La banca europea tiene todos los frentes abiertos
La crisis financiera que empezó en 2007 y que luego se convirtió en crisis económica llevó a las portadas de los medios de comunicación de todo el mundo a los bancos, ya que sus dificultades se convirtieron en problemas de todos. Entonces se dijo que los bancos eran a la economía lo mismo que la sangre al cuerpo humano, fundamentales. Así, para prevenir que haya de nuevo una crisis financiera que pueda acabar dañando otra vez a la economía real, y vuelva a suponer que se tenga que rescatar a algunas entidades con el dinero de los impuestos, Europa puso en marcha lo que se conoce como la unión bancaria, que supone, simplificando mucho, que ahora hay un regulador bancario europeo, en lugar de los que había en cada país. Es decir, hay un organismo que decide en situaciones de crisis los bancos que se deben rescatar y los que no y, además, a los bancos se les exige ahora que tengan más capital para estar reforzados ante futuras crisis.
La cuestión es que, como casi siempre en la vida, las desgracias nunca vienen solas. Además de todos los nuevos requisitos los bancos tienen otro grave problema: los tipos de interés negativos que ha dedicido establecer el Banco Central Europeo para animar la alicaída economía europea tras la grave crisis económica. El presidente del BBVA, Francisco González, lo explicó gráficamente esta semana: «los tipos negativos nos están matando». Frases elocuentes al margen la realidad es que esta situación es un auténtico reto para el sector ya que el hecho de que tengan muchos productos referenciados al Euribor, por ejemplo, en el caso de las hipotecas, y éste esté en el -0,012% de media en mayo, hace que sus ingresos por los préstamos hayan caído en picado.
Tampoco ayuda nada que el Banco Central Europeo (BCE) haya revisado a la baja significativamente sus previsiones de inflación para la Eurozona, lo que justificaría nuevas medidas de estímulo como nuevas rebajas del precio del dinero. En concreto, para este 2016 la previsión del BCE es que la inflación se sitúe en el 0,1%, frente al 1% estimado el pasado mes de diciembre. En 2017, la tasa de inflación de la Eurozona repuntaría hasta el 1,3%, pero aún así se situaría por debajo del 1,6% previsto anteriormente.
Red de oficinas
Y por si todo lo anterior fuera poco resulta que la mayoría de los bancos europeos tienen unas estructuras de costes muy pesada, sobre todo por la extensa red de oficinas y de cajeros, especialmente en el caso de España, donde casi hay un banco en cada esquina. En otros países europeos, por el contrario, la red de sucursales suele ser menor y es habitual ver a la gente haciendo cola en los cajeros para retirar dinero, cosa muy rara en España fruto de la red tan amplia.
En todo caso cabe recordar también que la banca ha reducido un 32% su red de oficinas entre septiembre de 2008 y diciembre de 2015 hasta dejarla en 31.087 sucursales, proceso que aún no ha acabado. A este adelgazamiento de la red bancaria ha contribuido también la desaparición de algunas cajas de ahorro fruto de las fusiones y adquisiciones que ha habido en el sector en los últimos años.
La banca online tiene poca parte del pastel pero las cosas pueden cambiar
Y, por si la encrucijada de la banca no tuviera suficiente envergadura aparece la banca online, las denominadas «fintech», unas plataformas que conceden créditos a los clientes en cuestión de minutos y que, de momento, tienen poca parte del pastel, pero las cosas pueden cambiar. Sólo hay que mirar lo que está pasando con el sector de las telecomunicaciones, al que ya le están comiendo parte de la merienda las empresas puramente digitales, como Google o Whatsapp, que ofrecen ya hasta llamadas gratis entre usuarios.
Con todos estos frentes abiertos se ha celebrado esta semana en Madrid la cumbre de primavera del Institute International de Finance (IIF), un potente «lobby» donde se reunió lo más granado del sector, en un ambiente en el que reinaba sin duda la preocupación por todos los frentes que tiene abiertos.
Las decenas de ponentes tocaron muchos temas pero si uno sobrevoló por encima de todos fue el desafío tecnológico, desde el reconocimiento facial, la tecnología biométrica a cómo adaptar la banca a las nuevas generaciones, entre los que destacan sobre todo los «millenials», o el reto de poner el foco en la experiencia que tiene el cliente cuando utiliza un servicio bancario.
Uno de los que se mostró más optimista en este escenario fue el presidente del banco suizo UBS, Axel Weber, y antiguo presidente del Bundesbank, al asegurar que el futuro del sector pasa porque se abandone el dinero en efectivo y se adopten las nuevas tecnologías para asegurar las transacciones, entre las que citó el reconocimiento facial. Weber tampoco rehuyó esa especie de enfrentamiento con las nuevas plataformas de banca online y apostó por mejorar sobre todo la experiencia del cliente ya que hay encuestas que señalan que algunos servicios los presta mejor la banca online, desde el punto de vista del cliente, porque es más operativa y más ágil.
What economic challenges lie ahead for Europe? We’re hearing views from across the industry at #IIFmadrid pic.twitter.com/sIz9MguLc6ââ¬â IIF (@IIF)
25 de mayo de 2016″Sucursales por iPads»
El presidente del Banco Sabadell, Josep Oliú, aseguró también que la clave es la innovación y que «no hay que tener miedo a sustituir sucursales por iPads». En todo caso lo que se desprendía de todas las intervenciones es que la banca, como casi todo, es un negocio global y que, por tanto, necesita reglas globales y no de cada país ya que, de lo contrario, es como ponerle puertas al campo, sobre todo en áreas como el almacenamiento de datos, que se considera fundamental y es y será el germen de muchos negocios futuros.
Todo el mundo sabe que los negocios que no encuentran nuevos clientes están muertos, y de ahí la preocupación de muchos banqueros y bancarios durante el mencionado foro financiero por este asunto. Una de las conclusiones es que los clientes ya no hay que buscarlos de manera física sino virtual, a través de redes sociales y de foros.
Weber destacó que el principal activo que tiene la denominada banca tradicional respecto a la que es puramente online es la experiencia, lo que normalmente suele ser sinónimo de eficacia.
Desde las filas del Santander su presidenta, Ana Botín, reclamó que se apliquen cuanto antes las nuevas normas sobre capital de los bancos para acabar con la incertidumbre que está penalizando a la banca europea.
Una de las cosas más interesantes de la cumbre de Madrid es que se dio voz también a los supuestos enemigos de los bancos tradicionales, las plataformas de financiación por internet.
Polémica regulatoria
Como no podía ser de otra manera hubo un representante de ING, el banco holandés que fue pionero en la banca casi puramente online en España. Benoît Legrand, jefe de la unidad de Fintech del banco del logo naranja, explicó sin tapujos que «el sistema es injusto porque las plataformas online no tienen que someterse a apenas regulación en comparación con los bancos ni mucho menos cumplir una serie de requisitos de capital».
Como es lógico las palabras del representante de INGfueron negadas por los representantes de las platafomas. Kathryn Patralia, cofundador y jefa de operaciones de la norteamericana Kabbage, aseguró rotunda que «nosotros también tenemos que cumplir con nuestra regulación que, además, es la adecuada».
Por su parte Francisco Sierra, director general de Funding Circle Spain, explicó que «una de nuestras ventajas es que nacimos después de la crisis, en el año 2010, y somos muy flexibles, de modo que adaptamos de manera constante la información sobre nuestros préstamos a los clientes, y ellos valoran esta agilidad. La verdad es que somos complementarios a los bancos tradicionales, de hecho nosotros tenemos un acuerdo con el Banco Santander».
Las dos plataformas mencionadas defendieron su buen hacer con un argumento difícil de rebatir ya que aseguraron que entre los que invierten en su capital están los inversores institucionales. Valoraciones al margen, la realidad es que los números certifican que la tendencia es clara ya que en Estados Unidos el montante que se movió el año pasado en estas plataformas alcanzó los 50.000 millones de dólares mientras que en China es ya el doble.