Las urgencias de Deutsche Bank destapan los males de la banca alemana
No hay honrosas excepciones. Ni siquiera la primera economía europea, el motor del proyecto europeo, consigue escapar a los problemas que atenanzan al sistema financiero de una punta a otra del Viejo Continente. Con su primera entidad, el Deutsche Bank, como gran transatlántico resquebrajado, la banca germana repite una a una muchas de las debilidades que padecen las entidades: baja rentabilidad fruto de que el precio del dinero está en mínimos históricos, nuevas exigencias regulatorias que le suponen más necesidad de capital, competencia de las conocidas como «fintech» y una histórica sobrecapacidad de oficinas y empleados. En el caso alemán, se suman además los variados escándalos por manipulación protagonizados por Deutsche Bank, y las sempiternas dudas sobre el sistema de cajas de ahorro del país, las Sparkassen, una gran masa de entidades que siempre se han manejado bajo una cierta laxitud regulatoria y se sitúan bajo la lupa de la sospecha de la Comisión Europea.
La solución para Deutsche Bank ha sido la misma que para otras grandes entidades continentales: buscar capital hasta debajo de las piedras, haciendo planes de reestructuración (el eufemismo de reducir tamaño) y vendiendo hasta las joyas de la corona. El pasado domingo, la entidad germana anunció que al día siguiente acudiría al mercado en busca de dinero, lo que suponía la realización de una ampliación de capital de 8.000 millones de euros. Esta «operación verdad» supuso que las acciones de la entidad cayeron un 7,9% en Bolsa ya el mismo lunes, tendencia que ha seguido toda la semana.
La familia real de Qatar y el grupo chino HNA podrían acudir a la ampliación del DeutscheYa hace unos meses, el FMI calfició a Deutsche Bank como el banco más peligroso del mundo. Las multas milmillonarias a que ha tenido que hacer frente por haber participado en el escándalo de la manipulación del índice Libor, tanto en Europa como en Estados Unidos, lastraron su credibilidad. Como resultado de todo ello la entidad germana perdió 6.800 millones en 2015 y 1.402 millones el año pasado. La cotización de la entidad también se ha visto muy dañada, como es lógico, y en julio del año pasado marcó su mínimo histórico de 12,60 euros, aunque desde entonces ha ido remontando algo, como se puede ver en el gráfico adjunto.
La situación de este banco ha sido y es tan delicada que un domingo del pasado mes llegó a publicar en varios medios alemanes una página de publicidad en la que su presidente, John Cryan, pedía perdón literalmente por los errores cometidos, que han provocado, entre otras cosas, que haya tenido que pagar 5.000 millones de euros en multas solo en el último año y medio relacionadas con el mencionado fraude de la manipulación del Libor, la referencia para el mercado de divisas, además de haber participado en operaciones de blanqueo de dinero y en la venta de hipotecas basura en EE.UU. La operación de ampliación de capital discurre de manera positiva, como lo demuestra que las acciones del banco han recuperado la senda positiva a medida que ha avanzado la semana. Ni que decir tiene que no es casual. Ha sido después de que se conociera que dos de los principales accionistas de Deutsche Bank, la familia real de Qatar y el grupo chino HNA, hayan anunciado que acudirán a la ampliación, según Bloomberg. La entidad china es el cuarto mayor accionista del banco. Las acciones subían un 2,9% a media mañana tras conocerse la noticia. Este gesto ha sido interpretado como un síntoma de confianza en la futura marcha del banco y puede animar al resto de la comunidad inversora, por lo que la ampliación podría culminar con éxito si se cumplen las previsiones.
Las cajas alemanas han demostradado su falta de adaptación ante los supervisores Uno de los temores que hay en el mercado es que el problema del Deutsche sea en realidad un mal extendido. No hay que olvidar que
el Commerzbank, el segundo gran banco de Alemania,
también ha tenido problemas y, de hecho, para pasar los test de estrés del regulador bancario europeo (EBA en sus siglas en inglés) la entidad ha tenido que vender activos por importe de 54.000 millones de euros, lo que se ha traducido en un reforzamiento de capital por importe de 3.500 millones.
Pero las especificidades del sistema bancario alemán hace que sea imprescindible analizar también la delicada situación de las cajas de ahorro de ese país, que cada vez son menos pero aún así siguen siendo legión. Tras la fusión de siete entidades a principios de año, quedan 369 cajas en Alemania, con 13.784 oficinas y con un beneficio conjunto y relativamente estable de unos 2.000 millones de euros, según el presidente de Deutsche Sparkassen- und Giroverbandes (DSGV), Georg Fahrenschon. El beneficio antes de impuestos de 2016 fue de 4.800 millones, algo por debajo de los 4.900 millones de 2015, y gracias a ajustes de reducción de empleo y oficinas que se prolongarán en 2017.
Los tipos cero, el enemigo
El principal enemigo declarado de las cajas son los tipos de interés al 0%. Con 890.000 millones de euros en depósitos de clientes, no pueden permitirse conceder ese mismo nivel de crédito y solo les queda la opción del ahorro interno. En 2016 cerraron 900 oficinas sustituidas por 200 nuevas sucursales de autoservicio hasta llegar a las 13.784, lo que sumado a jubilaciones y retiros anticipados supuso una reducción de 9.000 puestos de trabajo hasta los 225.000. Las cajas alemanas se sienten «acosadas» por la política del BCE y claman por un giro en la estrategia. «Que reduzcan la compra de deuda por parte del BCE y que comiencen a subir los tipos. Que lo hagan de forma gradual o que lo hagan a pequeños pasos, pero que lo hagan ya», implora Fahrenschon.
Esta lucha por la supervivencia tiene lugar, además, en un contexto de urgente adaptación tecnológica. «Trabajamos intensamente para traspasar servicios a la red», relata Fahrenschon, que apunta que la Sparkassen-App, que permite por ejemplo enviar o recibir dinero desde un tercer teléfono móvil sin necesidad de IBAN, recibió el año pasado 800 millones de contactos y cuenta con 4,5 usuarios activos permanentes.
Bruselas lleva años investigando a las cajas de ahorro alemanasY a pesar de todos estos esfuerzos, el traslado de la situación a los clientes parece inevitable. Las cajas alemanas no se plantean por ahora cobrar a los clientes por los depósitos, como han decidido ya dos bancos en Alemania, pero sí elevaron ya en 2016 el precio de los servicios y no percibieron una reacción negativa masiva de los clientes, por lo que cuentan con seguir por ese camino en 2017. «Tenemos que aprovechar hasta el último centímetro del margen de maniobra que ofrezca el mercado», justifica su presidente, explicando que no hay una consigna y que cada entidad decidirá en qué cantidad trasladar el peso a sus clientes. El año pasado cobraron ya en conjunto 7.200 millones en comisiones, un 3,1% más que el año anterior. Y aún así el número de cuentas corrientes aumentó en 216.000 hasta los 35 millones en 2016, seguramente debido a la difícil situación de Deutsche Bank, que ha llevado a muchos ahorradores a buscar la cercanía de las cajas como pasó ya en los peores años de la crisis financiera, cuando las cajas alemanas aumentaron su presencia en el mercado desde el 48% hasta el 53%.
Pero incluso este dato, que ha sido siempre un síntoma de buena salud, tiene ahora una lectura negativa cuando esos clientes esperan recibir intereses por sus depósitos, aunque sean pocos, mientras las cajas están expuestas a tipos de interés de referencia al 0% y a una penalización del 0,4% por los fondos depositados en el BCE. «Hasta ahora no nos hemos atrevido, pero en cuanto los primeros del mercado implanten entre sus clientes las tasas de interés negativas nos veremos obligados a hacer lo mismo», afirma Ralf Fleischer, director de la Stadtsparkasse de Múnich, que de momento llama a la disciplina: «Hay que aguantar, aunque somos muy conscientes de lo que pasará tan pronto alguien dé el primer paso».
Mechas pendientes
Cualquier imprevisto, en una situación como esta, puede encender una mecha indeseable. Y mechas de esas hay unas cuantas. Seguramente la más a la vista es la de NSH Nord bank. Las cajas alemanas han vendido certificados de este banco a sus clientes por valor de al menos 7.000 millones. Bruselas obliga a cerrar la venta antes de febrero de 2018 y el sistema de garantía de las cajas y Landesbanken alemanes ha demostrado su falta de adaptación ante los supervisores bancarios.
Nada nuevo bajo el sol financiero europeo. La banca alemana replica con extarordinaria precisión viejos vicios y problemas ya vistos de una esquina a otra del Viejo Continente.