Así se ha vivido desde dentro el vuelo más largo del mundo – deGerencia.com
NOTICIA

Así se ha vivido desde dentro el vuelo más largo del mundo

Acabo de soportar el nuevo vuelo más largo del mundo, un ultramaratón sin escalas de 16.200 kilómetros (10.100 millas) desde Nueva York a Sídney. Duró alrededor de 19 horas y media, y fue casi tan duro como parece. El vuelo récord de Qantas Airways ha aterrizado la madrugada del domingo en Australia. El Boeing Dreamliner llevó a sus pocas docenas de pasajeros a su destino más o menos intactos, aunque algunos de nosotros no estábamos seguros de qué día era.

Qantas quiere comenzar a explotar comercialmente esta ruta en 2022, por lo que la aerolínea utilizó este viaje de prueba para explorar formas de reducir su mayor e inevitable inconveniente: el desfase horario que aplasta el alma y aplasta el cuerpo. Así es como se desarrolló mi viaje paso a paso.

Despegue

Nuestro avión acaba de salir del aeropuerto internacional JFK y ya se ha convertido en un laboratorio volador. Dado que el objetivo es adaptarnos a la zona horaria de nuestro destino lo más rápido posible, seleccionamos el reloj de Sídney de inmediato. Eso significa no adormilarte. Las luces permanecen encendidas y tenemos instrucciones de permanecer despiertos durante al menos seis horas, hasta que anochezca en Australia.

Esto inmediatamente causa problemas a algunos pasajeros.

A un lado de la zona de clase ejecutiva, seis viajeros frecuentes de Qantas siguen un horario previamente planificado para comer y beber (incluida la limitación del alcohol), hacer ejercicio y dormir. Llevan lectores de movimientos y luces en sus muñecas y se les ha pedido que registren sus actividades; ya han estado bajo observación durante unos días y serán observados durante 21 días en total. La mayoría de ellos se está entreteniendo con películas o leyendo libros, pero una de ellas se duerme en cuestión de minutos. Para ser justos, lo entiendo. Puede que sea la mitad del día en Sídney, pero mi cuerpo me dice que está retrasando la medianoche en Nueva York.

Dos horas dentro

Es la hora de comer y un momento clave en el experimento. Se supone que los platos especialmente diseñados me entusiasman, y una sabrosa ración de langostinos escalfados con chile y lima es como una suave bofetada culinaria en la cara. El bacalao picante al estilo chino con arroz jazmín y semillas de sésamo repite la acción explosiva. Estoy momentáneamente despierto.

Los 40 pasajeros del avión, incluidos los medios, están todos en clase ejecutiva: con tan pocos pasajeros, nadie necesita viajar en la clase turista. En una entrevista, el consejero delegado de Qantas, Alan Joyce, me dice que los vuelos reales del Proyecto Sunrise, si continúan, tendrán más espacio para las piernas en la clase turista que los aviones estándar, y habrá espacio en la parte trasera del avión para estirarse.

Los seis conejillos de indias humanos sujetos a una investigación científica sobre los efectos del vuelo están sentados a un lado de la cabina. Yo quiero hacer mis propias pruebas para ver cómo se mantiene mi cuerpo.

Después de hablar con un médico en Sídney antes del viaje, estoy pertrechado con equipos para controlar mi presión arterial, frecuencia cardíaca y niveles de saturación de oxígeno. También me hicieron una prueba de memoria y un cuestionario sobre el estado de ánimo. Quiero ver si un vuelo tan largo daña mi cerebro o debilita mi espíritu.

Las pruebas de tres horas que realizo durante la primera mitad del vuelo reflejan que mi presión arterial está elevada, aunque no es alta, y mi ritmo cardíaco se acelera. Estoy de buen humor, aunque empeora gradualmente.

Tres horas dentro

La presión física de este experimento es evidente. A mi alrededor, los pasajeros están de pie solo para mantenerse despiertos. Se le ha pedido al equipo que lleve diarios de sueño y que use iPads para evaluar su fatiga, tiempos de reacción, carga de trabajo y estrés. La viajera frecuente en la parte delantera del avión está dormida, de nuevo.

Aunque me parece que este régimen es bastante desafiante, soy consciente de que no voy en un asiento turista y trato de ver las cosas con perspectiva. Tras escribir por primera vez sobre este próximo vuelo la semana pasada, un lector me envió un correo electrónico para que no exagerase. Durante la Guerra de Corea a principios de la década de 1950, dijo el hombre de 83 años, volaba regularmente misiones de reconocimiento de 40 horas con rotaciones de la tripulación cada seis horas. Punto a su favor.

Cuatro horas dentro

Marie Carroll, profesora de la Universidad de Sídney que supervisa la investigación de pasajeros en el vuelo, reúne a sus tropas en la parte trasera del avión. «Este es el momento, muchachos, cuando realmente tenemos que trabajar en esto», les dice. Momentos después, se apoyan contra los carritos de comida en la cocina, estirándose. A continuación, realizan flexiones verticales entre los asientos de clase turista vacíos. Como final, intentan movimientos de baile sincronizados en los pasillos. Todo en el nombre de la ciencia.

Parece cabaret, pero vencer el jet lag es un asunto serio. Más allá de las noches de insomnio y la fatiga diurna, los expertos dicen que los procesos críticos, incluida la función cardíaca y el metabolismo, se alteran cuando se interrumpe el reloj corporal.

Siete horas dentro

Llega una segunda comida. A mí, comer dos veces en una sucesión relativamente rápida realmente me ha ayudado a que el tiempo pase rápidamente durante la primera parte del vuelo. Esta parte del menú también está relacionada con lo que pasará en las próximas horas: tiene un alto contenido de carbohidratos y está diseñada para hacernos dormir. La sopa de patata con crema fresca es espesa y lujosa, el sándwich de queso tostado no lo es tanto. El chef del avión me dice que ha estado preparando nuestras comidas durante tres días.

Las luces se atenúan por fin, y parece que me han liberado. Desparezco durante seis horas seguidas. Eso es más de lo que puedo recordar dormir sin despertarme en ningún otro vuelo, incluso con el privilegio de clase ejecutiva de una cama plana.

Catorce horas dentro

En general, mis propios exámenes médicos sugieren que estoy superándolo bien. Mi presión arterial, que según el médico de Sídney sería un buen indicador de estrés y fatiga, ha vuelto a la normalidad. Mi corazón late más lento, hago mi prueba de memoria y mi cuestionario muestra que estoy más agudo.

La investigación sobre los pasajeros y la tripulación se incorporará al Proyecto Sunrise, el plan de Qantas para comenzar con los servicios comerciales directos que conecten Sídney con Nueva York y Londres. Qantas dice que podrían seguir otros vuelos súper largos desde la costa este de Australia a Sudamérica y África.

A bordo, el consejero delegado de Qantas, Alan Joyce, me dice que incorporará «absolutamente» el régimen de este vuelo en sus otras rutas largas, si la ciencia demuestra que ayuda. La cuestión es acomodar a aquellos que quieren beber y dormir a voluntad, dice Joyce.

Pero no vaya a reservar sus vuelos alrededor del mundo todavía. Qantas necesita nuevos aviones de Boeing o Airbus que puedan hacer el trabajo con una carga completa de pasajeros, y un nuevo acuerdo con la tripulación para trabajar más de 20 horas. «Hace falta que todo se una a la vez», dice Joyce. Inicialmente soñó con convertir estos vuelos súper largos en hoteles voladores, con literas para dormir o una zona de ejercicios. Esa visión dio paso a la realidad cuando los márgenes de beneficio resultaron demasiado ajustados para desperdiciar espacio en tales lujos.

Nuestro avión no tiene capacidad de transportar a todos los pasajeros que caben y su equipaje a Sídney. Despegó con sus tanques al máximo: alrededor de 101 toneladas. Para mantener el peso bajo, no hay carga, y la comida y la bebida son limitadas. En Nueva York, el capitán parecía seguro de que llegaríamos a Sídney con combustible de sobra. Planeaba aterrizar con seis toneladas, suficiente para permanecer en el aire durante otros 90 minutos.

Diecisiete horas dentro

Hora del desayuno, y no hay salchichas. Tenemos un tazón de cereales, puré de aguacate, queso tibio y una ensalada. Uno de los viajeros frecuentes, el inversor con sede en Sídney Nick Mole, dice que durmió casi ocho horas y se siente bien. ¿Qué tal llevaría un día completo de trabajo después del aterrizaje? «Probablemente podría hacerlo», dice. Él piensa que la prueba más grande será cómo se las arregla en un par de días.

Preparándonos para aterrizar

Me siento mejor que hace unos días cuando volé de Nueva York a Sídney con una parada. La docena de horas que tardó en llegar el vuelo a Los Ángeles fueron seguidas por una hora y media de colas en inmigración con cientos de viajeros medio zombis.

Cuando nuestro avión se acerca a su destino, Joyce se dirige a todos a bordo. Nos dice que el vuelo le ha dado más confianza en que el Proyecto Sunrise puede funcionar. El domingo a mediodía en Sídney me siento cansado, pero lejos de estar debilitado. Incluso resisto una fiesta de cumpleaños para niños, seguramente una prueba de fuego para los nervios de cualquiera.

Personalmente, elegiría un vuelo directo de Sídney a Nueva York en lugar de uno con una escala. Pero no se adaptará a todos: hizo falta disciplina y trabajo para mantener la rutina de no dormir en la primera mitad de este vuelo. Puede haber un beneficio en el hecho de cambiar inmediatamente a la hora de destino al embarcar, pero tiene un precio.



  • Ver original en Cinco Dias
  • Publicado el lunes octubre 21, 2019


  • Deja una respuesta

    Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

    Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.