¿Es la economía circular un disruptivo concepto moderno? No, ya existía hace milenios
La autosuficiencia del hombre actual, que obedece más a ciertas naturalezas que a una actitud “de serie”, hace que no sólo llegue a menospreciar a otras civilizaciones humanas cuando ha chocado con ellas en algún momento de la Historia, sino que además hace que a veces se llegue a menospreciar también el gran conocimiento filosófico y de otras índoles que acumularon nuestros clásicos (tan grandes).
Esto no es óbice para afirmar que las cotas de progreso y avance que nuestras socioeconomías han alcanzado bajo el sistema actual no tienen parangón a lo largo de la Historia, pero lo más inteligente que cualquiera puede hacer no es sólo apreciar lo que ha conseguido por sí mismo, sino además ser capaz de aprender de lo que otros ya consiguieron, tanto para repetir (y llevar más allá) los aciertos, como para no caer en los mismos errores.
Y ahora ese concepto tan de moda que es la “Economía circular”, que ya les analizamos desde aquí hace unos años, que trata de buscar una cohabitación sostenible entre el desarrollo económico y la preservación del medio ambiente, y que además demuestra que es posible hacerlo no sólo no suponiendo un abultado coste, sino arrojando nuevas fuentes de ingresos para las empresas, pues es un concepto que en realidad no es en absoluto moderno: nuestros clásicos ya abogaban por esa “Economía circular” de futuro.
La “Economía circular” moderna es la evolución natural de la cultura del reciclaje y del “¿Se puede arreglar?”
Es La Economia Circular Un Disruptivo Concepto Moderno No Ya Existia Hace Milenios 2
No hemos llegado hasta aquí por “ciencia infusa” ni jugando al azar a ver dónde salta la liebre. Lo cierto es que el camino recorrido hasta llegar a la “Economía circular” ha sido largo y sinuoso, y hemos de reconocer que la tradicional consciencia medioambiental predominante y destacable en Europa ha hecho mucho en este sentido (al menos mucho más que en el caso de las otras superpotencias). Efectivamente, la legislación medioambiental empezó a endurecerse en Europa hace ya bastantes décadas, cuando la UE ni siquiera es era UE tal y como la conocemos hoy en día, y menos su legislación medioambiental. Posteriormente a aquellas legislaciones nacionales primigenias, se empezó a desarrollar el conocido ya como “Derecho comunitario”, siendo dos de sus pilares más fundamentales la preservación del medioambiente de forma económicamente sostenible, y el bienestar y los derechos de sus ciudadanos. De la conjunción de ambos ideales surge este concepto de “Economía circular” por el que tanto se apuesta desde Bruselas, y que pretende permitir el desarrollo económico sin quebrar la naturaleza, a la vez que pretende que los europeos conservemos el derecho a disfrutar de un medioambiente sano del cual se pueda comer, beber agua y respirar sin envenenarse, o el derecho de que se pueda salir a la calle sin que el cambio climático nos aplaste con 50 grados a la sombra.
Si bien es cierto que no se puede negar que, hasta cierto punto, esta profusa legislación medioambiental europea puede ser una rémora para la facilidad de producir y hacer negocios en suelo europeo, y si bien es cierto también que lo que a veces ocurre es que nuestras multinacionales se van a producir bienes contaminantes a terceros países con legislaciones más laxas, no se puede negar que de alguna manera alguna superpotencia tenía que romper la primera lanza en favor del medioambiente, y ésa ha sido incuestionablemente Europa. El resultado cosechado ha sido bastante exitoso, con una economía (y una competitividad) europea que no se ha hundido por ello como algunos auguraban hace ya décadas, a pesar de que es innegable que habrá un cierto e inevitable impacto económico, pero en todo caso estaba claro que en cierta medida había algún precio a pagar por hacer nuestra actividad más sostenible. Miren a su alrededor y juzguen por ustedes mismos si ese precio merecía la pena y si era asumible, o si siquiera teníamos otra opción que romper nosotros esa primera lanza, a pesar de que la poca consciencia en general de las otras superpotencias que nos restaría competitividad.
El camino iniciado es esperanzador y de futuro, y de hecho, así lo han empezado a abrazar otras superpotencias, como los propios EEUU llevando valientemente la contraria su mismísimo y controvertido presidente Trump; unos EEUU que ahora se van subiendo al carro que echó a andar conducido por Europa. Si los demás ya están empezando a ver la necesidad de apostar por este tipo de políticas ahora, eso sólo significa que Europa fue la pionera e innovó apostando decididamente por un nuevo concepto de futuro. Y ello reconociendo que ha podido cometer sus errores al ir abriendo camino, o que el camino de la “descarbonización” tampoco esté en absoluto exento de sus grandes (grandísimos) riesgos socioeconómicos. Pero también hay algunos puntos dignos de alabanza en terceros (aparte de EEUU y de la iniciática Europa), como son los grandes progresos de China para reducir los inconcebibles niveles de polución ambiental en sus grandes urbes (aunque siguen siendo extremadamente elevados), y que ya suponían un grave riesgo para la salud de sus ciudadanos desde hace bastantes años, produciendo ya en 2015 unos 1,6 millones de fallecimientos anuales.
Pero más allá de la propia fama que ya precede al propio concepto de “Economía circular” y su actual efervescencia, todo este camino sembrado de pétalos y espinas tampoco ha sido algo surgido un buen día como una feliz idea de una mente brillante en Bruselas. El camino ha sido muy muy largo y, como les decía antes, sus inicios se remontan a décadas atrás, en las cuales apostar por el medioambiente era realmente visionario, a pesar de la evidencia actual de que ya es una mera cuestión de supervivencia de nuestro mundo y de nuestra especie tal y como la conocemos. Esas semillas que fueron siendo plantadas y que han acabado dando sus frutos han sido, entre otras, aquella cultura del reciclaje por la cual simplemente se pretendía reutilizar todo lo reutilizable, y que trataba de hacerlo al menos siempre que no supusiese un coste desorbitado, o cuando el riesgo de contaminación era tan alto que justificaba ese coste…