Redacción: La diferencia entre un âegecutiboâ y un ejecutivo
âEn mi ex trabajo veía no sólo errores, sino que horrores ortográficos. Hay uno que recuerdo especialmente porque me dio vergüenza ajenaâ, dice un periodista que se desempeñaba como asesor comunicacional en una compañía del rubro financiero. Continúa su relato: âparte de mi labor, precisamente, consistía en corregir esos documentos. Pero un día un gerente, que tiene en su currículo un MBA, envío un correo en el que decía ‘el reemposable’, queriendo decir ‘el responsable’. No fue un mal tipeo; él creía que, efectivamente, la palabra se escribía así porque unas líneas más abajo lo repitió: ‘el reemposable’â.
Ese mail, cuenta el reportero, iba con copia a otros altos mandos de la empresa y, por cierto, al gerente general. âLo molestaron y bromearon muchísimoâ, agrega. No obstante, por muy gracioso que pueda resultar, esto no es para la risa. Una buena ortografía, sintaxis y un lenguaje amplio son virtudes que pueden hacer la diferencia entre un ejecutivo y un âegecutiboâ. De eso depende incluso que los subalternos âno entiendan las órdenes que da este jefe que no se sabe expresarâ, declara Verónica Arosemena, periodista y directora de la consultora Comunicare, que en Ecuador imparte cursos de redacción corporativa.
Si bien el citado es un caso de mala ortografía extrema, es sabido que la calidad de la redacción no es una prioridad en la formación de ingenieros comerciales o industriales, auditores u otros profesionales del mundo empresarial y las finanzas. Por cierto, no todos escriben mal. Pero de que los hay, los hay.
Arosemena lo planteaba dos párrafos más arriba. De una escritura deficiente puede emitirse un mensaje confuso, que dé pie instrucciones erróneas, o que definitivamente no sea entendido. Ejemplos de esto hay muchos, tanto que han inspirado a la literatura. En el texto âLa coma, esa puerta giratoria del pensamientoâ, el gran Julio Cortázar propuso el siguiente y notable ejercicio:
âSi el hombre supiera realmente el valor que tiene la mujer andaría en cuatro patas en su búsqueda / Si usted es mujer, con toda seguridad colocaría la coma después de la palabra mujer / Si usted es varón, con toda seguridad colocaría la coma después de la palabra tieneâ. (En este momento, el lector puede retroceder y efectuar lo sugerido por Cortázar).
Otro ejemplo. Cuenta la historia que en la antigua Grecia un guerrero fue al Oráculo de Delfos para preguntar si debía, o no, acudir a un combate. La respuesta fue: âIrás. ¿Volverás? ¡Nunca! En la guerra perecerásâ. Sin embargo, el militar entendió esto: âIrás. Volverás. Nunca en la guerra perecerásâ. Convencido de su buena estrella, concurrió a la brega. Jamás regresó.
No se trata de que todos sean Pablo Neruda o Gabriel García Márquez o Jorge Luis Borges. Se trata, simplemente, de expresarse correctamente y con claridad. De lo contrario, se corren riesgos: âescribir con faltas ortográficas afecta la imagen personal y profesional. También impacta en la imagen de la empresaâ, enfatiza Arosemena, aludiendo a que, a diario, son cientos los correos y documentos que emanan desde una corporación, ya sea hacia el interior como al exterior de la misma…