Estudio señala la necesidad de medir el impacto social de las iniciativas de economía colaborativa
«Actualmente alrededor de 50% de las transacciones de lo que denominamos economía colaborativa está en manos de 17 empresas: los denominados ââ¬Ëunicorniosââ¬â¢, valorados en miles de millones de dólares» ha declarado Heloise Buckland, coautora de la IV Antena de Innovación Social, titulada «Nosotros compartimos. ¿Quién gana? Controversias sobre la economía colaborativaââ¬â¢Ã¢â¬â¢, durante la presentación del informe, en la que han participado expertos de ESADE y representantes del movimiento colaborativo, de entidades como Ouishare, Airbnb o la OCU.
Buckland ha destacado que «a menudo estas empresas obtienen benficios a partir de activos que no son suyos» refiriéndose al hecho de que empresas como Uber (valorada en 64.000 millones de USD) o Airbnb, que actualmente son las empresas proveedoras de transporte y alojamiento más grandes del mundo, no dispongan de activos inmobiliarios ni de automóviles en propiedad. En este sentido, Lucía Hernández, Connector de Ouishare en Barcelona, ha añadido que, en la actualidad, «95% de los beneficios de la economía colaborativa se lo están llevando un 1% de las plataformas».
Según David Murillo, profesor del departamento de ciencias sociales de ESADE y coautor del estudio, las dudas sobre quién obtiene los beneficios, qué tipo de relaciones laborales se establecen o cuál es el impacto medioambiental real de estas iniciativas hacen que sea «necesario analizar la distancia entre la promesa que supuso la economía colaborativa y lo que ha sido hasta ahora».
Para el profesor Murillo, «es imprescindible poner el acento en la evaluación del impacto social, en el tipo de cooperación que se establece con el resto de agentes y en su capacidad de resolución de problemas sociales acuciantes. Estos deberían ser elementos centrales del análisis sobre qué es y qué no es la economía colaborativa».
Airbnb, un fenómeno que ha llegado para quedarse
Luis Morcillo, consejero jurídico senior de Airbnb, ha declarado en la presentación del estudio que Barcelona recibió más de 900 mil huéspedes de Airbnb en 2015, frente a los 227 mil huéspedes en 2013. Según los datos aportados por Morcillo, cada anfitrión registrado de Barcelona recibió una de media de 5100 euros y compartió su casa una media de 58 días a lo largo del año pasado. El representante de Airbnb ha destacado que «en el caso de Airbnb, el 97% del precio de la reserva va para el usuario que comparte», y ha añadido: «somos defensores del ââ¬Ëhome sharingââ¬â¢ y planteamos Airbnb como un apoyo económico para las familias. Muchos usuarios declaran que los ingresos extra que reciben les ayudan a llegar a final de mes, y esto nosotros lo vemos como un impacto social positivo.»
Morcillo ha declarado que «este es un fenómeno que está aquí para quedarse. Y el motivo es que a la gente le gusta. Debemos asegurarnos de que el triángulo entre administración, plataforma, usuarios tenga su encaje, y esto se consigue a través del diálogo, no a través de multas o juicios», ha declarado en relación a las polémicas que está teniendo la empresa con la Generalitat y con el Ayuntamiento de Barcelona, a lo que ha añadido que «estamos trabajando para encontrar un marco justo para los usuarios, dentro de la legalidad que marca la UE», y que «ya tenemos acuerdos con 190 ciudades para regular los impuestos, y seguimos negociando con otras ciudades. Desde que hemos empezado estos acuerdos hemos tributado 85 millones de dólares.»
10 buenos ejemplos de economía colaborativa con impacto social
El estudio presentado, elaborado por los investigadores Heloise Buckland y David Murillo, del Instituto de Innovación Social de ESADE, analiza con profundidad el caso de la startup francesa BlaBlaCar, y mide el grado de influencia y el impacto de 10 casos de éxito de innovación social a partir de la economía colaborativa, para proponer, a partir de estos casos, 5 variables clave para medir el grado de innovación social de este tipo de iniciativas: el impacto social positivo, la sostenibilidad económica, la innovación, la colaboración intersectorial y el potencial de poder escalar.
La idea principal es ilustrar cómo las organizaciones en este ámbito pueden generar un impacto social positivo, a pesar de las controversias. En este sentido, tanto los expertos de ESADE como los representantes de Ouishare o la OCU han coincidido en la necesidad de poner un marco para medir el impacto social de dichas iniciativas.
Lucía Hernández, de Ouishare, ha declarado que «la economía colaborativa ha tenido un crecimiento muy rápido pero sólo está en su pubertad. Es necesario fomentar nuevas formas de asociacionismo que defiendan la actividad de los usuarios dentro de estas plataformas».
Por su parte, Amaya Apesteguía experta en consumo responsable y colaborativo en Organización de consumidores y usuarios (OCU) ha puesto hincapié en las relaciones entre usuarios: «Lo que cambia todo es este rol del particular que puede generar ingresos u otro tipo de valor no monetario, como solidaridad, gracias a una determinada plataforma». Apesteguía también ha querido destacar el potencial de la economía colaborativa para «dignificar la economía informal que ha habido siempre entre vecinos. Algunas de estas plataformas tienen el potencial de sacar a la luz y regular la economía sumergida y eso se debería investigar». Algo que Luis Morcillo ha corroborado: «Airbnb hace que todas las transferencias bancarias se hagan a las cuentas de los usuarios, así que hay trazabilidad»…