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Los fallos del capitalismo

Nos encontramos ante una extraña paradoja. La economía estadounidense está teniendo la expansión más prolongada de su historia, el desempleo des el más mayo de los últimos 50 años. Sin embargo, el descontento público sigue alto. Más de 60% de los estadounidenses cree que el país va por la senda equivocada, según una encuyesta reciente realiada por Economist/Yougo.

En Europa hay un sentimiento similar, donde la expansión es menos sólida. Gran Bretaña lucha para cortar sus lazos con la Unión europea y en Francia el presidente Emmanuel Macron debe vérselas con las revueltas de los «chalecos amarillos». A diez años de la peor crisis financiera desde 1930, el capitalismo se ve acosado por la izquierda progresista y la derecha nacionalista y populista.

¿El motivo más probable? Los frutos de esas expansiones no se están compartiendo de forma justa. Una familia tipo norteamericana gana poco más de lo que ganaba hace 20 años. Y el 1% de arriba recoge ganancias espectacularmente desproporcionadas. Las empresas suelen preferir repartir dividendos a invertir en sus empleados y en sus comunidades. Paul Collier dice en The Future of Capitalism: Facing the New Anxieties, que el capitalismo no está funcionando.

Para él, profesor de economía de la Universidad de Oxford, el problema es económico, político y ético. Europa y Estados Unidos sufren rupturas geográficas, educativas y morales que han erosionado la idea del destino común. Las ganancias están monopolizadas. Las ganancias económicas, dice, están cada vez más monopolizadas por por grupos urbanos con título universitario cuyos principios privilegian minorías mientras los habitantes de los pueblos con menos educación, languidecen en la pobreza.

Su diagnóstico es una desconexión entre la ética y la economía que ha dejado a las sociedades partidas entre dos «extremos charlatanes».

Durante el cuarto de siglo que siguió a la Segunda Guerra Mundial las sociedades occidentales compartían un acuerdo implícito: que los ciudadanos formaban parte de una «narrativa» de identidad nacional común con derechos y obligaciones compartidas que los unían en sus familias y en sus empresas.

Pero gradualmente, las ideologías de la izquierda y de la derecha reemplazaron el pragmatismo que estaba en el centro del éxito de la posguerra. La democracia de la cooperativa social se partió en campos rivales de «intelectuales de clase media» con diferentes conceptos de moralidad. De un lado estaban los que Collier llama los economistas «utilitarios» que creían que una sociedad era moral si maximizaba el bienestar de individuos motivados por evaluaciones racionales de sus propios intereses….



  • Ver original en Revista Mercado
  • Publicado el jueves julio 11, 2019


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