Me voy o me quedo
Descubrir aquellas cosas que nos convierten en seres interesantes y atractivos para los demás ha sido uno de los misterios de la existencia humana. Actualmente a las personas que poseen esta capacidad les decimos que poseen una buena inteligencia emocional.
No es sólo esto tan simplista lo que puede tener conexión con la problemática actual que tenemos las empresas, para retener el talento en nuestra organización muchos colegas de recursos humanos están reinventando todos los días políticas de motivación, formación y mucha habilidad, para evitar que huyan a la competencia sus buenos profesionales.
Y es que la globalización es de todos y para todos, éste es el precio y la paradoja, pues aunque resulte imposible mover a la gente geográficamente, el incentivo de un nuevo trabajo, los cantos de sirena de una oferta de un competidor, pueden cambiar los hábitos de vida aunque sólo sea para romper la monotonía de un trabajo, falto de alicientes.
Algunos directores de recursos humanos se han ocupado en conocer las causas y en fortalecer los compromisos con la organización, desarrollando campañas específicas con este objeto, o bien subastando al alza nuevos incentivos salariales, pero creo que puede hacerse algo más.
No existe mayor vinculación que la emotiva y si examinamos los niveles de las necesidades humanas, vemos que una vez superados los eslabones de supervivencia, o sea los básicos, y mucho antes de las necesidades de autorrealización que exigen siempre un sobre esfuerzo, están las que tienen que ver con los demás, la comunicación forma parte de nosotros y el reconocimiento es la prueba, quizás la única, que justifica la razón de vivir.
¿Se han preguntado alguna vez de que serviría conseguir algo, sin que pueda explicarse a alguien?,que es un gol para un futbolista sin el abrazo del equipo, o tener una idea que no puedes explicar, o es que a alguien le gusta dar besos al aire.
Por tanto, cualquier acción, política o método que tenga como objetivo retener el personal propio de la empresa debe empezar por el reconocimiento, mucho antes incluso que la evaluación del perfil con la función, pues lo que cuenta para cada uno de nosotros, es lo que estamos haciendo, mucho más que la utilidad final de nuestro trabajo.
A menudo, las estrategias empresariales para retener empleados consisten en la mejora económica, pero esto es un error porque el hombre es animal de necesidades y tan pronto como se satisface una, surge otra en su lugar. Es un proceso sin fin que nos persigue desde la cuna al sepulcro.
Tampoco valen las acciones paternalistas de la mano a la espalda, porque son huecas y suenan a nada. No es el director general quien aisladamente se debe pasear por el taller a felicitar a la gente, es algo mucho más próximo y permanente, de todos los días, del jefe o encargado que debe ser mentor y compañero.
La gente se va a menudo porque no se siente valorada en el momento, porque su propia cultura se distancia de la empresa o porque no se entiende con quien le dirige.
La gente se queda porque es feliz con lo que hace, porque está a gusto, porque se siente acogido y cree que aquella parte de vida que gasta trabajando, le permitirá ser aún más feliz mañana.