España, ante el tsunami digital
Primero la máquina de vapor, luego los motores de combustión y en tercer lugar la electricidad desataron una revolución industrial. Internet supone ahora la cuarta. Sanidad, educación, industria, banca, automoción, turismo, transporte, medios de comunicación… Ningún sector se escapa de esta nueva metamorfosis tecnológica que está transformando todos los aspectos del sistema económico, desde los modelos de producción y los hábitos de consumo hasta el empleo.
Basta una mirada al pasado para medir la fuerza de este cuarto tsunami digital. Si la primera revolución industrial marcó un punto de inflexión en la economía y permitió que el Producto Interior Bruto (PIB) de Estados Unidos creciera casi un 50% en medio siglo, las nuevas tecnologías han logrado que la economía americana haya tenido el mismo avance en la mitad de tiempo. Y esto es sólo el principio.
El internet industrial podría elevar la riqueza mundial entre 2015 y 2020 en unos 11,82 billones de euros en el caso de las estimaciones más conservadores, según un informe de la consultora Accenture. El incremento de la actividad económica en España sería de unos 110.000 millones de euros (ver gráfico).
«Todas las empresas, sin excepción, tarde o temprano deberán acomodarse al nuevo entorno, pero lo cierto es que la irrupción de la digitalización no ha afectado del mismo modo a los distintos sectores ni les ofrece las mismas oportunidades», explica Judit Montoriol-Garriga, del área de planificación estratégica y estudios de Caixabank, en su informe «Digitalizarse o morir».
Los economistas hablaban inicialmente de dos grupos, los denominados sectores «puros» o «nativos» (aquellos nacidos para desarrollarse en el mundo digital) y las industrias «revolucionadas», como la música y los medios de comunicación, que sufrieron un fuerte «shock» por la llegada de las nuevas tecnologías. Pero ahora el fenómeno se ha contagiado.
«La digitalización se ha ido extendiendo de manera imparable al resto de sectores productivos. Muchos han dejado de ser tradicionales y se han sumado a los revolucionados, un signo irrefutable de que la economía digital está llegando a su madurez», asevera Montoriol-Garriga.
La digitalización es un fenómeno dis
ruptivo que, en algunos sectores, se ha vuelto imprescindible para ser eficiente y competitivo. Un ejemplo claro es el de Inditex. La firma textil ha logrado adaptar la mercancía que distribuye a cada tienda en función de la demanda específica de cada localización gracias a un algoritmo que predice las tallas que más se venden en cada tienda. Es decir, la conectividad digital se ha convertido en casos como este en un aliado, mejorando los procesos bien de producción bien de almacenaje y de distribución.
Aliados y competidores
En otros casos, internet se ha presentado como una alternativa a las compañías tradicionales. Esto sucede, por ejemplo, con el transporte privado y la industria turística: plataformas como Uber y soluciones de economía colaborativa como Airbnb y Blablacar suponen una competencia nueva para servicios clásicos como el del taxi y los hoteles.
La irrupción de nuevos jugadores que suelen ofrecer soluciones más sencillas, ágiles y baratas también afecta a la banca, uno de los sectores ahora mismo volcados en esa transformación digital. Nuevas compañías digitales («fintech») e incluso los gigantes de internet están entrando en negocios muy concretos de la actividad financiera, como los medios de pagos, desintermediándolos.
Otra de las tendencias es el surgimiento de empresas que crean nueva demanda y por tanto nuevos negocios, como el de las redes sociales. «No es una cuestión de industrias nuevas o viejas, sino de cuáles son capaces de servir a los nuevos hábitos», explica Ricardo Pérez, profesor de Innovación Digital y Sistemas de Información de IE Business School, quien explica que una novedad es que los cambios externos que está provocando la digitalización, como en los hábitos de consumo de los clientes, están forzando cambios internos en las empresas. «Antes era justo al revés», explica, añadiendo que, sin embargo, el gran desafío que representa la digitalización es el de la formación, para tener profesionales preparados para afrontar este nuevo paradigma económico.
Nuevos empleos
El Foro Económico Mundial calcula que, en los próximos diez años, la tecnología va a destruir unos cinco millones de puestos de trabajo. Sin embargo, otros economistas y expertos matizan que más que una destrucción de puestos de trabajo, lo que la cuarta revolución industrial está provocando es una transformación. Desaparecerán muchos empleos y nacerán otros tantos, con funciones inexistentes hasta ahora. De hecho, se estima que la mayor parte de los jóvenes actuales trabajarán en el futuro en profesiones que hoy no existen.
En este sentido, la Comisión Europea prevé que en sólo cuatro años, en 2020, en Europa existirá una demanda no cubierta de profesionales de las tecnologías de la información y la comunicación de entre 730.000 y 1.346.000 empleos. «Se requiere un cambio de habilidades, perfiles y conocimientos», explica Pérez, quien advierte de que, pese a esto, las escuelas españolas y europeas, a diferencia de las de Estados Unidos, no están enseñando a los niños materias como programación informática. «La tecnología no es sólo ver vídeos en Youtube o consultar Facebook», ironiza.
«España no puede permitirse volver a perder el tren de la revolución industrial», recuerdan desde la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) en pleno debate sobre la necesidad o no de liberalizar determinados servicios, como el del taxi, ante el avance de la economía colaborativa.
«Es un fenómeno imparable ante el que hay que actuar con cautela desde el punto de vista regulatorio pero con una mirada a largo plazo», insisten. En juego está el futuro de una economía, la española, que tras el pinchazo de la burbuja inmobiliaria persigue un cambio de modelo productivo…