Una familia pobre tarda cinco generaciones para alcanzar la clase media en Portugal
La movilidad económica y social sufre un claro estancamiento en Portugal a lo largo de los últimos años, de acuerdo con un exhaustivo informe elaborado por la OCDE. La conclusión resulta más que preocupante: hasta cinco generaciones le puede costar a una familia pobre alcanzar el nivel de alla clase media.
«El estatuto económico de la población se transmite de manera profunda en Portugal de generación en generación», ha determinado el demoledor documento, que pone el énfasis en las limitaciones educativas y su influencia en las cuestiones laborales.
La radiografía se sustenta en la movilidad de los salarios de una generación para la siguiente y en el grado de desigualdad de los ingresos. Cierto que la media de la OCDE ha arrojado un panorama de cuatro generaciones y media, pero el resultado ensombrece claramente la euforia que se ha desatado en Portugal en los últimos tiempos, especialmente por la explosión turística y por haberse convertido en un país de moda.
La elasticidad de los sueldos al otro lado de la frontera es prácticamente nula: no solo la capacidad económica se esclerotiza, sino que la evolución de las profesiones apenas varía.
En este contexto, no ha resultado extraño que el informe dictamine: «La movilidad medida en términos educativos es la más baja entre los países de la OCDE», lo que se traduce en que la eventualidad de que una persona tenga éxito en su terreno está ligada «profundamente» al contexto socioeconómico y al nivel que tenían sus padres.
El desglose ha retratado que el 55% de los hijos de trabajadores «manuales» continúan con la profesión de sus padres, mientras que los hijos de gestores tienen cinco veces más posibilidades de ser gestores que los anteriores, por ejemplo. Por esta circunstancia, el 58% de los progenitores han expresado su temor a que sus hijos no alcancen jamás las cotas de bienestar que ellos fueron acumulando.
Alumno aventajado, según el FMI
Mejorar la cualificación de los adultos y atajar el desempleo de larga duración e incidir deben erigirse en dos de las prioridades del Gobierno socialista de António Costa. Y todo después de que Portugal diera muestras de hacer sus deberes macroeconómicos, en vista de que el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha apuntado al país vecino como el que más ha logrado disminuir su déficit público a lo largo de los últimos cinco años, en el seno de los 19 que integran la zona euro.
Así lo determinaba el Panorama Económico Mundial, un exhaustivo informe elaborado por la institución comandada por Christine Lagarde. La reducción alcanzaba el 3,5% del Producto Interior Bruto (PIB), lo que se traducía en 6.000 millones de euros.
Este excelente comportamiento reconocía los esfuerzos realizados por el Gobierno portugués, mientras que España figuraba en segundo lugar con el 3,2%, por delante de Eslovenia (3%), Grecia (2,9%) y Holanda (2,7%).
La fórmula instaurada por el ex ministro de Finanzas, Mario Centeno, basada en una apuesta por las tasas indirectas como método para disparar la recaudación, se reveló eficaz, al menos en el corto plazo.
Advertencia del FMI
Sin embargo, el FMI ya ha avisado que «las noticias que llegan desde Portugal son buenas en el corto plazo, pero preocupantes en la larga distancia». La razón no es otra que la falta de competitividad a nivel internacional, los discretos niveles de productividad y la delicada situación de las entidades financieras, comenzando por sus dos grandes emblemas: Caixa Geral de Depósitos y Novo Banco.
Así las cosas, la institución se ha mostrado escéptica frente a varios parámetros de cara a los próximos dos años. Lo expresa a través de sus «dudas» con respecto al descenso del déficit hasta el 0,7% en este 2018 y aún más el año próximo: el 0,2%, de acuerdo con los planes presupuestarios oficiales enviados a Bruselas.
Esta circunstancia significa que Portugal se plantaría en 2019 con un 0,9% de desajuste, si todo transcurre conforme a lo estipulado, aunque el FMI solo certifica los resultados a posteriori, no las previsiones a priori porque pueden acabar pulverizadas por el devenir de la economía real.
Y es que Christine Lagarde no ha perdido ojo a lo que sucede en el país vecino, entre otras razones porque todavía debe 4.600 millones de euros al Fondo Monetario, último fleco derivado de la petición de rescate en 2011 por valor de 78.000 millones, cuyo programa de aplicación llegó a su fin hace casi cinco años pero que acarrea consecuencias a largo plazo en forma de intereses.
Tal vez uno de los grandes caballos de batalla se centre en los datos del paro. Actualmente, se ha situado en el 7,8%, mientras que el primer ministro, espera un descenso hasta el 7,6 a final de este 2018 y el FMI mejora aún más las previsiones: hasta el 7,3%.
No obstante, un grupo de expertos locales de Lisboa alertó meses atrás de que estos niveles no reflejan la verdad, pues por ejemplo no se computan ahí los desempleados de larga duración. Por eso ahora vuelve a la palestra este colectivo, al hilo del documento de la OCDE.