El efecto cobra en la crianza y el liderazgo
Así como una vez en la ciudad de Hanoi dispusieron pagar por cada rata que los ciudadanos mataran, la administración inglesa en la India determinó pagar por cada cobra que fuera entregada.
El efecto causado fue completamente contrario al deseado. Los habitantes decidieron hacer criaderos del animal requerido para así multiplicar sus ganancias. El resultado fue que se cuadruplicó la cantidad de animales, teniendo que descontinuar el método de recompensas y terminando las cobras sueltas por todo el país.
De ahí se le ha dado el nombre de efecto cobra al hecho de realizar una acción que al final trae el resultado contrario al deseado.
Es muy típico, lo vemos con mucha frecuencia. El jefe castiga de alguna forma a los que cometen errores con el objetivo de que no se vuelvan a cometer. Los empleados actúan bajo estrés y terminan cometiendo más errores. Como conocen la reacción del jefe ocultan los errores y al final estos engordan o engendran. ¿Resultado? La cuota de errores crece por la medida que se tomó para que no hubiese errores.
Con los hijos nos pasa algo parecido. Reprendemos los errores y nos los esconden. ¿No fuimos niños? Sabemos que es así, postergar el dolor es una especialidad que se aprende de pequeño. ¿Al final qué es peor? También lo sabíamos, pero la esperanza de que el problema desapareciera por arte de magia era más poderosa que aceptar la realidad. Y debemos ser sinceros, muchos de los errores desaparecieron o perdieron fuerzas en el camino… hoy nos reímos de ellos con los viejos amigos.
¿Hay alguien capaz de actuar perfectamente y siempre? Creo que ni perfectamente, mucho menos siempre. Entonces, ¿por qué reaccionamos ante los errores de los demás? Muchas veces por no ponernos en su lugar, otras por no analizar, en algunos casos porque venimos con la paciencia agotada por otras situaciones, o por otras tantas razones.
¿Qué busco con mi actuación ante los errores de otros? Debería ser repararlos y que no vuelvan a suceder. Entonces nuestra reacción, o acción, debería tener esos objetivos.
Si a nuestros hijos les decimos que no nos oculten la verdad y sucede algo y nos la ocultan por miedo a nuestra reacción; si cuando nos damos cuenta del problema les reprochamos el error y además el ocultarlo, ¿cómo cree que reaccionarán la próxima vez? Sí, cómo reaccionábamos nosotros. O de la manera más natural, con el instinto de conservación… Ocultar y esperar que nunca se den cuenta.
Crear la confianza con los demás lleva tiempo. El sistema militar está muy metido en la educación; hasta las escuelas en su mayoría siguen el sistema prusiano de hace más de tres siglos. Los errores son multados, en la casa con malos genios y hasta con castigos, en las escuelas con malas notas (y no me refiero a los errores en los exámenes, que dicho sea de paso lo que más demuestran es lo que se enseñó).
Las familias y los equipos deben crear un sistema de comunicación asertiva que permita hablar de errores sin miedo a reprimendas, como planteo por extenso en mi libro Migomismo II – Su inteligencia Interpersonal. El objetivo debe ser encontrarlos rápido y corregirlos. Si el líder reacciona de mala manera, los demás deberían tener la opción de decirle que de esa forma sólo logrará un efecto cobra. Un buen líder tiene que saber que reaccionar es un error, y que lo llevará a conseguir lo contrario de lo que pretende.