Encuentros casuales con el “che” guevara.  Recuerdos y enseñanzas. – deGerencia.com

Encuentros casuales con el “che” guevara.  Recuerdos y enseñanzas.

La dimensión humana de “Che” Guevara es excepcional. Se destacó como guerrillero, dirigente político y económico, y pensador profundo. Además, con una gran sensibilidad humana y un elevado espíritu de sacrificio.

En estas notas se presentan recuerdos que conserva el autor, de encuentros casuales que sostuvo con el Che, y las enseñanzas que representaron para él, como un modesto homenaje de admiración y respeto a un hombre excepcional, en el cuarenta aniversario de su desaparición física.

Pequeño homenaje del Che “a un amigo y combatiente”.

La primera vez que vi, personalmente, al Che fue a mediados del año 1959. Yo trabajaba como Auxiliar de Contabilidad de Prensa Latina (PRELA), creada en Cuba pocos días después del triunfo revolucionario del 1ero. de enero de 1959 “… para dar a conocer al mundo la realidad de la Revolución Cubana y de los pueblos oprimidos de América Latina, tan distorsionada por la AP, la UPI, y demás agencias noticiosas… ”, nos informó su primer Director y Fundador, Jorge Ricardo Masetti [1], en asamblea con los trabajadores.

El Che visitaba con frecuencia PRELA y sostenía entrevistas con Masetti. Una tarde coincidí con él en el pasillo, me saludó como si nos conociéramos. Lo acompañaba, como único escolta, un muchacho muy joven, de pequeña estatura y rasgos aindiados. Después conocí que se trataba de Julio Roberto Cáceres [2], “El Patojo”, que el Che conoció durante su tránsito por Guatemala, su país de nacimiento.

“El Patojo”, posteriormente, trabajó en varios lugares de la administración pública cubana y llegó a ser Jefe de Personal del Dpto. de Industrialización. El Che lo acogió en su casa “como correspondía a una vieja amistad”, hasta un día que le dijo que se iba para su país, porque “había llegado la hora y que debía cumplir con su deber”. Tiempo después, el Che conoció de su caída en combate en las selvas guatemaltecas y le dedicó una hermosa crónica, donde relata como se conocieron y las cualidades de ese amigo que apreció tanto.

Siempre me pregunté cómo el Che podía sacar tiempo para, además de trabajar con la intensidad que lo hacía, escribía trabajos sobre temas tan diversos como “La Guerra de Guerrillas” (utilizado como texto en importantes escuelas militares de EEUU y otros países), filosofía, economía, así como crónicas como la que hizo sobre “El Patojo” donde muestra una sensibilidad humana extraordinaria. En un encuentro fortuito que sostuve años después, que se comentará más adelante, pude comprender algo sobre esto.

Un médico preocupado por los costos y conocedor de temas contables y económicos.

La primera vez que conversé con el Che fue en 1961. Yo trabajaba como Contador de una empresa panificadora que se había intervenido por el Estado, por acciones de sabotaje que venían haciendo sus dueños para crear dificultades en el suministro de pan y, con esto, generar malestar en la población. Empecé a trabajar ahí, respondiendo a una convocatoria para captar Contadores que había realizado el Ministerio de Industrias (MININD), ante la salida del país de contadores y técnicos, estimulados por EEUU para dejar a Cuba sin personal técnico (de 6 000 médicos que había en 1959 quedaron 3000). Para acceder a este trabajo, los “nuevos contadores” tuvimos que pasar por exámenes, entrevistas, test psicométricos (los sugirió el Che), entre otros instrumentos de selección.

La situación de la contabilidad de la empresa era desastrosa, los dueños “se ocuparon” de que resultara difícil encontrar los papeles. Los registros contables tenían más un año de retraso. Debíamos presentar los estados financieros en pocos días y había que trabajar las madrugadas para poder hacerlo.

Una noche, alrededor de las dos de la madrugada, tocaron a la puerta de la fábrica, me extrañó que a esa hora alguien tuviera interés de visitarla. Cuando abrí me encontré con el Che, sólo atiné a decirle “Pero, ¿qué hace Ud. aquí Comandante?. Me respondió “eso es lo yo te podría preguntar a tí porque yo soy el Ministro de Industrias, que debe atender el funcionamiento de esta empresa”. Después de presentarme y explicarle lo que estaba haciendo quiso recorrer la fábrica que, en la madrugada, producía el pan que se distribuía temprano en la mañana. Habló con los trabajadores y les preguntó muchas cosas, de su trabajo, de su familia, cómo se sentían con la nueva administración, entre otras cosas.

A mí me hizo, entre otras, tres preguntas que, para él, eran las cuestiones más importantes en esos momentos: 1-¿Cómo estaban los costos y cuál era su evolución?; 2-¿Cómo estaban los inventarios de materia prima, sus niveles y su control? y 3-¿Cuál era el comportamiento de las cuentas por cobrar y por pagar?. Al parecer, me vió tan joven (tenía 19 años) que se detuvo en explicarme la importancia de cada pregunta. La primera, “porque era la expresión principal de la eficiencia, en los costos se expresaba la utilización de los recursos”. La segunda, “porque los inventarios eran los que garantizaban la continuidad de la producción y, además, como ya empezaban a arreciarse las medidas contra Cuba por parte de los EEUU “debíamos garantizar su conservación y uso más eficiente. Finalmente, la tercera, “porque expresaba la disciplina y “salud” financiera de la empresa”.

Reconocimiento y reprimenda, al mismo tiempo.

En enero de 1962 se inauguró una fábrica grande, productora de galletas. Al triunfar la Revolución, los equipos estaban en cajas y, la construcción civil, en sus cimientos. Hacía falta hacer muchas cosas para ponerla a funcionar. Pero, era muy necesaria para la alimentación del pueblo en aquellos momentos. El Director de la Empresa Consolidada de la Harina (ECH), a la que le correspondería su administración, el Cptan. Jesús Suárez Gayol [3], realizó un trabajo extraordinario para lograr concluirla y que empezara a producir (movilizaciones, trabajo voluntario sábados y domingos, búsqueda y transporte de materiales, albañiles, etc.).

Para esto, tuvimos que hacer algunos gastos, en la compra de materiales, transporte, etc. Los fondos se tomaban de una cuenta bancaria en la que se depositaba el dinero de las pequeñas empresas que se iban incorporando a la ECH (por intervención, salida del país de los dueños). Esto no podía hacerse, esos fondos debían transferirse inmediatamente a una Cuenta Especial que tenía el MININD y hacer un Presupuesto de Gastos para la nueva fábrica que se había incorporado. Pero, todos estos trámites “burocráticos” retrasarían mucho la conclusión de la fábrica y había necesidades alimentarias urgentes en la población. En esos momentos yo era Jefe de Contabilidad de la ECH y me preocupaba por garantizar que todo estuviera documentado y registrado. No podía haber alguna duda sobre la legitimidad de estos gastos.

Concluyó la construcción y puesta en marcha de la fábrica, que fue inaugurada por el Che, con un discurso muy bello y emotivo, donde destacó la importancia de la fábrica, el esfuerzo realizado para concluirla. Al terminar, se acercó a Gayol, lo felicitó por “el extraordinario esfuerzo que había hecho, y la importancia de esto para la alimentación del pueblo”. Pero le hizo una reprimenda por su indisciplina “eres un libretero”, le dijo. (expresión que en aquellos momentos significaba hacer cosas sin respetar disposiciones, ni orientaciones).

El Che era muy exigente en cuanto el manejo de lo recursos y la disciplina financiera. En algún momento dijo “aquí se puede meter la pata (es decir cometer algún error) pero no se puede meter la mano). Las disposiciones que emanaban del MININD sobre estas cuestiones había que respetarlas estrictamente.

A partir de ese momento Gayol fue mucho más exigente conmigo. Cuando le llevaba un cheque para su firma, me preguntaba y verificaba todo. Me decía \»no quiero que el argentino me haga otra crítica\».

Tengo temor de hablar con el Che y que me convenza.

El Che le prestaba mucha atención al personal técnico que, con la política de estimulo al exilio por parte de EEUU, ponían en crisis la operación de grandes plantas industriales. Muchos ingenieros y técnicos se habían formado en EEUU y ocupaban posiciones decisivas en la dirección de empresas. Con una población semi-analfabeta, el valor de este personal era inestimable. El Che mandó a preparar un listado de los técnicos más importantes en cada rama, con los que sostenía largas reuniones. Uno de los casos más connotados fue el del Ing. Demetrio Presillas, especialista de alto nivel en la producción de níquel que, a pesar de jugosas ofertas que le hicieron, decidió quedarse en Cuba y, gracias a su trabajo, se logró poner en funcionamiento una planta de niquel que estaba paralizada.

En la ECH teníamos un Contador Público que era brillante. Era Jefe de Contabilidad de una de las empresas de confitería más importantes del país, la única de las adscritas a la ECH que tenía un equipamiento de IBM, de lo último en tecnología de procesamiento de datos en esos momentos. Allí, y con la colaboración de Fernández (llamémosle así), consolidábamos los estados financieros de todas las fábricas de la empresa.

En una ocasión, el Che le planteó a Gayol que le dijera a Fernández que quería tener una conversación con él, que le habían hablado muy bien de su capacidad y de su trabajo y quería saludarlo personalmente. Gayol le habló de esto varias veces a Fernández y este lo eludía, decía que lo agradecía, pero “que tenía mucho trabajo”.

Como yo tenía más vínculos de trabajo con Fernández, porque era su “superior funcional”, y colaboraba mucho conmigo, Gayol me pidió que hablara con él. Aproveché la mejor ocasión que se me presentó para esto. Cuando se lo planteé, me hizo una “confesión” sorprendente: “Alexis, créeme que me siento muy honrado con esta deferencia del Ministro. Pero, te voy a confesar lo que me sucede. Estoy muy comprometido con mi familia a irnos del país y tengo mucho miedo de hablar con él y que me convenza de que debo quedarme\».

El Che respetó el deseo de Fernández y no insistió más en el encuentro. Gayol le propuso al Che que Fernández hiciera todo el sistema contable, financiero y organizativo de una nueva empresa distribuidora y que, al concluirlo, pudiera marcharse del país. El Che aprobó esto, el trabajo se terminó en unos meses, Fernández capacitó al personal y se marchó con su familia. A los pocos meses era Gerente para América Latina de una empresa transnacional.

Hay que saber lo que podemos pedirle a los hombres.

El Che era muy exigente, pero también muy realista al pedirle cosas a los hombres. En una ocasión, estábamos de recorrido por una provincia del interior del país, con Suárez Gayol. Cuando visitábamos una fábrica de unos 20 trabajadores, nos impresionaron las cualidades del administrador, un hombre joven, con mucha energía, dominaba muy bien la fábrica y sus problemas, tenía magníficas relaciones con los trabajadores, que le mostraban respeto y admiración.

En esos momentos, una de las fábricas más grandes y complejas, adscritas recientemente a la ECH, que tenía alrededor de 150 trabajadores y una tecnología relativamente compleja, estaba sin administrador. Suárez pensó que, considerando los éxitos del administrador de la fábrica que visitábamos, podría proponerse como Administrador para la otra fábrica.

Casualmente, el Che estaba también de recorrido por la provincia y coincidimos en la fábrica que visitábamos. Suárez, después de mostrarle la fábrica y comentar las cualidades de su administrador, le planteó al Che que pensaba proponérselo para administrar la fábrica donde teníamos vacante esta plaza. El Che le dijo “Tu eres el Director de la empresa y tienes autoridad para proponer los cuadros que consideres reúnen las condiciones. Pero, te sugiero que ante,s valores bien la propuesta. Esta es una fábrica pequeña, el administrador puede conocer y relacionarse con cada trabajador; la otra, requiere dirigir “analizando” números, consultando técnicos, es “otro mundo”. Hay que saber lo que podemos pedirle a los hombres”.

Después encontramos otro compañero con mejores condiciones para administrar la otra empresa. Cuando se promovió al administrador que habíamos evaluado para administrar una fábrica más compleja, no dio la “talla”. El Che tenía muy claro lo que años después, en la bibliografía sobre management, le llaman “El Complejo de Peter” (la gente asciende hasta su nivel de incompetencia).

Prefiero que me descuenten una semana de sueldo a que el Che me diga que suspendí el exámen.

El Che generaba en los que trabajaban con él un elevado sentido de responsabilidad y compromiso. Era una cuestión de “honor” cumplir sus orientaciones, lograr desempeños que se correspondieran con sus expectativas. Las sanciones que imponía a los cuadros tenían un carácter eminentemente educativo.

Entre las prácticas que estableció, en la dirección del MININD, estaba que, cada dos o tres meses, le hacía un “examen escrito” a los Directores de Empresas, donde les preguntaba sobre el cumplimiento de los planes de las actividades productivas que atendían, el comportamiento de los costos, el estado de las finanzas, entre otros indicadores económicos.

Al iniciarse el Consejo Ampliado, los asistentes hacían el “examen”, que se entregaba a especialistas del ministerio que evaluaban la consistencia de las respuestas, durante el tiempo que se desarrollaba el Consejo. En la parte final, se informaban los resultados, con la presencia del Che que, generalmente, hacía comentarios sobre los que obtenían peores resultados.

En varias ocasiones, tuve que “preparar a Gayol para el exámen”. Le entregaba informaciones sobre las cuestiones que podrían preguntarle (no siempre eran las mismas); a los dos días, tenía que preguntarle, para verificar si se las había aprendido. Me decía: “Tú no te imaginas cómo se siente uno cuando el Che te dice que estás “suspenso”, quisieras que te tragara la tierra. Prefiero que me descuenten una semana de sueldo a que me diga que estoy suspenso”.

Tengo temor de quedarme dormido.

Un día le comenté a Gayol, algo que dije al inicio, “¿De dónde saca el Che el tiempo para hacer tantas cosas?”, me respondió “Cualquier día te lo explico”.

Una mañana, Gayol me dijo, “Tengo una reunión con el argentino hoy a las dos y quiero que me acompañes”. Le dije: “Bien, almorzamos en La Bodeguita y salimos para allá”, me respondió “No es a las dos de la tarde, sino de la madrugada”. Le pregunté qué para qué quería que lo acompañara y me dijo: “Es que me va a preguntar algunas cosas sobre los estados financieros y necesito el apoyo tuyo, por si acaso”.

En la madrugada, cuando entramos en su despacho, el Che estaba de pié, leyendo un informe grueso, recostado en el filo de la gaveta superior de un archivo que estaba abierta. Gayol le preguntó, en broma, que si estaba haciendo ejercicio yoga, le respondió: “es que tengo que discutir este informe mañana temprano y, si me siento en el butacón, tengo temor de quedarme dormido”.

Los dos nos quedamos impresionados, con la voluntad de ese hombre extraordinario, que en todo era un ejemplo y modelo de conducta.


[1] Jorge Ricardo Masetti, nació en la ciudad argentina de Avellaneda el 31 de mayo de 1929, de una familia modesta mantenida por el padre con un empleo de inspector municipal. A los 18 años cantaba tangos en una orquesta típica, a los 21 publicaba sus primeros cuentos, a los 24 editaba una revista. Todo esto junto con trabajos en diferentes órganos de prensa argentinos. En 1958 quiso hacerle una entrevista a Fidel porque “Los argentinos queríamos saber quién era el hombre que encabezaba la revolución en Cuba, qué era el movimiento 26 de julio, qué aspiraciones tenía y quién lo financiaba”. Sus vivencias las relató en el libro “Los que luchan y los que lloran. El Fidel Castro que yo ví”, que en el prólogo del destacado periodista e intelectual argentino Rodolfo J. Walsh (asesinado por la dictadura argentina en 1984) calificó como “la mayor hazaña en el periodismo individual”. Su encuentro con Fidel, el Che y otros guerrilleros en la Sierra Maestra, en plena etapa de la lucha y accediendo en forma clandestina y con alto riesgo para su vida lo impresionó notablemente Cuando triunfó la Revolución vino a Cuba a ofrecer sus servicios. Trabajó como fundador y primer Director de Prensa Latina. Tuvo entre sus colaboradores a los argentinos Rodolfo J. Walsh y Carlos Aguirre y al colombiano, Gabriel García Márquez, entre otros, destacados intelectuales latinoamericanos. Después regresó a Argentina, inició el foco guerrillero en Salta, con el pseudónimo de “Comandante Segundo” (el Primero sería el Che, cuando se consolidara la guerrilla), donde cayó combatiendo en 1964, con 35 años.

[2] El Che conoció a Julio Roberto Cáceres en un viaje en tren de Guatemala a México, cuando ambos salieron huyendo de la represión, un par de meses después del derrocamiento del gobierno legítimo de Jacobo Arbénz. En México, para poder vivir, juntos se dedicaron a sacar fotos en los parques. Cuando el Che sostiene la entrevista con Fidel, donde decide ofrecerse para acompañarlo en la expedición del yate Granma, “El Patojo” (un modismo guatemalteco que significa pequeño, niño), se ofrece también como voluntario para venir a luchar a Cuba, pero Fidel no lo aceptó porque no quería incorporar más extranjeros. A los pocos días de triunfar la revolución, “El Patojo”, “vende las pocas cosas que tenía en México” y se presenta ante el Che, que lo acogió en su casa, donde vivió casi siempre, hasta su partida.

[3] Jesús Suárez Gayol fue un destacado combatiente de la lucha clandestina, cayó preso y lo maltrataron varias veces. Cuando ya estaba muy identificado por las fuerzas represivas y podrían asesinarlo, se fue a la Sierra Maestra, donde combatió a las órdenes del Che y bajó con los Grados de Capitán. Fue el primero que cayó en la Guerrilla que comandó el Che, en Bolivia. En el Diario del Che de esa campaña, es “El Rubio”. Sentía un profundo respeto y admiración por el Che. Debajo del cristal del buró que tenía cuando era Director de la ECH tenía un papel original, de puño y letra del Che, que decía “Por su labor en campaña y méritos revolucionarios anteriores se le otorga el grado de Capitán al compañero Jesús Suárez Gayol” Firmado: Che. No recuerdo si aparecía la fecha, pero si su contenido pues lo leía cada vez que despachaba con Suárez.

Alexis Codina

Contador. Lic. en Economía. Dr. en Ciencias Económicas (Ph.D.). Premio Nacional de Economía 2006. Profesor de Mérito de la Universidad de La Habana (UH). Profesor Titular Consultante, Fundador y ex –Director del Centro de Estudios de Técnicas de Dirección (CETED), de la UH. Se ha desempeñado como Contador y Administrador...

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2 comentarios sobre “Encuentros casuales con el “che” guevara.  Recuerdos y enseñanzas.

  • el marzo 8, 2018 a las 5:56 pm
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    Patético, una apología a un criminal psicópata que asesinó a miles de personas de la manera más brutal y que arruinó la economía de Cuba. Cualquier día escriben otra «oda» a las virtudes de disciplina, tenacidad y gerenciales de Hitler, Stalin o Pol Pot.

  • el marzo 8, 2018 a las 5:56 pm
    Permalink

    Cuando leo este articulo me cuesta trabajo entender que estan hablando del Che que yo conoci. Dirigente politico un Stalinista? Dirigente economico??? Todavia no habia acabado de destruir El Banco Nacional de Cuba y ya estaba haciendo lo mismo con el Ministerio de Industrias. O es que la historia no habla por si sola? Fidel Castro lo puso en muchas empresas y en todas fracaso excepto como jefe militar de la Prision de La Cabaña, donde mas fusilamientos se realizaron en todo el pais. «Pensador profundo con gran sensiblidad humana» Lean lo que el Che escribio y diganme si hay algun vestigio de sensibilidad humana en esos escritos. Y por favor que nadie venga con eso de que «El Bloqueo no lo dejo industrializar al pais» La realidad del Che es que se convirtio en un elemento de discordia que perjudicaba las relaciones de Castro con sus jefes, los Sovieticos a los que El Che denunciaba por haberse «hablandado» Por eso el Che tubo que salir de Cuba y para suerte de Castro lo mataron. Ahora ya no puede crearle situaciones embarazosas a Castro y por eso lo han convertido en una deidad revolucionaria.

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