Lluvia de ideas: ¿cuál es su origen y por qué muchos creen que está sobrevalorada?
La “lluvia o tormenta de ideas” (brainstorming, en inglés) se volvió una especie de culto en las oficinas a la hora de debatir o generar proyectos en las últimas décadas.
Los empleados se reúnen y discuten ideas o la creación de ellas en una reunión donde se persigue el espíritu de la creatividad.
Pero ¿de dónde viene esta técnica? Y ¿realmente sirve para algo?
La mente detrás de la idea
La “lluvia de ideas” fue desarrollada por un publicista de Nueva York llamado Alex Osborn en 1939.
Publicó sus hallazgos en el libro Your creative power (“Tu poder creativo”) en 1948. La propuesta de “lluvia de ideas” surgió en un capítulo titulado “Cómo organizar a un equipo para crear ideas”.
“¿Puede un equipo producir ideas? La respuesta es sí. Organizados y liderados adecuadamente, un grupo puede ser una mina de oro de ideas“, escribió convencido Osborn.
El autor recomendaba concentrarse en cuatro reglas fundamentales: generar la mayor cantidad de ideas, no criticar, permitir pensamientos extravagantes y trabajar para combinar varias propuestas con el objetivo de obtener mejores resultados.
La idea principal era anular las convenciones de reuniones rutinarias para dar lugar a esa “lluvia de ideas” para hacer posible la discusión de conceptos.
“El grupo ideal para una lluvia de ideas es de entre 5 a 10 personas“, señaló Osborn.
“¿Y qué tipo de mentes? Extrañamente, los menos experimentados suelen proponer mejores ideas, pero el equipo ideal debe incluir tanto novatos como aquellos con autoridad”, añadió en su libro.
Cuando se trata de qué temas a discutir, “la primera regla es que el problema debe ser concreto, debe ser lo suficientemente específico para que los participantes puedan disparar sus ideas a un blanco claro”, afirmó.
¿Una técnica efectiva?
Para justificar lo productivas que son “las lluvias de ideas”, el publicista argumentó en su libro que la principal razón es que se concentran en el pensamiento creativo y excluyen el desaliento y la crítica que tanto perjudica a la imaginación.
Y además, producen un “efecto contagio” entre los pares.
Para muchas organizaciones, la técnica sonó más que interesante por lo que adoptaron la “lluvia de ideas” con su personal reunido en grandes grupos.
Sin embargo, en el ámbito académico surgieron dudas sobre si esta práctica es realmente efectiva.
El primer estudio sobre la técnica se realizó en la Universidad de Yale, EE.UU., en 1958.
Los investigadores descubrieron que los participantes que se dedicaban a resolver problemas de manera individual producían aproximadamente el doble de soluciones que los que trabajaban en grupos siguiendo las instrucciones de Osborn para la “lluvia de ideas”.
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Otros estudios académicos incluso llegaron a la conclusión que este tipo de reuniones pueden ser fácilmente dominados por oradores que hablan más, y que lo único que buscan en ocasiones es exhibirse.
Así lo asegura Leigh Thomson, profesora de Resoluciones de Disputas y Organizaciones de la escuela Kellogg de la Universidad Northwestern, EE.UU.
Su investigación indica que en una reunión de “lluvia de ideas” típica de seis personas, dos hablan más del 60% del tiempo. Si se aumenta el tamaño del grupo, el problema solo empeora, causando frustración al resto.
Y muchos otros estudios llegaron a la misma conclusión: que la “lluvia de ideas” no es productiva y que incluso, contrario al propósito original, puede inhibir la creatividad de las personas.
“Décadas de investigación demostraron consistentemente que los grupos de lluvia de ideas piensan en muchas menos ideas que la misma cantidad de personas que trabajan solas y luego unen sus ocurrencias”, le dijo Keith Sawyer, psicólogo de la Universidad de Washington, a la revista New Yorkeren 2012.
Sin embargo, los resultados de las diferentes investigaciones no afectaron la popularidad que logró amasar esta técnica durante años y a la que se le sigue dando valor.
¿Qué hacer para que una “lluvia de ideas” funcione?
Existen muchas estrategias para que la “lluvia de ideas” funcione, aunque siempre puede fallar.
La “regla de la pizza” es una, dice HubSpot, una empresa estadounidense de software que ofrece productos de marketing y ventas.
Consiste en que si en una sala hay más personas que las que se pueden alimentar con una pizza, entonces hay demasiados participantes para realizar una reunión productiva.
Y parece ser que esa regla es popular y efectiva, ya que también la usa el fundador de Amazon, Jeff Bezos, para sus reuniones.
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La profesora Leigh Thomson sugiere que, para que una reunión de “lluvia de ideas” funcione, hay que celebrarla con lápiz y papel, algo que llama brainwriting.
“Cuando escribes ideas nadie puede interrumpirte, nadie puede bloquear ni frustrar tus pensamientos, entonces pueden ser compartidos después con el resto del equipo”, explica Thomson.