Escuchando la voz de las emociones
Hemos sido educados con la idea de que el rechazo, la separación o el dolor son cosas malas y el que las padece es considerado débil o menos afortunado – Manuel Barroso
Los seres humanos nos movemos en un contexto en el que las emociones son consideradas una debilidad más que un potencial. El pensamiento de los últimos siglos ha insistido en el uso de la razón, obviando las emociones, más aún considerándolas como una debilidad.
Culturalmente nos hemos educado a guiarnos racionalmente, bajo la premisa pienso, luego existo, restando importancia a la emoción y su expresión, más aún reprimiendo / apaciguando las emociones. Esta negación de las emociones crea una minusvalía emocional que socava el sentido común de las personas y su identidad. Esto trae consecuencias devastadoras para el ser humano, ya que las emociones son una parte propia, innata, inseparable de la naturaleza humana, y cuando las reprimimos o negamos, estamos negándonos a nosotros mismos y viviendo una vida inauténtica.
Lo cierto es que nuestro sistema educativo enfatiza la educación intelectual, pero muy poco la educación emocional, por lo que las personas muchas veces se convierten en individuos educados intelectualmente, pero emocionalmente analfabetas. En este contexto es común escuchar expresiones tales como: si te ven triste o llorando van a pensar que eres débil, deja el enojo van a pensar que eres un amargado (a), no te rías tan fuerte te ves tan vulgar cuando lo haces, contrólate, no llores los hombres no lloran, etc.
Hay emociones como la ira, el miedo o la tristeza que, en algunos contextos, no son socialmente aceptadas, en consecuencia, tratamos de negarlas o camuflagearlas. De modo que tendemos a amoldar nuestra expresión emocional a los cánones socialmente aceptados. Como dice Maickel Malamed: Parte del manejo emocional tiene que ver con moldes el hombre piensa, la mujer siente, los hombres no lloran, la tristeza es mala, el miedo es de cobardes se pierde la emoción en una cuestión moral y la moralidad está en la acción, no en el sentimiento.
Pero nos engañamos al pretender meter las emociones en un molde, y etiquetarlas como buenas o malas, positivas o negativas. Las emociones son, simplemente, expresiones naturales de nosotros mismos que expresan una realidad interna, una necesidad. Constituyen un componente fijo de nuestro programa de comportamiento. No son opcionales. No se pueden simplemente desconectar. La emoción es energía que expresa una necesidad. Las emociones nos informan de nuestras necesidades, y en la expresión de las emociones tomamos contacto con nuestras necesidades; pero cuando evito sentir, cuando reprimo mis emociones cuando dejo de escuchar su voz -, dejo de entrar en contacto con mis necesidades, en consecuencia dejo de satisfacerlas.
Las emociones representan un sistema de información y evaluación que nos informa de nuestra realidad, dándonos una carga afectiva. De esta forma cada emoción cumple una función, y todas tienen una razón de ser. Las emociones nos brindan la dirección que requerimos para actuar en cada situación. Las emociones nos dan una referencia acertada de lo que nos sucede en un momento determinado, y la energía adecuada para actuar en cada situación. Así por ejemplo la rabia nos informa que alguien ha traspasado nuestros límites, el dolor nos dice que ha aparecido una herida, el miedo nos comunica nuestra necesidad de seguridad, el placer nos ayuda a tomar conciencia de que nuestras necesidades están satisfechas, la tristeza nos susurra del valor de lo perdido, la frustración nos expresa que tenemos necesidades no atendidas objetivos no alcanzados -, la impotencia nos habla de la falta de potencial para el cambio, la confusión nos expresa que estamos procesando información contradictoria. Cada emoción tiene su propio mensaje e intensidad.
Las emociones son un sistema de señales que nos dan información que necesitamos en un momento determinado para organizar nuestra conducta y orientar nuestras acciones. Cada una de las emociones son signos que nos ayudan a prepararnos para responder a diferentes situaciones.
Las emociones no simplemente nos ocurren, emergen de nuestro interior con un fin, siempre para comunicar algo. Es la voz de las emociones la que nos incita a escuchar o desatender, pararnos o avanzar, recordar u olvidar, cambiar o permanecer, simpatizar o antagonizar, motivar o decaer. Por eso cuando las emociones hablan, todo mi ser – cuerpo y mente – responde al lenguaje de las emociones, las vive, de allí que las emociones vienen acompañadas de cambios y reacciones en el ámbito corporal (expresión del rostro, tono de voz, postura del cuerpo, brillo de los ojos, gestos) y en el ámbito psicológico (vivencia emocional: falta de concentración, la irritabilidad, la excitabilidad, etc.)
Ahora, el kit del manejo emocional radica en saber, como experiencia organísmica en sentido holistico -, cómo decodificar acertadamente el lenguaje de las emociones que emergen desde nuestra realidad interior, lo cual demanda ser consciente del propio mundo interior, de las emociones que experimentamos, y de aprender a reconocerlas y aceptarlas.
Puede que en ocasiones la voz de nuestras emociones nos aturda, nos abrume, nos parezca desagradable o nos resulte amenazante, y tal vez la primera reacción sea huir de ellas o esconderlas. Sin embargo, necesitamos escuchar sus mensajes y atenderlos, acostumbrarnos a vivenciarlas sin juzgarlas buscando el mensaje que intentan comunicarnos, aprender de lo que nos dicen, pues, detrás de su voz hay un mensaje que oculta una realidad interna, un flujo de energía que busca expresar una necesidad, un potencial de vida.
Mientras mayor maestría en escuchar nuestras emociones desarrollemos, mayor será nuestra capacidad de expresarlas sin que nos agobien ni hagan daño.