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Profesores virtuosos, profesores virtuales

Acabo de encontrar, por tercera vez en pocos días, dentro de los portales de Internet que regularmente visito, una oportuna reflexión de Iñigo Babot titulada “La muerte súbita”, relacionada con la formación virtual. Me llamó la atención porque escuché por primera vez esta expresión —“muerte súbita”— a Kenichi Ohmae años atrás, aunque él, según lo entendí en la traducción simultánea, se refería a la muerte súbita de algunas industrias, fruto del avance tecnológico (las cámaras de fotos de los carretes, los discos de vinilo, etc.).

El texto de Babot comienza: “Hay un grandísimo número de profesores que aún se resisten a aceptar el medio virtual como un canal más de docencia. Es un fenómeno que debe estudiarse, pues ya está teniendo graves consecuencias… para ellos mismos”. En efecto, el autor parece apuntar a la muerte súbita de los profesores que no se adapten a la formación virtual, y viene a recordarnos aquello de “renovarse o morir”. Es verdad —me parece a mí—que hemos de renovarnos todos a menudo en alguna medida…; quizá no siempre al dictado de la tecnología, pero las TIC sin duda constituyen una referencia inexcusable. (En la empresa, recordémoslo, la innovación genuina va bastante más allá de la renovación tecnológica, de la mejora continua y de la incorporación de best practices).

En sus alegaciones, Babot nos habla de los actores de teatro “que aprendieron a hacer cine”, desplegando la correspondiente analogía; y es que, efectivamente, el cine vino a suponer un salto cuántico para la interpretación, especialmente cuando llegó el sonido. Hoy hay actores que intervienen en ambos medios, y aun también en televisión, sin excluir algunas otras posibilidades. No obstante, se diría que hay algunos actores y actrices que se sienten más cómodos (por motivos diversos) en el cine; otros, que se sienten más cómodos en el teatro (también por motivos diversos), y otros que celebran su paso por televisión (igualmente por motivos diversos).

Esta misma semana, leía yo en El País un reportaje de Rosana Torres: “El teatro renace sobre todas las pantallas”. Traía una foto de una obra que he visto recientemente y que me ha gustado mucho: “Un dios salvaje”. Sin duda el acercamiento real, y no virtual, al público tiene atractivo para algunos actores, que quizá se sientan más ellos mismos en el “vivo y directo”; como también la formación presencial tiene seguramente su atractivo para los docentes, tal vez porque no hay intermediarios entre ellos y los aprendedores. Por fortuna, no parece que vaya a desaparecer el teatro, como tampoco la formación presencial, ni nadie parece desearlo (diría que tampoco Babot, aunque puedo estar equivocado y quizá asistamos a la muerte súbita del teatro, o de la formación presencial: ojalá no). Desde luego, tanto el teatro como la formación presencial incorporan avances técnicos en su orquestación, cuando lo consideran necesario.

En el caso de la formación presencial, yo empecé con la tiza y la pizarra, luego proyectaba aquellas transparencias e incluso diapositivas, y, en su momento, comencé a utilizar el PowerPoint, sin excluir el uso de vídeos, etc. Y también, utilizando sencillas herramientas de autor, empecé a diseñar mis propios cursos de Enseñanza Asistida por Ordenador en los años 80, cursos que luego eran utilizados en la formación continua de personal de grandes empresas en el sector de la Telecomunicación. Mi caso no es especialmente significativo, pero yo prefiero hoy, como docente, la formación presencial (que no excluye el uso de las TIC que se necesiten para la comunicación asíncrona con los aprendedores, por no hablar de métodos como el denominado Peer Instruction, de Harvard), y, como aprendedor —que lo sigo siendo—, prefiero la gran plataforma de Internet, sin excluir interesante libros de imprenta (de los que a veces no encuentro, por cierto, versión española).

No obstante, sigo diseñando guiones para la formación on line, aunque lo hago con cierta prevención porque ya el resultado final se me escapa. Ésta es la razón que me mueve a participar en el debate (saliéndome del breve espacio que me ofrecían los “comentarios de los lectores”, en el artículo de Babot) que muy oportunamente ha abierto Íñigo, prestigioso experto que con mucha frecuencia nos mueve a la reflexión. Él mismo me recuerda que tenemos pendiente compartir un café, e incluso una comida, desde hace varios años; pero ya imagino que sus pasos por Madrid (y otros destinos) son muy rápidos e intensos (como los muy pocos míos por Barcelona).

Obviamente, no vengo a cuestionar aquí las reflexiones del autor, sino a añadir nuevas. Temo —para empezar— que, así como cuando uno escribe un libro, un manual, un artículo, aparece su nombre como autor, y el texto sufre, si acaso, sólo pequeñas modificaciones por el editor, en los cursos virtuales, por el contrario, la autoría parece a menudo diluirse, y los guiones del docente pueden padecer ligeras pero sensibles modificaciones (alteraciones, adulteraciones, podría decirse) por los técnicos de producción, quizá para mayor gloria de la tecnología.

En efecto, algunos editores de artículos o libros me han cambiado, por ejemplo, “aprendizaje organizacional” por “aprendizaje organizativo”, o “competencias informacionales” por “competencias informativas”, o me han colocado la tilde en “aun” cuando no procedía, o me han rechazado plurales como “júniores” o “séniores”, que la Academia recomienda, o se empeñan en ponerme mayúsculas detrás de los dos puntos. Si me consultaran, podría quizá evitarlo (o no), pero no creen necesario consultarme. No es grave, pero me parece mal que no consulten cualquier cambio con el autor, si se esperan lectores por cientos o millares. Casi lo más llamativo me ocurrió hace un par de años en una entrevista que me hizo La Gaceta de los Negocios. Había una grabadora, pero yo les hablé de la intuición del empresario Masaru Ibuka, y ellos prefirieron escribir luego “Akio Morita” (su socio en la fundación de Sony). En todo caso esto tal vez son anécdotas, al lado de los que puede ocurrir con la denominada formación virtual (¿por qué la llamamos “virtual”?).

Sí: ¿qué pasa con el e-learning? En los últimos 20 años he tenido experiencias diversas en este campo, y soy partidario de que los docentes dispongan de herramientas de autor para hacer sus propios diseños, tal como se hacía al principio de la EAO (Enseñanza Asistida por Ordenador). Entre lo que me han contado y lo que yo he vivido, sé que el guion o storyboard puede ser alterado por los técnicos de producción, quizá hasta el punto de restar valor en vez de añadirlo. Claro, yo otorgaría valor en función del aprendizaje generado con el mínimo esfuerzo; quizá es que hay otros valores que a mí, como docente, se me escapan…

No trato de generalizar —ni siquiera de llevar razón—, sino de explicar mi prevención, que podría coincidir con la posible prevención de otros profesores, a los que Babot relaciona con la muerte súbita. Mi propia muerte puede ser súbita, pero especialmente por los pasmos que me dan cuando veo que se escribe “serenidad” donde yo había puesto “serendipidad”, “supuestos verdaderos” donde yo había escrito “supuestos válidos”, etc., y además me cuentan luego que simplemente cortan y pegan. O cuando me dibujan tumbada la escalera de inferencias de Argyris.

Con la escalera de inferencias y después de tantos años, he tenido otras llamativas experiencias; por ejemplo, cuando se empeñaron en introducir interactividad y animación, de modo que el usuario del curso debía hacer clic en cada escalón, y entonces aparecía exclusivamente la leyenda de ese único escalón. El usuario (alumno) sólo veía en pantalla una leyenda a la vez, de modo que no podía contemplar la escalada mental completa cuando inferimos. “Viva la tecnología”, pensé yo. Les ahorro más experiencias, y simplemente aclaro que aquí no hay críticas contra personas, sino contra un sistema (de producción de cursos); un sistema, allá donde esté vigente, que parece subordinar la información a la tecnología.

Creo que debería prevalecer el objetivo de hacer el aprendizaje más rápido, efectivo y cómodo para el usuario; pero temo que a veces (insisto: no trato de generalizar) prevalezca el alarde tecnológico, e incluso que prevalezca la libertad de directivos y profesionales ajenos a la docencia y al tema del curso, sobre el esmero y el saber del docente diseñador del mismo. Interactividad y multimedia sí, pero la justa; prefiero una frase oportuna que se lea en pantalla de una vez, a una frase que me vayan ofreciendo palabra a palabra, y que además no resulte relevante.

El hecho es que, conscientes quizá de las limitaciones del e-learning que se iban percibiendo, ya se empezó a postular el blended hará unos cinco años, y aun hoy se insiste en ello por diferentes agentes del sector (yo leía recientemente una interesante entrevista a la nueva presidenta de Aedipe). Creo que el e-learning podría ser suficiente en muchos casos si se hiciera didácticamente bien, pero que, si no se hiciera bien, la formación presencial habría de liderar los procesos de aprendizaje, incorporando las TIC siempre que resulten aconsejables o convenientes. Ojalá se hagan mejores cursos on line, que generen significativos aprendizajes y satisfagan a los usuarios, pero hasta ahora lo que se ha denunciado por la Fundación Tripartita es que los aprendizajes electrónicos no estaban resultando muy significativos, y se sigue hablando insistentemente de la mejora de la calidad.

Está bien, desde luego, aprovechar las TIC en la formación, así como en todas sus aplicaciones valiosas; pero quizá está mal, en más de un caso, dejar la formación continua en manos de profesionales ajenos a la docencia y a los contenidos de los cursos. Yo diría que el garante de la satisfacción del alumno es el docente (o profesor, como dice Babot), y no lo es la tecnología, incluso siendo de última generación; creo que el aprendizaje viene de la información y no de la tecnología, es decir, que hemos de traducir una buena información a conocimiento valioso y aplicable, y a la tecnología corresponde el importante pero limitado papel de soporte.

Puede que, en los tiempos que corren y aun siempre, lo importante sea el qué aprender, y el hacerlo de modo rápido, efectivo y satisfactorio. Si resulta rápido, efectivo y satisfactorio, bienvenido sea el e-learning; pero, para que así fuera, un buen docente, experto en la enseñanza y experto en el tema, habría de estar detrás, haciendo valer su profesión. Un buen diseñador gráfico puede hacer cosas bonitas, pero no puede enseñar lo que no sabe; un buen programador de e-learning, puede programar bien, pero no puede enseñar lo que no sabe; y un buen docente puede enseñar muy bien, pero tampoco puede enseñar lo que no sabe. De modo que quizá, en la producción de un curso digital, interactivo y multimedia, habría de imperar el criterio del docente experto y no otro. Si no fuera así, no me sorprendería que el discente y el docente se dieran por “eludidos” del negocio del e-learning y optaran por la formación presencial, con riesgo de muerte súbita y todo. Por otra parte, también queda el autodidactismo, el aprendizaje informal…

Ya termino. Mi opinión —una más, sin pretensiones, que se suma al debate— es que la calidad de los productos para el aprendizaje electrónico necesita de un mayor protagonismo de los docentes en la producción de cursos. Quizá, con el debido protagonismo, habría más profesores virtuosos que optaran por ser también virtuales. Creo, Íñigo, que has puesto sobre la mesa un buen tema a debatir, pero eso ya lo dirán los lectores. Yo he aportado mi punto de vista; un punto de vista parcial (por incompleto y quizá por interesado), en espera de que surjan otros que completen o nutran el debate.

Un buen curso on line precisa de un buen guion instruccional: no hay buena película sin un buen guion. Pero, al decir esto, no deseo sucumbir a la tendencia de las analogías, porque tienen sus riesgos. Enfocando usuarios, el cine es una actividad para el ocio, y el éxito tiene un significado; el aprendizaje permanente es una actividad para el trabajo, y el éxito tiene aquí otro significado: que el aprendizaje contribuya a la efectividad individual y colectiva, y aun a la calidad de vida en las empresas.

Jose Enebral Fernandez

Consultor de Management y Recursos Humanos, el ingeniero madrileño José Enebral colabora desde hace años con diferentes medios impresos españoles y americanos (Capital Humano, Training & Development Digest, Nueva Empresa, Learning Review, Coaching Magazine...), e igualmente publica sus artículos en nuestro portal y en otros de la Red, como gurusonline.tv,...

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