Luchar contra el cambio climático, una gran inversión de futuro
El cambio climático constituye un riesgo para los inversores, los gestores de activos y la comunidad financiera en general. Así lo han denunciado figuras de la talla de Mark Carney, gobernador del Banco de Inglaterra, uno de los primeros economistas de renombre en denunciar los problemas específicos que supone este asunto para los mercados y en exponer lo que él denomina la «tragedia del horizonte». En concreto, Carney se refiere al hecho de que el cambio climático es un riesgo a largo plazo, muy difícil de cuantificar y de poner en precio por parte de unos mercados acostumbrados a lidiar con riesgos a corto plazo. «No hay incentivos para solucionar este problema por parte de los actores financieros actuales, más centrados en los indicadores a corto plazo», explicaba en este sentido un informe de Amundi.
Esta circunstancia conlleva tres riesgos para la estabilidad financiera, según el documento de la gestora francesa: En primer lugar, están los riesgos relacionados con las responsabilidades legales. Es decir, la posibilidad de que las potenciales víctimas directas del cambio climático exijan compensaciones económicas a los actores contaminantes. En segundo lugar, está el riesgo de que el cambio climático o eventos climáticos como inundaciones, tifones y tormentas produzcan daños «físicos» en algunos activos.
Y, por último, pero no menos importante, están los riesgos denominados de «transición». Es decir, que productos considerados actualmente de gran valor sufran una rápida devaluación resultante, por ejemplo, de cambios tecnológicos o regulatorios. Esto puede suceder, por ejemplo, con los combustibles fósiles, a raíz del compromiso internacional alcanzado en la histórica conferencia de las Naciones Unidas sobre cambio climático (COP21), celebrada en París en 2015. «El compromiso internacional asumido en la COP21 ha provocado que se incrementen los esfuerzos internacionales para limitar las emisiones de gases de efecto invernadero. Esto podría provocar que actividades muy intensivas en emisiones de dióxido de carbono o la explotación de activos como los combustibles fósiles se vieran afectados», avisa la gestora internacional de origen francés.
La gestión de activos no puede quedar al margen de la lucha contra el cambio climático
El documento de Amundi pone un ejemplo muy claro en relación con esto: «Piensa en las compañías de combustibles fósiles, por ejemplo. A día de hoy, están valoradas en parte en función de las reservas de petróleo que tienen en cartera. Pero es probable que parte de estas reservas no puedan explotarse debido a los esfuerzos para limitar las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Lógicamente, lo más probable es que estos activos inmovilizados tuvieran consecuencias directas sobre el valor de la empresa en bolsa. Por lo tanto, las estrategias de desinversión en combustibles fósiles u otras actividades altamente contaminantes no solo están alineadas con el objetivo global de evitar que el aumento de la temperatura del planeta se mantenga por debajo los dos grados centígrados, sino que también favorecen inversiones financieras sólidas», asevera el informe publicado por la gestora gala.
Por eso, a la luz de los impactos «cada vez más visibles del cambio climático» y de los esfuerzos para luchar contra él a nivel global, desde Amundi Asset Management defienden que la industria de la inversión no puede seguir «pasando por alto» los riesgos relacionados con este fenómeno.
«Nuestra responsabilidad como administrador de activos es garantizar que los inversores tengan en cuenta los riesgos a largo plazo, mientras nosotros mismos fomentamos impactos positivos y alentamos comportamientos sostenibles en las empresas en las que invertimos», dice el informe de Amundi.
Gestionar de manera ética
El documento de la gestora francesa añade la siguiente reflexión: «Gestionar teniendo en cuenta los riesgos relacionados con el cambio climático y las medidas para mitigarlos es una estrategia alineada con los objetivos a largo plazo del inversor. Siempre, sin olvidar el objetivo de la preservación del capital. Además, los inversores y los gestores de activos también tienen que desempeñar un papel clave en la financiación de la transición energética». Y es que esta financiación representa, a juicio de esta gestora, una buena oportunidad de inversión: «Financiar la transición energética global requiere tremendos esfuerzos de financiación y presenta una oportunidad única de inversión», asegura.
Por todo ello, los inversores ya tienen a su disposición productos de inversión sostenible que cubren las diferentes clases de activos que existen en el mercado (desde la renta fija a la renta variable, pasando por los fondos de gestión pasiva o los activos alternativos). «Abordamos estos desafíos a través de soluciones simples y escalables que no impiden las expectativas de rendimiento», asevera el documento publicado por la firma francesa Amundi.
La Ley de Transición Energética francesa
Francia se situó a la cabeza de los esfuerzos institucionales de lucha contra el cambio climático al aprobar su innovadora Ley de Transición Energética cuatro meses antes de la Cumbre del Clima de Paris, en 2015. Esta ley obliga a los inversores institucionales a informar sobre cómo integran los criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ASG) en sus estrategias de inversión y también a explicar cómo contribuyen a la transición energética.
«El enfoque de «cumplir o explicar» no solo proporciona margen de maniobra a los inversores, lo que favorece una integración pertinente de estos criterios a través de un marco adaptable, sino que también permite a los inversores construir sus capacidades internas de evaluación de manera progresiva», defiende Amundi.