El negocio bancario, ¿es negocio?
Algunos analistas dicen que en el ejercicio 2018 las cosas van a pintar mejor para los bancos. Es probable, pero me temo que el sector seguirá sin alcanzar un nivel de rentabilidad suficiente. Porque el negocio está sometido a presiones que lo condicionan de manera bastante negativa.
El producto que mayores ingresos proporciona a los bancos ââ¬âel créditoââ¬âlleva ocho años disminuyendo en España y quedan ya muy lejanos aquellos excesos anteriores a la crisis cuando el crédito crecía el veintitantos por ciento anual. En 2018 seguiremos cerca del estancamiento y ninguna previsión sensata contempla, en el horizonte aprehensible, crecimientos superiores a un dígito incluso bajo.
Los tipos de interés, cuyo nivel es decisivo para los ingresos bancarios, están por los suelos. Hay quien, como el ministro de Economía, quiere ser optimista y apunta que su elevación revalorizará bastante a los bancos. Es verdad que, cuando esa alza llegue, al principio irá de lleno al zurrón bancario. Pero la subida será tardía (el BCE no la decidirá antes de 2019), lenta y menor de lo que gustaría a los bancos. Por otra parte, también la aplicación de Mifid II puede afectar algo a las comisiones, la otra gran fuente de ingresos.
La gran arma para defender el resultado ha venido siendo el ahorro de gastos. La verdad es que resulta un poco triste un negocio que sólo sobrevive a base de cerrar sucursales y eliminar plantilla, depurando el exceso de capacidad, incluso diez años después del inicio de la crisis. Pero, además, está la revolución digital, que supone grandes costes e inversiones, aunque no produce todavía mucho retorno tangible. Y que pone en serias dificultades la eficacia de un objetivo clásico en banca como era fidelizar a la clientela. Porque cada vez es más difícil preservar la plena relación con el cliente cuando este tiene múltiples vías de acceder a productos y entidades diversos, tanto bancarios como, cada vez más, ajenos al sector tradicional.
«La revolución digital pone en serias dificultades la eficacia de un objetivo clásico en banca como era fidelizar la clientela»
El legado de la crisis en forma de activos malos se va superando, lo que resulta positivo porque dejan de consumir capital y distraer de la gestión. Pero el nivel de provisiones contra resultados ha descendido mucho y, en algunas entidades, no hay ya campo apreciable de mejora.
Quizás lo peor sea la exigencia de capital, que ha subido notablemente tras la crisis. Poco beneficio y mucho capital no pueden cuadrar nunca. Así que los niveles de ROE (rentabilidad sobre fondos propios) son flojos, menores incluso que el coste de capital en muchos casos. En realidad, en España el único banco suficientemente rentable es Bankinter. El resto tiene claros problemas a la hora de generar resultados recurrentes y dar beneficio. Incluso también nuestros gigantes mundiales ââ¬âSantander y BBVAââ¬â tienen en el negocio nacional cuentas de resultados débiles. Pero peor lo tienen los pequeños (aunque unos más que otros): poco negocio, escaso resultado típico, ausencia de economías de escala, flojos ratios de eficiencia y coste de capital más caro que los grandesâ⬦. De los 14 bancos españoles bajo la supervisión del BCE ya hemos pasado a 12 (al haber sido absorbidos Popular y BMN) y se reducirán más.
También hay una clara falta de rentabilidad generalizada, y además demasiados bancos, en la Eurozona. Debería haber consolidación, pero a corto plazo hay factores que la hacen improbable: exigencia y carestía de capital, unión bancaria a medias, bastantes activos problemáticos aún existentes, relativa escasez de sinergias de costesâ⬦. Pero la veremos a medio-largo plazo porque la racionalización del sector es indispensable, máxime en el contexto de la revolución digital, que impondrá mayor tamaño. Aunque tampoco convenga exagerar como algún banquero monotemático cuando augura una no muy tardía reducción del número mundial de bancos de 20.000 a 200.
En definitiva, quizás se amortigüe la presión sobre los resultados y la rentabilidad bancaria mejore algo. Pero sin pasarse en el optimismo, porque los factores de fondo son bastante desfavorables. Y, además, como decía un alto cargo de un gran banco: «Para unas cuantas entidades incluso el doble de poco seguiría siendo poco».