No rechazamos a los extranjeros si son turistas, cantantes o deportistas de fama, los rechazamos si son pobres
La escritora y filósofa, Adela Cortina (Valencia, 1947) tiene entre sus muchos logros haber aportado al español un término que la Real Academia de la Lengua adoptó para definir el odio a los indigentes, la aversión hacia los desfavorecidos.
Y es precisamente esa palabra, “Aporofobia, el rechazo al pobre”, la que da título al último libro de esta destacada doctora honoris causa por numerosas universidades, miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas de España (fue la primera mujer en formar parte de esa institución), catedrática emérita de Ética en la Universidad de Valencia y directora de la fundación Étnor.
BBC Mundo conversó con ella en el marco del Hay Festival Arequipa, donde participa en estos días dentro de las conversaciones que marcan el 75 aniversario de la editorial Paidós.
Usted acuñó hace más de 20 años ya el término “aporofobia”, reconocido por la Real Academia de la Lengua y recogido en su diccionario. ¿Qué significa? ¿Cómo surgió? ¿De dónde procede etimológicamente?
El término “aporofobia” procede de dos vocablos griegos: “áporos”, el pobre, el desvalido, y “fobéo”, temer, prevenirse, odiar, rechazar.
De la misma manera que “xenofobia” significa “aversión al extranjero”, la aporofobia es la aversión al pobre por el hecho de serlo.
Y la palabra surgió de la manera más sencilla, al percibir que en realidad no rechazamos a los extranjeros si son turistas, cantantes o deportistas de fama, los rechazamos si son pobres, si son inmigrantes, mendigos, indigentes, aunque sean los de la propia familia.
De la misma manera que “xenofobia” significa “aversión al extranjero”, la aporofobia es la aversión al pobre por el hecho de serlo.
¿Por qué es importante que exista una palabra para nombrar el odio a los indigentes?
Porque las personas necesitamos poner nombres a las cosas para reconocer que existen e identificarlas; más aún si son fenómenos sociales, no físicos, que no pueden señalarse con el dedo.
Poner nombre al rechazo al pobre permite visibilizar esa patología social, indagar sus causas y decidir si estamos de acuerdo en que siga creciendo o si estamos dispuestos a desactivarla porque nos parece inadmisible.
¿Es la aporofobia un fenómeno sobre todo de nuestros tiempos, en los que el éxito y el dinero son concebidos por muchos como valores supremos?
Por desgracia, la aporofobia ha existido siempre, está en la entraña de los seres humanos, es una tendencia universal.
Lo que ocurre es que unas formas de vida y unas organizaciones políticas y económicas potencian más el rechazo al pobre que otras.
Si en nuestras sociedades el éxito, el dinero, la fama y el aplauso son los valores supremos, es prácticamente imposible conseguir que las gentes traten a todas las personas por igual, que les reconozcan como sus iguales.
¿Cómo se manifiesta la aporofobia en la sociedad? ¿Puede darnos algunos ejemplos?
Por supuesto. Los inmigrantes y los refugiados son mal acogidos en todos los países, incluso algunos partidos políticos ganan votos cuando prometen cerrarles las puertas.
Tratamos con mucho cuidado a las personas que pueden hacernos favores, ayudarnos a encontrar un empleo, ganar unas elecciones, apoyarnos para conseguir un premio, y abandonamos a las que no pueden darnos nada de eso.
La sabiduría popular dice que hay que intercambiar favores en refranes como “hoy por ti, mañana por mí”, y los padres suelen aconsejar a sus hijos que se acerquen a los niños mejor situados.
El acoso escolar es un ejemplo de aporofobia, como también el abandono que sufren en las poblaciones las víctimas del terrorismo de proximidad…