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La imagen de la estabilidad laboral tiene una faceta por parte de empresas, que ofrecen un puesto (más o menos) fijo, pero también por parte de unos trabajadores que prefieren no salir de su «zona de comfort», y no arriesgarse a ir a peor, dando por bueno en algunos casos aquello de «más vale malo (o menos bueno) conocido que bueno por conocer».
Por parte de los trabajadores, esta búsqueda de la estabilidad laboral es obviamente una justa y lógica aspiración tras la cual subyacen poderosos instintos, como minimizar el riesgo o no enfrentarse a un nuevo entorno desconocido y lleno de riesgos potenciales. Pero lo cierto es que la estabilidad laboral, si bien por desgracia es un recurso bastante escaso en algunos países (entre los que se puede incluir España cuando es comparada con sus homólogos europeos), es una política más que rentable para las empresas. So pena que algunas no la practiquen con más énfasis y convicción.
La estabilidad laboral no tiene nada que ver con tener un mercado inflexible
Antes de profundizar en el tema, hay que aclarar que tener un mercado de trabajo estable no tiene nada que ver con tener un mercado de trabajo inflexible, pero nada de nada. Piénsenlo bien, estabilidad y flexibilidad no son términos antagónicos en absoluto, el problema es que tradicional asociación de injustificadas ideas en la mente de algunos agentes socioeconómicos. Otra cosa es la precariedad laboral, que a menudo sí que va de la mano de (e incluso es milimétricamente coincidente con) el deterioro de la estabilidad. Resulta obvio que, cuando las condiciones laborales son precarias, la situación redunda en una situación de poca estabilidad en la cual el trabajador puede (o siente que puede) ser despedido en cualquier momento, con todo lo que ello implica para todas las partes.
La otra cara de la moneda es que, si el trabajador percibe que el riesgo de despido es cierto y probable, como Pepe S.A. que todos somos en última instancia, va a mirar lógicamente por su propio interés diseñando un plan de negocio que maximice sus ingresos y minimice sus riesgos. Es decir, va a optar por cambiar de trabajo con mayor probabilidad, lo cual es un evidente signo de poca estabilidad laboral, tanto para la empresa como para el trabajador, y en especial por el factor desencadenante. En algunos casos, particularmente en momentos de boom económico, estas derivas del mercado laboral acaban en periodos de alta rotación de trabajadores, que hinchan los sueldos sin un incremento parejo de la productividad, lo que acaba provocando un posterior y sonoro batacazo en la siguiente crisis.
Estos efímeros incrementos salariales sin productividad realmente poco benefician al sistema socioeconómico en su conjunto, y desde este punto de vista interesa a todas las partes tener un mercado laboral más estable, sin olvidar que debe ser a la vez flexible, y sobre todo que ofrezca buenas oportunidades de desarrollo profesional a trabajadores, y buenos empleados a las empresas. Por obvio que resulte al leerlo, no debemos dejar de insistir en que es el objetivo, que no la práctica más extendida.
Pero la estabilidad laboral no implica que no deba haber una rotación mínima beneficiosa para los empleados
Pero una vez que nuestros queridos lectores pueden estar viendo el mercado laboral con gafas de color de rosa-estabilidad, pongamos una pizca de trasgresión, y pasemos a analizar cómo la estabilidad laboral, entendida estrictamente como baja rotación de los empleados, no es un dogma que deba predominar en todos los casos y a cualquier precio. Efectivamente, la rotación laboral sólo es perjudicial cuando se sale de unos ciertos márgenes de seguridad, que marcan una difusa (por inexplorada) frontera entre lo beneficioso y lo dañino. La rotación laboral no es mala per sé. Más bien es al contrario, es buena porque permite a las empresas ofrecer buenas y nuevas oportunidades a los profesionales, y a los empleados conseguir nuevas y mejores condiciones en otra empresa para su plan personal de negocio de Pepe S.A.
Por otro lado, en ciertos mercados laborales como el español, tal vez debido a la existencia unos índices de precariedad laboral tradicionalmente siempre por encima de la media europea, hay además una dañina cultura popular de conseguir la ansiada estabilidad laboral a base de acumular (mayormente exiguos) trienios y una indemnización importante en caso de despido (pongan entre comillas este último punto tras la última reforma laboral). Pero como vamos a ver hoy, ese seguro laboral en forma de días de indemnización por despido y, sobre todo, de unos trienios que van sumando en la nómina, en el fondo en el fondo, no son más que el «chocolate del loro»…