pudiendo ser muy poderoso, resulta inoficioso, ya que limita o rigidiza sus posibilidades de acción. Para un padre o madre es muy importante sentir el apoyo y admiración de su familia, por lo tanto debe quedar claro que su rol no se limita a ser un proveedor, sino que esto constituye una función más de las muchas que cumple al interior de su hogar, y que es amado y respetado por la persona integral que es», resalta.

Finalmente, la familia puede ayudar a que el desempleado vea el periodo de desocupación como una oportunidad para hacer nuevos proyectos y renacer. «Cuando las personas cumplen un período largo de desempleo es interesante pensar en nuevas estrategias. Una de las principales dificultades que la cesantía genera está asociada a la disminución de red de contactos. Cuando es prolongada en el tiempo, los amigos y conocidos tienden a desaparecer. En ese momento es importante reciclarse, darse la oportunidad de reinventarse, buscar nuevos horizontes, entender que el mercado laboral se mueve y pensar de qué manera puedo yo ser útil y, al mismo tiempo, en ese contexto, qué me gustaría hacer. Cabe la posibilidad de estudiar, de conocer áreas inexploradas, de generar emprendimientos», concluye Susana Arancibia, docente de Trabajo Social de la Universidad del Pacífico…



  • Ver original en America Economia
  • Publicado el sábado abril 30, 2016


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